Benditos tecnócratas
El ministro de la cosa -el de la edad de oro del ferrocarril en España- ha fulminado al ingeniero valenciano que él mismo puso al mando de Adif tras ser director general, precisamente de mantenimiento, y quince años de antigüedad en la empresa...
No es la primera vez que me viene el recuerdo de aquel gobierno tardofranquista de “los lópez” que, despectivamente, dimos en llamar tecnócratas. Y tal vez lo fueran aquellos ministros -ingenieros muchos de ellos- que a la sombra del dictador pusieron a su servicio, y de paso de los ciudadanos -ideología aparte- sus conocimientos específicos en la materia.
No hay dictaduras buenas o malas según cuál sea su signo, como algunos sostienen. Todas se caracterizan por la ausencia de libertades. Pero es cierto que las hay más o menos eficientes en materia de servicios al administrado.
Las calificadas como de derechas suelen ser efectivas en el campo de la vivienda, tal vez porque es mejor que la gente esté en su casa, viendo la tele con la familia, que alborotando en la calle. Idéntico principio movió a los socialistas utópicos, a las sociedades filantrópicas europeas de principios del XX y a los propios pioneros de la vivienda (“máquina de habitar”) social. El transporte público -¿lo pillas?- es otra cosa, y cabe recordar que las primeras compañías ferroviarias fueron de índole privada.
Las llamadas de izquierdas, a la carencia de democracia suman dosis inimaginables de corrupción que afectan a los propios cerebros de sus dirigentes, y el pueblo sufre con resignación entre un mar de consignas grandilocuentes y de gestos vacuos e inocuos.
La sustitución de los hechos por su libre interpretación -lo que hoy se llama el relato- es un acto deliberado de tergiversación al servicio del gobernante. Y un desprecio, cuando no una ofensa, a la inteligencia ciudadana. La utilización de la ideología como cuaderno de bitácora, como sucedáneo perverso de la eficiencia, es la comprobación de la evidencia en unas y otras.
En la “Españita” (Chapu Apaolaza) de hoy apenas sale agua por los grifos … Pese a estar advertido por José Luis Cía –“Felipe”, gran arquitecto aragonés afincado en Barcelona y amigo de mi maestro Román Jiménez- no he olvidado la emoción que me produjo comprobarlo en mi primera obra (viviendas de protección oficial y promoción privada, precisamente) en Castellar, hace ya casi cinco décadas. Como si de un milagro se tratara, aquellos croquis y bocetos que comenzaron en un trozo de papel, casi como una fantasía, gracias a un proceso colectivo y eficiente de largo recorrido desde el manantial de origen, cobraron carta de naturaleza. Un proceso complejo, planificado y construido con antelación, en el que concurren inteligencia, metodología, mantenimiento, inspección y prueba periódica (y mucha gente responsable en su puesto de trabajo). Por simple que parezca al abrir un grifo.
Hemos sabido que el ministro de la cosa -el de la edad de oro del ferrocarril en España- ha fulminado al ingeniero valenciano que él mismo puso al mando de Adif tras ser director general, precisamente de mantenimiento, y quince años de antigüedad en la empresa …
Al principio de idoneidad, mérito y excelencia, se le ha dado la vuelta hasta retorcerlo y cambiarlo por el de amiguismo, nepotismo y desvergüenza partidista
También que la última consellera de infraestructuras del Botànic -eso sí, con denominación universal y grandilocuente al uso-, escandaliza prematuramente del nuevo reglamento de vivienda pública, con un saldo vergonzoso de construcción en su mandato, mientras asume (o endosa) la indemnización por resolución judicial a un cuidadoso profesional del metro, por sus injustificadas diatribas contra él.
Renuncio a una relación exhaustiva de casos que abarca desde lo más corriente -¡el agua!- hasta lo más sofisticado -la movilidad urbana, por ejemplo- y resultan una foto fija del panorama nacional. Y no es de extrañar, porque al principio de idoneidad, mérito y excelencia, se le ha dado la vuelta hasta retorcerlo y cambiarlo por el de amiguismo, nepotismo y desvergüenza partidista (Begoñas, hermanos, Ábalos y Koldos, aparte).
No estaría de más algún tecnócrata en este gobierno reconocido, reciente y solemnemente, autocrático por el presidente. Ni me extrañaría tampoco que acabemos diciendo irónicamente más tarde: “contra Sánchez vivíamos mejor”.