CULTURA
Sorolla en la Fundación Bancaja (y Manuel Vicent)
Una exposición expléndida organizada con mimo como un auténtico homenaje de mediterraneidad y valencianía
Unos días después de la poderosa inauguración de la exposición denominada “En el mar de Sorolla con M. Vicent” que la Fundación Bancaja ha organizado con mimo como un auténtico homenaje de mediterraneidad y valencianía, y unas cuantas prestigiosas y laudatorias crónicas después, no se esperará de mí que intente añadir nada de enjundia al discurso de los expertos sobre la pintura del genio valenciano. Tampoco trataré de hacerlo acerca de la también mediterránea factura de la obra de Manuel Vicent. Mejor, mucho mejor que yo, lo haría Ascen Figueres. Podría ensayar una comparativa particular de entre ambos maestros. Paisajes y pasajes, pinceladas y palabras, colores, matices, brillos y hasta texturas comunes en su respectiva producción artística. Pero tampoco me atrevo a hacerlo.
A lo que sí me atrevo, y es de justicia, es a constatar -una vez más- el liderazgo que el equipo que dirige mi colega Rafael Alcón, ejerce en el panorama de los amantes del arte en el que, entre propios y visitantes, somos muchos en esta ciudad.
Hay momentos mágicos como lo es ahora la coincidencia de nuestro valenciano con el genio malagueño, ambos tan internacionales. Pero no es menor la magia cuando cuelgan sus obras contemporáneos como Paco Caparrós, Horacio Silva o María Aranguren.
Es tanta y tan buena la información que esta muestra procura como el espléndido contenido pictórico, con una profusión de tamaños pequeños, tablas en general, menos conocidas por los aficionados que sus grandes formatos costumbristas.
Catorce años después -casi exactamente- de la icónica exposición entre los mismos muros, de cuatro docenas de piezas de la Hispanic Society of América, que tanto trabajó Felipe Garín con Facundo Tomás. Ambos buenos amigos de tierno recuerdo. Luego fue a Sevilla, Málaga, Bilbao y al Museu d'Art de Catalunya. Desde entonces, la Fundación ha mantenido el pulso de excelencia y, en consecuencia, consolidado su autoridad cultural.
Es tan cierto que Valencia ciudad, como la Comunitat en su conjunto, son crisol de creatividad artística. De la “dolça lengua valenciana” al decir de Cervantes, desde el guerrero de Moixent a las meninas de Manolo Valdés. Que ahí están San Pío V, Museo de Bellas Artes, el IVAM y el MUVIM y que nunca faltaron galerías ni coleccionistas privados. La todavía reciente -y potente- incorporación del CAHH, añade excelencia a una estela extensa de centros privados y públicos. También es cierto que no han faltado tiempos difíciles, revueltos en ocasiones, para la cultura en los ámbitos local y autonómico. De alguna manera son inciertos los actuales. También a nivel nacional.
En ese contexto resulta más meritoria la trayectoria de éxito en la que se ha instalado el Centro Cultural de la Fundación Bancaja, no sólo como ámbito propiamente cultural sino a la vez de encuentro. No es ocioso afirmar que la fecha de sus inauguraciones está en la agenda de actores culturales y profesionales tanto del sector público como privado. De las industrias culturales y de sus derivadas empresariales. De artistas, coleccionistas y aficionados.
No faltó tampoco esta vez María José Ferrer Sansegundo, asidua y antigua integrante de la Fundación, hoy teniente alcalde del Ayuntamiento de Valencia. Ni Pablo González Tornel, director del Museo de Bellas Artes, ni Mar Beltrán, también asidua y buena conocedora de la institución. Otros brillaron por su ausencia. Alguna clamorosa.
La muestra, como era de esperar, espléndida. Repetiré para estudiarla con detenimiento. Y agradecimiento.