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Amar mi territorio

El territorio -a diferencia de la energía- no se transforma. Por el contrario, cabe el riesgo de su destrucción cuando la intervención en el mismo no contempla adecuadamente las prioridades, en tiempo y lugar, para hacerlo.

Varias personas observan la crecida del río Magro, a 29 de octubre de 2024, en Alfarp,Europa Press

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“Amar mi territorio” es el título de la ponencia que presenté en 2009 en el Foro Universitario Juan Luis Vives, reivindicando una innovación territorial ligada a la sostenibilidad y la gobernanza. Quince años más tarde, el recuerdo me inclina hacia la melancolía. Mala consejera, es preciso abandonarla y pasar a la acción.

El territorio, como los seres y las cosas queridas, necesita ser conocido, entendido y cuidado. Necesita ser estudiado con detenimiento, apreciando su estructura y sus valores característicos, sus singularidades, sus aspectos más sólidos y, claro está, aquellos más vulnerables. No creo preciso extenderme mucho más en aras de justificar comparación tan sencilla.

El Plan de Respuesta Inmediata, Reconstrucción y Relanzamiento puesto en marcha con la disposición financiera de importantes cantidades dinerarias, debe dar con urgencia la respuesta que anuncia en la asistencia a las personas que han perdido a los suyos y lo suyo, y cuyo futuro próximo depende en gran medida de ello. La rehabilitación de lo que es razonablemente factible y el impulso de la actividad frenada por la catástrofe deben ser consecuencia cercana si la eficiencia en la tramitación de solicitudes, ayudas, subvenciones y préstamos blandos, se antepone a otros intereses y polémicas baldías.

Pero tengo para mí, que el territorio -a diferencia de la energía- no se transforma. Por el contrario, cabe el riesgo de su destrucción cuando la intervención en el mismo no contempla adecuadamente las prioridades, en tiempo y lugar, para hacerlo. Más aún si al hábitat, al territorio habitado, nos referimos.

El famoso PATRICOVA (Plan de Acción Territorial de Carácter Sectorial sobre Prevención del Riesgo de Inundación en la Comunitat Valenciana) y su preceptiva están vigentes desde 2013. Otros PAT relevantes, como el forestal (PATFOR) o el relativo a comercio (PATSECOVA) destacan entre los relacionados con el listado de hasta dieciocho áreas sectoriales, que incluye transición ecológica, agua, calidad ambiental y cambio climático, costas, medio natural y urbanismo en general. Todos de extrema importancia en la gestión territorial.

Pero si hay uno que ha cursado siempre en un delicado proceso de equilibrios entre intereses particulares y generales, ese es el PATRICOVA. La aprobación del desarrollo urbanístico, bien sea mediante nuevas figuras de planeamiento general o parcial, bien en la aplicación de las mismas, exige el análisis, el diagnóstico y la puesta en práctica de las medidas que contempla. Y el informe de la Confederación Hidrográfica del Júcar es preceptivo y vinculante. Rara vez, sin embargo, ha resultado fácil llegar a acuerdos sensatos y compartidos por todos en materia de agua. O de riesgo de inundación.

Es costumbre ancestral de los pueblos asentarse cerca de los cauces de agua, incluyendo las protecciones pertinentes en función de caudales y crecidas. Cabe recordar, a propósito, que Valencia fue fundada sobre una isla fluvial del Turia (como Notre Dame en París). Los graves problemas de sequía por los que la CV acaba de pasar, son la otra cara fea del abandono de la cultura del agua que, de hecho, ha venido a producirse.

He leído con interés las observaciones de los profesores de la UPV, Francés y Giménez, recientemente publicadas en LP. La necesaria intervención en el territorio a consecuencia de esta catástrofe, debe ser capaz de abordar las cuestiones medioambientales sin orillar la voluntad popular en la ocupación de aquel. Lo que exige máximos de rigor en el manejo de una información climática y cartográfica permanentemente actualizada. Y en su seguimiento y mantenimiento. Tanto más, de las infraestructuras -auténticas estructuras territoriales- que garantizan su utilización ordinaria.

Hay mucha responsabilidad compartida. Aunque se pueda entender que en momentos críticos, exacerbados los ánimos, veamos solo la ajena, es el momento de ejercerla por todos en el compromiso colectivo con el territorio.