El repartidor de carnés
El florentinismo dirige en 2021 al mejor club del siglo XX… con ideas del siglo XX. Incluyendo las comunicacionales y propagandísticas.
Me he dado cuenta, y no sé qué he hecho hasta ahora con mi vida, de que ya no soy madridista. O más bien, me han hecho darme cuenta, porque así lo braman algunos astutos colaboracionistas del régimen.
Mi carné de socio del Real Madrid con antigüedad desde 1986 o mis más de mil partidos de fútbol y doscientos de baloncesto como espectador presencial alrededor de cuatro continentes (pagando siempre de mi bolsillo) no sirven de nada porque tengo la feísima costumbre de pensar que Florentino Pérez, presidente del club al que amo, está más demodé que un recopilatorio de Los Pecos. Hace falta savia nueva, ideas frescas, menos clientelismo y, sobre todo, menos propaganda y menos gasto en mantener el imperio y en repartir carnés.
Son malos madridistas Del Bosque, Cristiano, Míchel, Raúl, Hierro, Casillas o Guti, así que tampoco es tan terrible estar al otro lado de la frontera. Ponen hasta boquerones en vinagre de aperitivo. El florentinismo es un movimiento tan raro que está convencido de que “te puedes cambiar de mujer, de trabajo, de religión o de casa, pero no de equipo de fútbol”, demostrando que esa facción dirige en 2021 al mejor club del siglo XX… con ideas del siglo XX. Incluyendo las comunicacionales y propagandísticas.
Florentino ha conseguido que una gran parte de la sociedad se crea su mensaje, confrontando términos antagónicos y, de paso, repartiendo carnés. “O eres florentinista o eres antimadridista”. No “o eres florentinista o eres antiflorentinista”, tampoco “o eres madridista o eres antimadridista”. No. La pelea es ante términos que no tienen absolutamente nada que ver. “O eres florentinista o eres antivegano” tendría el mismo sentido que el dogma de fe fabricado en la Estrella de la Muerte. En ese caso, a mí me sirvan un lomo alto poco hecho, por si hay dudas.
La doctrina goebbeliana de la propaganda se asentaba sobre tres bases: mensaje llano, simple y eficaz (el “conmigo o contra mí”), influencia total sobre el sistema nervioso (mantener un discurso único que muestre poderío imbatible para así impresionar a la gente) y el bombardeo sistemático de los dos primeros axiomas, la comunicación dogmática y la puesta en escena pomposa. Un bombardeo sistemático a través de los terminales habituales, los de los periodistas adscritos al régimen que mantienen el mismo discurso del club en todos los canales (papel, radio, televisión y social media).
Puede que no caigas a la primera, ni a la segunda, pero a la que hace cien millones acabas sometido. Y si no te sometes, no te preocupes: el Madrid es un equipazo maltratado por los árbitros, el año que viene estará aquí Mbappé y si no Haaland y si no Camavinga y si no Juni Calafat vendrá con unos brasileños desconocidos a 45 kilos el manojo, el nuevo Bernabéu (o el GafaStadium, como socarronamente le llaman algunos) es indispensable y si no te lo crees es que te habrán quitado el carné porque eres antimadridista, como yo.
Voy pidiendo esos boquerones en vinagre. ¿Un vermucito?