El gallo de Fanny
A la gallina del presidente de LaLiga, Javier Tebas, que es la de los huevos de oro y se llama fútbol, se le ha secado la cloaca (con perdón).
Muchos de ustedes recordarán, con una mueca seguro que cuanto menos singular, a Fanny, aquella catalana trabajadora de la carne (como se supo hace unos pocos días) quien, con una compañera del colectivo animalista 'Almas Veganas', aseguraba muy exaltada ante una cámara que los gallos violan a las gallinas para que éstas pongan así más huevos. Esta columna, con menos fuste que las de Hughes, no tiene lugar para valorar esas declaraciones, ni la profesión de Fanny-Úrsula, ni mucho menos para objetar si es tan “sensual e intensa” como indican sus promociones online.
Todo lo contrario: su misión es la de buscarle un gallo a la gallina de Javier Tebas. Porque a la gallina del presidente de LaLiga, que es la de los huevos de oro y se llama fútbol, se le ha secado la cloaca (con perdón); por donde antes salían docenas de relucientes ovoides dorados ahora apenas hay hilillos, como en el Prestige. Y cada vez menos.
Los datos que muestran que con la pandemia la gente ha huido del fútbol son más que contundentes. Y se reflejan en las audiencias televisivas. El Betis-Real Madrid de la pasada temporada, celebrado el 8 de marzo de 2020, justo antes del confinamiento, logró reunir delante del televisor a 1.319.000 espectadores, logrando un share del 7,6%. El del pasado sábado, emitido también por la televisión de pago, se quedó en los 738.000 espectadores, con una cuota de pantalla del 5,3%.
Cambiando de acera, el Barcelona-Villarreal del curso pasado, celebrado un miércoles de septiembre de 2019, fue visto por 1.015.000 televidentes con un share del 6,6%. El del pasado domingo, congregó a 982.000 personas, un 6,1% de cuota de pantalla. Ni siquiera el morbo del debut de Koeman en el banquillo azulgrana, de ver la cara de Messi tras su amago de espantá y el fulgor de Ansu Fati sirvieron para mejorar los datos.
La gallina de los huevos de oro llamada fútbol comienza a carraspear con virulencia, y Tebas (y los clubes, todos) bien haría en preguntarse qué es lo que ha hecho mal. Algunas cosas son de cajón: primero, la pérdida de talento (a borbotones) de LaLiga. Los mejores jugadores del mundo ni están aquí ni se les espera, por mucha propaganda que se intenten hacer algunos. Segundo, el espanto del VAR. El fútbol era un deporte que llevaba 140 años de vida sin necesidad de vídeo y ahora que lo han introducido no cabe duda de que es un deporte distinto. Será más justo, pero no es fútbol.
Tercero, la huida de las nuevas generaciones de los deportes tradicionales, una tendencia mundial de la que sólo se salva la NBA. Y cuarto, el terrible desprecio de los clubes para con sus aficionados: más preocupados de hacer caja que de velar por los que les dan de comer, han preferido jugar sin público a esperar a que los que mantienen el negocio puedan estar presentes.
Estaría bien que me explicaran por qué voy a pagar 2.700 euros al año por mis dos abonos en el Bernabéu cuando ellos han seguido a lo suyo sin acordarse un segundo de nosotros: para camisetas y banderas de apoyo al terruño, al primo recién operado de amigdalitis o al compañero lesionado siempre había tiempo, curiosamente. Así que sí, que alguien vaya avisando al gallo preñagallinas de Fanny. Tebas y los clubes lo van a necesitar.