No es una inocentada
Esta peculiar inocentada demuestra lo que los socios del Madrid son para los que rigen el club: unos miserias que necesitan migajas para estar entretenidos y que no estorben.
Lo que les paso a contar no es una inocentada, aunque bien podría serlo. Llevo siendo socio del Madrí ininterrumpidamente desde 1986, y tengo que reconocer que en pocas ocasiones mi club me ha avergonzado tanto como ahora. El récord, pese a todo, lo sigue manteniendo la no-boda de Ronaldo Nazario en París; el destacamento del club, de presidente (el actual) a directivos, altos cargos y jugadores en la Ciudad de la Luz para asistir al enlace; el inmenso empaque que dieron al acontecimiento los medios nacionales, siempre dispuestos a publicar una buena dosis de propaganda… y el ridículo terrible de que aquello no era una boda, ni religiosa ni civil ni nada de nada, sino una excusa para pasar un día por Francia, tomar unos chatos de vino (unos chaté de vin, que diría Tip) y escaquearse del entrenamiento. Jamás veré el nombre de mi club más arrastrado por el fango que en ese momento. Gracias a todos los que lo hicieron posible.
Pero me voy por las ramas. El pasado 23 de diciembre, a eso de la hora del almuerzo, los socios del Madrí recibimos un correo electrónico del departamento social. El asunto del email, que si queríamos una consola de nueva generación. Publicidá, pensarían muchos, que ni lo abrirían. Yo sí lo abrí, la curiosidad mató al gato porque a mi edad jugar a los marcianitos, que es como siempre se ha llamado a eso de jugar con videojuegos, me pilla relativamente a trasmano. Y tras leer su contenido, he tenido tal cabreo que mis cuñados pueden dar gracias a la pandemia, porque mi ira retenida hubiera explotado sin duda en la mesa de Nochebuena.
El correo electrónico es un auténtico despropósito que sólo muestra lo que los socios del Madrí son para los que rigen el club: unos miserias que necesitan migajas para estar entretenidos y que no estorben. Resulta que en el citado email se detallaban las instrucciones para poder conseguir esa flamante consola de nueva generación.
Durante un periodo de tiempo determinado, aquellos socios que adquiriesen una camiseta oficial del primer equipo (de fútbol, claro: el baloncesto nunca es primer equipo. Es “baloncesto”) con su dorsal y su nombre (107,95€, que se dice pronto), los adquirentes tendrán el inmenso honor, el fabuloso beneficio, de participar en un sorteo para acceder a la compra de una de esas flamantes consolas de videojuegos que se sortean, treinta en total.
Han leído bien, “participar en un sorteo para acceder a la compra”. Si el socio que ha adquirido su camiseta sale elegido en el sorteo, podría optar a comprar (estamos hablando de pagando, claro) una consola de videojuegos. No te la regala un patrocinador del Madrid, cuya marca publicita el departamento de socios aunque tú hayas marcado el “no quiero recibir comunicaciones comerciales de patrocinadores y/o terceros”, aunque eso de la LOPD el Madrí se la pasa por el techo retráctil.
Ya puestos, podrían haberse esmerado un poco más: haber sorteado el poder hacerse cargo de los 97 millones de euros de reducción de masa salarial que necesita el club para no tener pérdidas en este ejercicio, según sus presupuestos. O el comprar un Ferrari con los asientos tapizados con una funda de esas de bolitas de madera y un ventilador a pilas pegado en el salpicadero. Total, para decir que “no” tras el sorteo siempre hay tiempo. Y para tomar por imbécil al socio había formas mucho más imaginativas sin que pareciera el 28-D.