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El día que un futbolista abandonó el Real Madrid para dedicarse al arte

Tras ganar cuatro Copas de Europa, Ángel Atienza se retiró con 28 años para centrarse en su verdadera pasión: el muralismo. Todavía pueden verse sus obras en el metro de Madrid.

El día que un futbolista abandonó el Real Madrid para dedicarse al arte

Publicado por
Julen Izquierdo

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Cada vez nos extraña menos que un futbolista compagine su carrera profesional con el mundo, por ejemplo, de la música. A algunos de ellos, de hecho, se les da mejor esta que el fútbol: Jackson Martínez, Drenthe, Jesé... O ni uno ni lo otro. Para gustos, colores.

Hubo un tiempo en el que los futbolistas dejaban el deporte por el arte, pero por el arte de verdad. Lo hacían aunque hubieran ganado cuatro Copas de Europa, como Ángel Atienza. El madrileño, fallecido en 2015, llegó al Real Madrid de Di Stéfano en 1954 tras pasar por el Lucense y el Real Zaragoza. Fue el central titular del equipo en la Primera y la Tercera y en total jugó 73 partidos.

No obstante, Atienza era un romántico, un enamorado de la belleza, y en su cabeza siempre volaban ideas constantes de nuevas creaciones. Su pasión era el muralismo y su tiempo libre en el Madrid lo dedicaba a este.

Le trajo más de un problema con el club. El más grave a finales de 1958, cuando un tal Santiago Bernabéu le cogió por banda y le dijo (permítanme una reproducción un tanto ficticia de la conversación): "A ver, chaval, o te centras en el Real Madrid o te vas a hacer murales. Las dos cosas no". "Vale, presi -contestó-. Me voy a hacer murales. Adiós Alfredo -Di Stéfano-, adiós Santiago".

Así, tras ser puesto en esa encrucijada, Atienza abandonó el Real Madrid y el fútbol con 28 años para centrarse en el arte. Desde entonces, realizó obras como las vidrieras de España en la Feria Internacional de Nueva York de 1964, o las del Aeropuerto Internacional de Barajas. También murales, esculturas en hierro forjado y cuadros de cerámica en la Basílica María Auxiliadora de Madrid y en algunas estaciones de metro como Diego de León, Canillejas o Ibiza.

Un viaje a Venezuela en 1976 hizo que se enamorase del país y se instaló en Caracas hasta 2001, cuando asaltaron su casa y una bala le rozó el fémur. El incremento de la violencia en la ciudad hizo que huyese a Barcelona. Poco tiempo después de aterrizar, le diagnosticaron Alzheimer, pero eso no le impidió restaurar las vidrieras del Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Más tarde, cuando su enfermedad empeoró, se dedicó a la pintura. Murió con la brocha en la mano en 2015 y de la forma más cruel: sin recordar sus grandes días como futbolista del Real Madrid y como artista. Nosotros, hoy, disfrutamos de su creación.

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