Real Madrid 2 – 0 Valencia: Kroos no conoce la siesta
Los de Zidane, gracias a los tantos de Benzema y Kroos, ganan cómodamente a un Valencia sin alma ni ganas. Carvajal volvió a lesionarse.
El Madrid no necesitó ni despeinarse, aunque seguro que tuvo que tirar de desodorante. Porque los de Zidane vencieron (2-0) al Valencia en partido de la vigésimo tercera jornada de Liga, con goles de Benzema y Kroos.
Fue el primer domingo primaveral de Madrid, tras un invierno frío y lluvioso (Filomena aparte): veinte grados, sol radiante, cielo azul. Y un rival vestido de naranja que decidió ni comparecer al partido y aprovechar la torrá del sol para recuperar niveles de Vitamina D. Porque los de Javi Gracia hicieron un partido lamentable: sin intensidad, sin ganas y, por supuesto, sin fútbol. Como el truco de un prestidigitador: nada por aquí y nada por allá. Y ante un equipo invisible, Kroos, el alemán que no conoce la siesta, se agigantó para controlar el partido de cabo a rabo e imponer su ley.
Contar algo del primer tiempo es un ejercicio de imaginación, o casi. Porque el Madrid marcó dos goles, vio cómo le escamoteaban un posible penalti por un pisotón en el tobillo a Benzema al minuto de juego y tuvo que soportar la enésima lesión muscular de un Carvajal que parece poseído por el espíritu de Gareth Bale. Los goles, uno cuando se llevaban poco más de diez minutos obra de Benzema y otro al filo del descanso, uno de esos fútbol-putts de un Kroos que volvió con el modo formidable activado, hicieron justicia a lo visto sobre el campo.
Un Madrid poco fluido pero que dominaba a placer y un Valencia que lo único que hizo fue apiñarse en torno a Jaume Doménech sin siquiera plantearse el tener aviesas intenciones. Quedó clarísimo en una jugada en la que Guedes recuperó un balón, salió como un tiro hacia el área madridista… y cuando se dio cuenta tuvo que echar el ancla porque el compañero más cercano estaba a veinte metros. Pero a veinte metros a su espalda. Nadie le acompañaba con un mínimo garbo.
Lo mejor del primer tiempo, el metrónomo de Kroos aparte, fueron dos enfados de Benzema. El primero, con Vinicius. El francés le pegó un pase terrible, un melón infumable, al brasileño, que no pudo controlar el regalo envenenado. Karim le pegó una bronca televisada a Vini que no venía a cuento, pero que en la pantalla intentó dejar claro que el culpable de la birria de pase al brasileño fue el delantero canarinho, no él.
El segundo fue cuando, justo tras la lesión de Carvajal y después de que el Valencia mandara el balón fuera del terreno de juego para que el lateral fuera atendido, Asensio decidió sacar rápido hacia Karim y montar una contra, en uno de esos despistes mentales que pasan de vez en cuando. Karim, en vez de reírse del lapsus del balear, le montó otro pollo con muchos aspavientos. Todo un capitán.
El Valencia había encajado los dos goles desde la frontal: jugaba tan metido en su área que parecían repartidores de Just Eat o Glovo esperando que Jaume Doménech sacara las pizzas de dentro de la portería para proceder a repartirlas. Las pizzas eran el balón, y apenas olieron ninguno y, cuando lo olían, no llegaban jamás a la entrega porque un inconmensurable Casemiro se la birlaba. Y el Madrid, a falta de nueve, ensayó el disparo lejano, con gran tino.
La segunda parte comenzó por los mismos derroteros, aunque el Valencia meneó el banquillo buscando una reacción que apenas se notó. Si acaso, con un disparo lejano de Maxi que rechazó Courtois en su intervención de nivel de cada día. Pero el juego seguía siendo similar, con un Madrid muy superior pero que daba la sensación de no querer pisar el acelerador y unos visitantes más espesos que un batido de alquitrán.
Un gol anulado a Mendy por un fuera de juego delimitado por el VAR y su colección de bigotes de gamba animó algo el encuentro, que estaba decidido desde que el balón echó a rodar porque los jugadores del Valencia así lo quisieron.
Zidane decidió, ¡oh, cielos!, hacer hasta cuatro cambios, que la Champions llega y algunos andan con la gasolina justa. Así que Arribas dispuso de veinte minutos, volviendo a dejar detalles pese a que tuvo que jugar en el tramo más desangelado del choque y volviendo a gozar de más tiempo de juego que Isco, que cada día que pasa tiene más pinta de convertirse en una bomba de acción retardada cuya explosión, sea cuando sea, puede salpicar más de lo deseado.