En el adiós a Sergio Ramos
"Durante un tiempo, cuando haga falta que en un partido alguien entre en combustión y arrastre a sus compañeros, todos buscaremos al del brazalete y el cuatro a la espalda, y no estará"
No hace falta escarbar mucho para saber que quien suscribe consideraba que la etapa de Sergio Ramos en el Real Madrid tendría que haber terminado hace tiempo. Tampoco hace falta escarbar mucho para saber que quien suscribe, hace apenas 17 días, cambió de idea y apuntó en este mismo foro que Ramos debería quedarse en el Real Madrid la próxima temporada por su ascendencia sobre el equipo, advirtiendo además de que esa medida sería altamente impopular.
Así que ha tocado populismo, que de eso el club blanco sabe un rato: Sergio Ramos dejará de ser jugador del Real Madrid en trece días. El Madrí se libra de un jugador que la pasada temporada fue una rémora en el campo y que desde hace tiempo lo era en los medios pero pierde a uno de los poquísimos tíos que tenía en plantilla que sienten cosas cuando juegan al fútbol y que era capaz de transmitirlo. Y eso es un drama.
No voy a convertirme en millennial (más que nada porque soy tan boomer que me tocó vacunarme ayer contra la COVID) y decir que Sergio Ramos es el mejor central de la historia del Madrid. A los que hemos visto jugar a Sanchís y a Hierro se nos saltan los empastes, y eso que algunos (me incluyo) no tuvimos la oportunidad de ver a Benito, Santamaría, De Felipe, Ciriaco o Quincoces. No reconocer la inmensa importancia de Sergio Ramos en el Real Madrid actual es un error tan catastrófico como negar la importancia de sus fabulosos antecesores.
Ramos ha sido un central imperial, pero conviene recordar que nunca jugó ahí hasta que un pérfido portugués de Setúbal llamado Mourinho decidió apartarle del lateral derecho, donde su espalda se había convertido en un coladero, para situarle en el eje de la defensa y además por el otro costado: central izquierdo. De eso hace sólo diez temporadas.
Allí Ramos, por su velocidad y contundencia, encontró el mejor lugar desde el que mostrar sus habilidades y camuflar en la medida de lo posible sus carencias. Su papel ha sido extraordinario. Pese a sus canelitadas, pese a su afición por los saraos hasta que sentó la cabeza. Pese a los líos en que le ha metido su hermano y representante o quizás no, porque nunca sabremos qué fue antes, si el huevo René o la gallina Sergio.
En Ramos lo que sí sabemos es que hubo una Lisboa, para goce de todos los madridistas. Y hoy todos esperamos que la escenificación del adiós de dentro de un rato sea un mero teatrillo, que no haya reproches ni malas palabras, que la herida quede totalmente cauterizada y no sea el comienzo de la Matanza de Texas.
En un rato anuncia su adiós del Real Madrid un tío que, además de un gran futbolista, le daba al equipo un plus que es el que tendrá que buscar ahora. Un motivador. Hace tres años, este equipo perdió al que nunca quería que le ganaran: Cristiano. Ahora le toca quedarse sin el que agarra a los compañeros de la pechera y les convence de que se puede ir a la guerra con un estuche de plastidecores y aún así salir triunfante, que es ni más ni menos que lo mismo que Juanito, Camacho, Pirri y Di Stéfano inculcaban a sus compañeros.
Estos que cito también tuvieron que irse del Real Madrid y el club siguió adelante. Se marcha Sergio y el Madrí seguirá adelante. Pero durante un tiempo, cuando haga falta que en un partido alguien entre en combustión y arrastre a sus compañeros, todos buscaremos al del brazalete y el cuatro a la espalda, y no estará. Y lo que es peor, no se adivina a nadie que pueda hacerlo. Suerte, Sergio.