Espanyol 2 – 1 Real Madrid: Ancelotti sirve el alpiste
Segunda derrota consecutiva del equipo tras uno de los peores partidos que se le recuerdan. De Tomás y Aleix Vidal anotaron para los pericos y Benzema para los blancos.
Ancelotti miró al perico, le vio hambriento y le dio alpiste hasta saciarle. Una serie de catastróficas decisiones del italiano, unidas a un mal partido en general del equipo blanco, provocaron la segunda derrota consecutiva del Real Madrid en este comienzo del otoño. El trastazo ante el Espanyol (2-1) es de los que escuecen y vuelve a dejar el mismo mensaje que siempre: con Benzema solo no da para ganar nada y hay que rodearle.
El Madrid despachó uno de los peores partidos que se le recuerdan en mucho tiempo, y soy capaz de acordarme de muchos malos: el Sheriff de esta misma semana, por ejemplo. Un equipo blando, fuera de sitio, sin ánimo, descolocado, poco trabajado, con una distancia entre líneas tan grande que da para irse de Puente a una casa rural entre la defensa y la delantera…
Ancelotti apostó por un once que olía a despropósito y, pese a que durante los nueve primeros minutos hasta parecía una genialidad táctica, porque el equipo tuvo una ocasión y mandaba sobre el césped, fue precisamente eso: un despropósito.
Ancelotti experimentó con Alaba de lateral, pese a que públicamente ha señalado que el austriaco es central; con Camavinga como extremo izquierdo; con Valverde enjaulado a la derecha; con Kroos y Modric, dos tortugas en el velocísimo fútbol de hoy en día, llevando la manija en el medio… Jugando a ritmo de tortuga, como si fuera 2010 y el tiki taka aún siguiera vigente, el Madrid fue un apetecible alpiste para los pericos. El primero que se dio cuenta de que se podía hacer sangre fue Embarba, un futbolista al que se le da especialmente bien el equipo blanco, desde su etapa en el Rayo.
A partir de él, y ante la empanada blanca, se fue ajustando el Espanyol, equipo limitado pero ordenado y que además de la lucha de cualquier equipo españolista cuenta con el buen pie de Darder y el gol de Raúl de Tomás. Precisamente ellos tres hilvanaron el 1-0, pase al espacio del balear, empanada de Alaba, carrerón y centro al primer palo del madrileño, no se enteran Militao ni Lucas Vázquez y el hispano dominicano reventaba las cuotas de las casas de apuestas.
El tanto no espoleó al Madrid, más frío que el pescuezo de un pingüino durante todo el partido. El Espanyol siguió a lo suyo mientras la distancia entre líneas de los blancos, aunque parecía imposible, iba en aumento. Modric y Kroos no podían sujetar a nadie en el centro, y tampoco ordenaban el juego ante la presión perica, así que el equipo madridista naufragaba mientras los locales vivían realmente cómodos.
La entrada de Rodrygo por un transparente Camavinga justo tras el descanso no reactivó al Madrid. Vinícius era una sombra, Valverde no llegaba a ningún balón dividido y Benzema no encontraba ningún socio para intentar morder a Diego López. Y el Espanyol aprovechó otra empanada madridista para hacer el segundo, en una arrancada de Aleix Vidal que siguió Modric con la mirada y a la que salió mal, a destiempo y sin ayuda, Nacho: el ex del Barcelona se plantó solo ante Courtois y puso el partido a los blancos como la imagen del Alpe d’Huez para un velocista. Y entonces, solo entonces, Ancelotti reaccionó.
Modric y Kroos salieron del campo, al fin, y entró Casemiro. El que dicen que está mal, pero que con su sola presencia igualó las fuerzas en el medio. Menos exquisiteces con el balón pero mucho más orden y presencia en campo rival, en defensa y ataque. Benzema empezó a notar la presencia de compañeros cerca (también entró Jovic) y el líder liguero empezó a tener presencia: el galo anotó el 2-1, con gol anulado antes y otro a Jovic después por sendos fueras de juego claros.
Al Espanyol le temblaban las rodillas, con Darder (que perdonó el que podría haber sido el 3-0) y Embarba ya fuera del campo, y trató de agarrarse a su fe hacia la Virgen de la Merced para mantener el triunfo. Y lo hizo, dejándose el alma. Lo que le volvió a faltar al Real Madrid. Dos derrotas consecutivas de las que escuecen, y escuecen de verdad.