España, a la calle por la puerta de atrás, con Marruecos y en penaltis
Una frustrante selección española no fue capaz de marcar un gol en 120 minutos ni tampoco en la tanda de penaltis. Fue muy superior, pero no sirvió para superar el plan defensivo africano.
Luis Enrique sorprendió dando entrada a Marcos Llorente en una posición en la que no le gusta jugar, la de lateral derecho. El técnico quería velocidad para defender, pero la jugada no le salió demasiado bien, ya que el excéltico Boufal, por la zona del colchonero, fue el más peligroso de la primera parte. Además, el seleccionador apostó, de nuevo, por Marco Asensio como falso nueve, y el madridista fue el más incisivo de los primeros 45 minutos. El resto, los de siempre.
Iba a ser difícil y así fue. Marruecos era un hueso y eso es lo que fue. España dominó con su posesión y sus pases tradicionales, pero no fue capaz de encontrar demasiados huecos en la maraña defensiva de un equipo que jugaba en menos de 30 metros. Costó. Y mucho.
Porque en los primeros 20 minutos apenas hubo nada que contar, salvo los atrevimientos defensivos de los marroquíes. A la tercera vez que el sevillista Bounou puso en vilo a los 30.000 marroquíes que se desgañitaban en las gradas, el técnico se hartó y todo fue jugar en largo. Una pena porque el circo defensivo africano prometía.
Además de eso poco hubo hasta el minuto 26 cuando Jordi Alba vio un hueco donde nadie miraba y dejó solo a Asensio, que disparó a la red marroquí, pero por fuera. Fue el primer, y casi único susto, español de la primera parte, pero influyó en los africanos, que corrieron mucho y presionaron bien a los talentosos jugadores españoles del centro del campo. En realidad, el partido era uno de tantos, como aquellos que España ganó en Sudáfrica. Allí estaban Xavi e Iniesta en plenitud, aquí Pedri y Gavi, brillantísimos, pero aún en formación.
Pero el partido estaba, básicamente, equilibrado y eso supone que el equipo rival también juega y, de vez en cuando, hasta ataca. Y como defensivamente España es un equipo menos que discreto, llegaron las ocasiones de los marroquíes. Y fueron, sobre todo, dos. Una primera, más inocente, con un tiro desde fuera del área de Mazraoui, que Unai Simón detuvo con algún apuro más que el deseable. Y, sobre todo, un cabezazo del central Agerd en el 42, que heló la sangre de unos cuantos millones de españoles. En realidad, era lo de siempre, España sufriendo cuando le quitaban el balón y le dominaban. Nada nuevo bajo la noche catarí.
Mejoría evidente tras el descanso
Por fortuna, Marruecos no era Japón y los africanos salieron del vestuario con la misma idea del principio. Y España, con los mismos, aunque la salida, un pelín más rápida que de costumbre, daba ciertas esperanzas para lo que quedaba. Un disparo de Dani Olmo a la salida de una falta fue el primero tiro a puerta de España. Era el minuto 54, pero el partido pintaba diferente, con los marroquíes encerrados y los futbolistas de Luis Enrique mucho más dinámico.
Superada la hora, Luis Enrique miró al banquillo. Entraron Morata, por Asensio y Carlos Soler, por Gavi. El asturiano es el que más sabe, pero ambos cambios, complicados de entender, especialmente el del blaugrana, uno de los más brillantes del equipo y, de lejos, el más combativo. Por Marruecos, salió Abde, ahora en Osasuna cedido por el Barça, por un agotado Boufal.
Sale Nico y el acoso ya es casi asedio
El partido ya solo se jugaba en una mitad del campo, con España atacando, malgastando saques de esquina y Marruecos defendiendo como ese equipo al que solo le habían marcado un gol en lo que va de Mundial. Un frontón africano, más o menos, aunque sin ese asedio que hubiéramos deseado todos los sufridores españoles. Hasta el minuto 70 todo se había quedado en acoso.
Luis Enrique pensó en Nico Williams para aprovechar que los marroquíes estaban más tiesos que la mojama y el del Athletic, que nada más salir, encaró, sustituyó a un Ferrán Torres, que acumuló otro partido insignificante con la selección. El acoso se estaba empezando a convertir en asedio, aunque sin tirar a puerta, un pecado mortal para cualquier equipo que quiere ganar, pero el encuentro, allá por el minuto 80, no pintaba demasiado mal. Así, Morata lo intentó, pero ninguno de sus compañeros confió en que el colchonero llegara a la línea de gol. Y había llegado.
Los marroquíes, físicamente muertos, rezaban por la prórroga, aún con algún zarpazo de sustitutos con piernas frescas, y a España ese plan no le molaba nada, por lo que seguía apostando por la insultante juventud y el impagable descaro de Nico Williams. Morata cabeceó alto cuando eran cinco los minutos de prolongación que marcó el árbitro y, al momento, Unai Simón despejó, en el ultimísimo momento, un balón que si Abde hubiera sido más rápido, estaríamos llorando.
Bounou salvó en la última falta el disparo inteligente de Dani Olmo y, en el córner posterior, Laporte lo tuvo, pero el reloj no paró. Y, directos a la prórroga. 30 minutos, con los marroquíes disponiendo solo del cambio que provoca automáticamente el tiempo extra y con España, experta en prórrogas, con tres posibilidades en el banquillo de cambiar un choque que daba derecho a soñar.
Tras los primeros compases del tiempo suplementario, con Nico Williams insistiendo por la banda derecha, Luis Enrique volvió a mover el banquillo y salieron Ansu Fati, por Olmo y Balde, por un Jordi Alba que llevaba media hora jubilado.
Una brillante jugada de Morata acabó, para variar, sin disparo, pero España seguía insistiendo con ataques constantes. Sin embargo, en el minuto 104 apareció el ángel de Unai Simón, que salvó con un paradón el tiro más peligroso de todo el partido. Cheddira no estuvo afortunado, pero el portero del Athletic salvó a España.
Era todo o nada. Quedaban solo 15 minutos y, quien más, quien, menos, empezaba a divisar los espantosos penaltis. España había sido insultantemente mejor, pero la ocasión más clara del partido la acababa de tener un marroquí que deambula por la segunda división italiana.
La segunda parte de la prórroga fue igual de frustrante que el resto del partido. El fantasma de la eliminación en Rusia 2018 se aparecía cada poco. Marruecos estaba haciendo el partido defensivo de su vida, con demostración brutal de Amrabat, pero España había tirado ¡dos veces! a portería en 120 minutos. Morata desaprovechó una buenísima contra y Luis Enrique, ya decidido por los penaltis, quitó a Nico Williams, sorprendidísimo, para dar entrada a Pablo Sarabia, especialista en penas máximas.
Sarabia, al palo, y directos a los penaltis
Añadió tres minutos, pero bien podrían ser 400 horas, que España sería incapaz de disparar, que luego, lo de marcar, sería otra historia. Y Sarabia, a lo mejor en fuera de juego, la mandó al palo en el mejor disparo del encuentro. Luis Enrique dijo ayer mismo que los penaltis no eran una lotería y que había pedido a sus jugadores que llegaran a la concentración con 1.000 penaltis lanzados entrenando con sus clubes. Había llegado el momento de demostrarlo.
Marruecos comenzó tirando en la tanda. Sabiri empezó marcando. Sarabia, que había salido al campo por este motivo, mandó el balón al palo izquierdo de Bounou. Los africanos estaban por delante. Ziyech, el mejor de Marruecos, lo marcó por todo el centro. Los nervios eran ahora para España, y más concretamente para Carlos Soler, que falló ante el sevillista. España estaba fuera del Mundial, pero Benoun le dio una esperanza al detener la máxima pena Unai Simón. Fue Busquets, pero también erró. Tres penaltis y ningún gol. Achraf marcó el suyo y nos mandó a la calle. A Luis Enrique, también.