Fernando Alonso acaba tercero en el caótico Gran Premio de Australia
Una prueba que fue un desastre en su última media hora, debido a una decisión absurda y una accidente que implicó a los dos españoles: Sainz fue sancionado y acabó fuera de los puntos
Ni tanto ni tan calvo. Ni con el caos y el descontrol que pretendió dirección de carrera en las dos últimas vueltas, con una bandera roja absurda para provocar una competición a dos vueltas, ni con un final bajo régimen de coche de seguridad y sin correr, como así fue. Fernando Alonso acabó tercero en el Gran Premio de Australia, celebrado este domingo en Melbourne. Una prueba que fue un desastre en su última media hora, debido a una decisión absurda y una accidente múltiple que incluso implicó a los dos españoles, con Sainz sancionado cinco segundos y décimosegundo al final
Todo fue en los dos útlimos giros. Magnussen tocó un muro y perdió una rueda. Cuando todo parecía que podría resolverse con un safety car, de repente dirección de carrera decidió que recoger los restos del accidente sólo podría hacerse bajo bandera roja. De repente, la carrera, a 58 vueltas, se decidiría en solo dos, con salida desde parrilla. Es obvio que lo iba a pasar: son pilotos de carreras, y si hay una oportunidad meterán el coche con el cuchillo entre los dientes.
Sainz golpeó a Alonso en la primera curva y le mandó al último puesto. Pero la fortuna sonrió al asturiano. Sargent le atizó a De Vries por detrás, mientras Ocon y Gasly, los dos pilotos de Alpine, tenían un accidente conjunto y muy violento. Otra bandera roja. Como no había pasado nadie por el punto de detección del primer sector, la carrera se reiniciaría de nuevo con las posiciones de la resalida anterior. Alonso recuperó el tercer puesto, pero Sainz, que era cuarto, sufrió una penalización de cinco segundos que le mandó al último puesto al final de la prueba.
Fue una carrera que hasta el caos final estuvo marcada por la estrategia y también por los incidentes de carrera (cuatro coches de seguridad, un coche de seguridad virtual y tres banderas rojas). La superioridad del monoplaza de Max Verstappen en el trazado australiano no cogió a nadie por sorpresa: el holandés controló toda la carrera a su antojo, salvo en sus archiconocidos problemas en salida en parado, y cuando exprimió la cornamenta de su Red Bull le endosaba al menos un segundo a todos sus rivales, algo menos en el caso de su compañero Checo Pérez. El bólido austriaco compite en otra liga.
Por detrás, la evidente mejoría de Mercedes y Ferrari en el tercer Gran Premio de la temporada fue patente. Russell y Hamilton eran dos disparos. Carlos Sainz competía con los mejores, mientras su compañero Leclerc abandonaba en la primera curva del Gran Premio tras un encontronazo con Stroll. El madrileño y Russell arriesgaron con un cambio de ruedas muy pronto, en una estrategia arriesgada pero que podía salir redonda... pero la primera bandera roja de la carrera, tras accidente de Albon, les castigó a la zona media de la parrilla. Tocaba remontar. Carlos pudo, pero George acabó con una parrillada en la zona trasera de su Mercedes, abandono con el motor ardiendo.
La prueba en The Land of Down Under fue casi una procesión digna de cualquier Domingo de Ramos en España. Todos controlaban al piloto que tenían por delante, sin querer acercarse demasiado para no castigar los neumáticos duros y poder ir sólo a una parada, y sin dejar que los que venían por detrás se aproximaran tanto como para activar el DRS, que en este circuito daba ocho décimas por vuelta, un mundo en una carrera en la que, salvando a Verstappen, los ocho siguientes pilotos rodaban en sólo diez segundos.
En el tramo final, llegó el caos reseñado con el que abríamos el texto. Otra vez varias decisiones de dirección de carrera que agradarán mucho al que ve la Fórmula 1 por una serie de televisión pero que desagradan a los que aman el motorsport. El signo de los tiempos. Al menos no ha llegado el VAR...