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Lamentable: así fue la enésima demostración de que Mourinho no sabe perder

El técnico de la Roma no esperó, a diferencia de sus jugadores, a que el Sevilla recibiera el trofeo de la Europa League, regaló la medalla a la grada y esperó al árbitro en el parking.

Mourinho, durante la final frente al Sevilla.

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Hay cosas que no cambian, incluso, empeoran. Por mucho que José Mourinho acumule ya algún que otro año fuera de los clubes que se juegan el título más importante de la temporada, las malas formas que el portugués ya demostró en el Real Madrid continúan. E, incluso, de nuevo, empeoran.

La última demostración se produjo en la derrota de su equipo, la Roma, en la final de la Europa League anoche frente al Sevilla. El espectáculo que protagonizó durante todo el encuentro fue lamentable, con constantes protestas y superando constantemente las limitaciones de su área técnica sin que los colegiados le reprendieran por ello. Los piques entre su banquillo y el del conjunto hispalense fueron tan habituales que dejaron de ser noticia. La táctica, la de siempre en Mourinho: mandar por delante a ayudantes y jugadores para después aparecer él para pedir calma. Irrepetible.

Y, como siempre ha sido habitual en su carrera, el portugués llevó fatal la derrota. Se trataba, de hecho, de la primera final continental que no ganaba y, claro, incluso en esa situación, tenía que ser el protagonista. Y su minuto de gloria llegó después de que el árbitro pitara el final del partido y la Roma se quedará huérfana del título. Mientras todos los jugadores permanecían en el césped para asistir a la ceremonia de entrega del trofeo de la Europa League, Mourinho ya no estaba allí. Dejándose ver en su salida, ya estaba en el vestuario, no sin antes haber regalado la medalla de subcampeón a un joven aficionado romanista.

"Siempre lo hago, me quedo las de oro. Regalo las de plata, no las quiero", fueron las palabras que respondió Mourinho a la conclusión del encuentro.

Pero el espectáculo del portugués no acabó ahí, ya que optó por esperar en el parking del estadio a los árbitros del partido, de los que se quejó amargamente y de los que se despidió con un expeditivo "Fucking UEFA".

Y ya en la sala de prensa, Mourinho pareció querer despedirse de la Roma, en unas declaraciones que parecieron muy similares a la que ya realizaba cuando era entrenador del Real Madrid y se lamentaba de que todo lo tenía que hacer él en su club. "Estoy cansado de ser la cara que dice que nos han robado"... Porque, por supuesto, Mourinho no podría despedirse en una derrota sin acusar a los colegiados de haber pitado en su contra. Si no, no sería él.