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Vinicius de día y Vinicius de noche: golazo y otro follón

El brasileño vuelve a ser fundamental para su equipo marcando el tanto que clasificó al Real Madrid ante el Leipzig, pero se jugó la expulsión tras un rifirrafe absurdo con un adversario

Vinicius, propinándole el manotazo a Orban

Publicado por
Miguel Queipo de Llano

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Con muchos más apuros de los previstos, tras un partido horrible en el que el público asistente al Santiago Bernabéu mostró su desaprobación por el mal juego del equipo y el pésimo planteamiento de Carlo Ancelotti, el Real Madrid se clasificó para cuartos de final de la Champions tras empatar (1-1) con el Leipzig en la vuelta de octavos. Hizo valer el 0-1 cosechado en Alemania hace dos semanas, pero jugó con fuego: un disparo de Dani Olmo al larguero en la prolongación casi mete un susto morrocotudo a unos madridistas que no dieron la talla.

El partido, más allá del mal desempeño blanco, estuvo marcado, otra vez, por un Vinicius que no sale de una para meterse en otra. Otra vez, golazo del brasileño, tanto salvador tras lo que se vio sobre el verde. Pero también, otra trifulca de esas tan suyas en las que perdió la cabeza y le dio un manotazo a un jugador adversario, Orban, que bien pudo ser merecedor de una tarjeta roja y no de la amarilla que le mostró el árbitro. Son las dos caras de Vinicius, tan buen futbolista como camorrista pendenciero de polígono industrial.

El gol de Vinicius fue una oda al buen fútbol. El único fogonazo blanco del partido. Un pase exquisito de un Bellingham que comienza a acusar notoriamente la carga de partidos y una definición de crack del brasileño. Vini se ha convertido en el salvador blanco en esta etapa de la temporada en la que el equipo aparece sufriendo y con las pilas descargadas: tres empates seguidos, pero tres goles del brasileño, enchufadísimo de cara a puerta.

Salvado por los pelos

Pero mientras ofensivamente las prestaciones de Vinicius suben y suben, sus salidas de pata de banco son cada vez más frecuentes. Encararse con las gradas adversarias y pretender que te digan "bonito" no es algo que esté arraigado en la cultura futbolística, precisamente. Una cosa es tener piques deportivos con rivales sobre el terreno de juego y otra, perder los papeles y agredir, tanto verbal como físicamente, a los contrincantes.

Ante el Leipzig, en una jugada absurda y sin sentido, le propinó un manotazo con ambas manos en el cuello a Orban, una jugada más aparatosa que peligrosa, pero que muchos árbitros podrían haber considerado agresión. Aquello se saldó con una amarilla, pero bien pudo ser roja con un colegiado menos transigente o con un VAR más pendiente de las pantallas que de rascar la última patata frita de la bolsa. Sí, el Madrid tiene que tomarse ya en serio educar a Vinicius. Ayer casi le cuesta unos cuartos de final de Champions, y eso son muchos millones de euros.