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El Barcelona se convierte en un polvorín tras un año desastroso

Problemas con el estadio, ridículo en las secciones de fútbol masculino y baloncesto, el despido reversible de Xavi, el traslado a Montjuic, la crisis económica y las palancas... Laporta, en la picota

Así luce el nuevo Spotify Camp Nou, estadio del FC Barcelona, a un año del inicio de las obras

Así luce el nuevo Spotify Camp Nou, estadio del FC Barcelona, a un año del inicio de las obrasFCB

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Miguel Queipo de Llano

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El Barcelona está contra las cuerdas. Hasta Víctor Font, el principal opositor a las políticas que lleva a cabo el presidente azulgrana, Joan Laporta, lo tiene claro: "Laporta es más el problema que la solución". Tras un año desastroso en lo social y en lo deportivo, porque el primer equipo de fútbol masculino y el de baloncesto no han conseguido ninguno de sus objetivos prioritarios, el club barcelonés es un polvorín.

Todos esos problemas se añaden a las ya consabidas apreturas económicas de un club que financieramente está carcomido hasta el tuétano. La mastodóntica deuda, las palancas que se activaron pero no se activan, la sempiterna lucha con el fair-play financiero de la LaLiga, la imposibilidad de acudir con garbo y desparpajo al mercado de fichajes... Una situación que, por mucho que se empeñe el presidente de la patronal, Javier Tebas, no tiene visos de solución a corto plazo.

El desastre deportivo

Pero es que a Laporta se le acumula todo. Lo primero, el enorme fracaso deportivo en las secciones de fútbol masculino y en el baloncesto. Cierto es que el Barcelona es un club polideportivo y en algunas secciones ha arrasado, pero no es menos cierto que las dos más importantes y las dos únicas que pueden ser rentables económicamente han sido un disparate en cuanto a resultados.

Como se diría en redes sociales, 'nadaplete'. Ningún título en fútbol, ninguno en baloncesto. Y con sensación de debilidad asombrosa. Más aún por los éxitos del rival que los azulgrana tienen entre ceja y ceja, el espejo en el que no dejan de mirarse y siempre se encuentran a la Bruja de Blancanieves. Un Real Madrid que ha ganado Champions, Liga, Mundial de Clubes, Supercopa de Europa y Supercopa de España en fútbol y Liga, Copa y Supercopa de España en baloncesto, y que no ganó la Euroliga por un mal día. 'Demasié pa'al body' de un culé.

Todo ello ha provocado el despido de los dos máximos responsables deportivos de las secciones, Xavi Hernández (con el ridículo añadido del "ahora-sí-ahora-no" y el estrepitoso error del Pacto del Sushi), y Roger Grimau. Ahora toca, hay que vender ilusión, decir que van a llegar los mejores del mundo a cada uno de los equipos. Mentira. Como diría Javier Milei, presidente argentino, "no hay plata".

Ridículo Hezonja y el estadio

A perro flaco todo son pulgas, y el mejor ejemplo es lo que ha sucedido con el jugador de baloncesto Mario Hezonja. El Barcelona se metió por medio en su renovación con el Real Madrid buscando un Caso Figo en baloncesto, pero salió trasquilado. En la Liga de baloncesto no hay fair-play financiero y el club quiso hacer un esfuerzo económico importantísimo para arrebatarle a un jugador importante al eterno rival. Agua. El croata utilizó a Laporta para aumentar su contrato con los blancos y la sensación de fracaso es total entre los culers.

A todo ello se añaden los problemas y dudas con la reforma del estadio. El traslado a Montjuic durante las obras dejó a multitud de abonados sin asiento y visiblemente enojados por tener que trasladarse al recinto olímpico, lejos del hábitat azulgrana habitual. 

La pérdida económica de tener un recinto inhóspito y de menos capacidad ha mermado aún más la economía azulgrana, pero es que además hay dudas respecto a la empresa turca Limak como adjudicataria de la reforma, la irrelevancia absoluta del arquitecto encargado del proyecto (no es conocido entre la Asociación Arquitectes x l'Arquitectura, una de las más importantes de España) y los sobrecostes de una obra que decían que podía llegar a durar nueve años y pretenden empezar a llevar público sólo año y medio después son más gasolina desparramada sobre el polvorín en el que se sienta Laporta con Víctor Font presto a encender la cerilla.

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