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El fútbol se resquebraja desde dentro: jugadores y aficionados llegan a su límite

Los futbolistas amenazan con una huelga ante el sobrecargado calendario, que les impide descansar y rendir a su nivel, mientras que los fans españoles estallan tras ser multado un hincha por beber cerveza

Rodri, capitán de la selección española, dio la voz de alarmaconor molloy

Publicado por
Miguel Queipo de Llano

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El fútbol está llegando a su límite, y así lo indican los dos principales actores de este deporte: futbolistas y aficionados. Los que lo hacen posible jugando y los que lo hacen posible pagando la fiesta, sosteniendo económicamente el tinglado. Los primeros lo hacen haciendo sonar los tambores de huelga. Los segundos, haciendo pública su indignación por el desprecio con el que son tratados por clubes y autoridades competentes. El fútbol, sí, se resquebraja desde dentro.

Los futbolistas, hartos

Quien dio la voz de alarma entre los futbolistas (ya mucho antes lo hicieron los entrenadores) fue el capitán de la selección española, el jugador del City Rodrigo Hernández. El madrileño, al ser interrogado sobre la saturación de partidos que provoca la presencia del Mundial de Clubes de la FIFA que se estrena este año, lanzó un mensaje demoledor. "Creo que (los futbolistas) estamos cerca de ir a la huelga. Pregúntale a cualquier jugador y te dirá lo mismo. Si esto sigue así, no nos quedará otra opción. Es algo que nos preocupa".

A la vox más que autorizada de Rodri, candidato firme al Balón de Oro, se unieron muchas más: Carvajal, Koundé, futbolistas de la Premier... "Un jugador quizá pueda estar al máximo nivel si disputa entre 40 y 50 partidos, luego bajará el rendimiento. Este año quizá lleguemos a los 80, y en mi humilde opinión esto es demasiado", apuntó Rodri en unas palabras que secundaron sus compañeros.

Tanto partido sobrecarga a los jugadores, incapaces de afrontar el suficiente descanso físico entre competición y competición. La plaga de lesiones en los equipos de elite es máxima: el Barcelona comenzó la temporada con ocho lesionados. El Real Madrid, con siete. El agotamiento es general, los jugadores no rinden, sus músculos no responden y las fibras y articulaciones se rompen: la epidemia de rotura de ligamentos cruzados en las rodillas es mayúscula.

En este punto, con los jugadores al borde de la huelga, convendría apuntar la absoluta imposibilidad de meter en este calendario una Superliga que sustituya a la Champions. Los equipos finalistas de la Copa de Europa disputarán un máximo de 17 partidos en esa competición (cuatro más que actualmente). En una Superliga, el equipo que menos partidos disputaría jugaría... 38. El campeón podría irse a los 45. Treinta partidos más que ahora. Inviable porque los jugadores no estarían por la labor.

Y los aficionados españoles, también

Mientras, los aficionados explotan. Un espectador del Granada-Deportivo del pasado fin de semana ha recibido una propuesta de sanción de 2000 euros y la imposibilidad de entrar en un recinto deportivo los próximos cuatro meses tras ser detectado dentro del estadio... bebiendo una cerveza, algo que prohibe expresamente la Ley del Deporte vigente en España.

Teztualmente, el artículo 4.1 de esa ley indica que "queda prohibida en las instalaciones en las que se celebren competiciones deportivas la introducción, venta y consumo de toda clase de bebidas alcohólicas y de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas". 

Mientras, los espectadores que pagan entradas VIP en cualquier estadio español pueden atizarse no solo cervezas, sino cualquier tipo de bebida espirituosa, en un escandaloso y burdo quebranto de la ley que cuenta con la vista gorda de clubes, cuerpos y fuerzas de seguridad y autoridades españolas.

De momento, sólo asociaciones de aficionados, como FASFE (Accionistas y Socios del Fútbol Español) o Aficiones Unidas se han quejado al respecto, pero cada vez hay más voces críticas. La ley española es la única que impide tomar una simple cerveza dentro de un estadio al espectador, salvo si pagas un extra. Aficionados de primera y de segunda, en un clasismo rancio y casposo digno de los años 20 del Siglo pasado.

No se trata de que un aficionado pueda emborracharse dentro del estadio (algo que sí sucede en los palco VIP, donde no hay control: basta con esperar al término de los partidos para ver una procesión de perjudicados saliendo del estadio). En Alemania, los clubes disponen de alcoholímetros y marcan su propio límite para poder tanto acceder como permanecer dentro del recinto. Si la seguridad sospecha que alguien está demasiado borracho, a soplar. Y si supera el límite, expulsado del estadio.