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En el 'Brexit' todo está por llegar

Las consecuencias económicas y financieras que una votación a favor de la salida de la UE podía conllevar van desde la fuga de capitales a un descalabro a lo Lehman Brothers.

En el 'Brexit' todo está por llegar

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El 'Brexit' se ha consumado y la catarata de opiniones, informaciones, datos e interpretaciones sobre el futuro de la economía británica, europea y casi que mundial se disparó casi que al momento. Las previsiones más apocalípticas afloraban en los días y horas previos al referéndum, con miembros del remain ejerciendo como profetas del apocalipsis que estaba por llegar en caso de que ocurriese lo que, de hecho, acabó por ocurrir. La salida de la UE conllevaría grandes caídas de las bolsas, de la divisa británica, fuga de capitales y, poco más, que una nueva crisis al estilo de la caída de Lehmann Brothers en 2008.

Y sin embargo, ya se empieza a atisbar (y más que se atisbará) que las consecuencias de la votación no han sido, de forma inmediata, tan drásticas. Y es que, quizás, para ver sus efectos verdaderos vamos a tener que esperar meses, incluso años, y lo más probable es que la agitación de los mercados en los primeros días no sea más que el disparo de inicio a una carrera larga, de fondo y, esta sí, de grandes y perennes consecuencias. El referéndum del 'Brexit' no es mucho por sí solo, sino que lo que más bien puede significar es el inicio de un proceso de cambios sociales, económicos y políticos a uno y otro lado del Canal de la Mancha y, por extensión, en todo el mundo.

Los cambios políticos

Lo primero que cabe destacar es que el referéndum ha dibujado un panorama político totalmente dividido en dos bandos dentro de diferentes espacios en Gran Bretaña: las clases universitarias, modernas, urbanas frente a la clase más baja, obrera y rural o habitante de ciudades pequeñas. Una división que, también, llega al nivel territorial, ya que mientras Inglaterra y Gales han votado a favor de la salida, Irlanda del Norte y Escocia (ésta con más de un 60% de apoyo) han votado a favor de permanecer en la UE.

Mientras que para Irlanda del Norte la separación de la UE supondría establecer una frontera territorial con su vecina República de Irlanda, miembro de la Unión, para los nacionalistas escoceses el referéndum ha servido de nueva mecha que prende el objetivo de una secesión que parecía apagada en 2014. Escocia no quiere salir de la Unión por culpa del resto de británicos y, aunque la situación no es la mejor para la independencia (el petróleo, principal activo escocés, no se encuentra en su mejor momento), la situación ha hecho muy posible un horizonte independiente para el pueblo escocés que parecía muy lejano tras el 2014.

Además, el 'Brexit' ya se ha cobrado su primera víctima política (David Cameron, que reconoció tras conocer los resultados que dimitiría en octubre) y, lo que quizás más importa en la UE, de cumplirse ha creado un precedente nocivo para muchas otras naciones europeas que no quieran formar parte de la UE. De cómo se gestione a partir de ahora el proceso depende la posibilidad de contagio en este sentido.

Los cambios económicos

Los que más preocupaban en los momentos previos al referéndum. Aunque los efectos inmediatos parecen no haber sido tan graves como se esperaban, a pesar de la caída de la divisa británica que muestran páginas de inversión online como IG Markets, todo depende aquí también de las negociaciones que a partir de ahora se mantengan entre la UE y el nuevo gobierno británico que vaya a dirigirlas. Las posibilidades aquí son infinitas: desde que la relación comercial sólo varíe en pequeños matices hasta que Gran Bretaña se convierta en un país totalmente aislado. Por supuesto, esta última asusta a cualquier empresa con intereses económicos o comerciales en las islas y, además, acabaría por convertir a Gran Bretaña en un ente aislado en medio de una Europa de mercado común.

Los cambios sociales

Probablemente estos son los que menos se han tenido en cuenta y los que puedan tener una mayor repercusión inmediata. Al fin y al cabo, la votación a favor del 'Brexit' ha pivotado sobre un principio, si no racista o xenófobo, sí abiertamente antiinmigración. Una gran parte de la población británica está en contra de la llegada de trabajadores europeos desde Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia o Polonia y a ellos le achacan su falta de trabajos, posibilidades, futuro y, en definitiva, esperanza. Y por ello han votado en contra de la UE. Y, sin embargo, se puede decir con total seguridad que las enormes fallas del actual sistema (británico y europeo) no se debe ni en parte ni en su totalidad a la inmigración, tal y como lo pintan los tabloides sensacionalistas británicos.

¿No es este panorama más preocupante que cualquier otro para los ciudadanos británicos?