El presidente la CEOE hace un resumen demoledor de la minilegislatura de Sánchez
Antonio Garamendi no echará de menos al presidente socialista, eso ha quedado bien claro después de escucharle echar pestes sobre su gestión durante un desayuno informativo.
Pablo Isla, presidente de Inditex, fue el encargado este miércoles de presentar en un desayuno informativo organizado por el Foro de la Nueva Economía al flamante presidente de la CEOE, Antonio Garamendi.
Isla, que no está acostumbrado a hacer cosas de éstas a pesar de ser el ejecutivo con más sueldo de nuestro país, dio los buenos días solo a todos y no a todas, lo cual en la actualidad es poco menos que un pecado.
Astuto, aprovechó la tribuna para hacer publicidad de su empresa (como no hacen anuncios) diciendo que son el 2% del impuesto de sociedades en nuestro país y que son una pequeña empresa que luego se hizo grande pues nació en 1975, en una pequeña tienda en La Coruña. Tuvo a bien cumplir con su encargo y dijo del presidente de la CEOE que era una persona muy trabajadora.
Garamendi, que no tiene un verso suelto ni rotundo, criticó veladamente casi todo lo que ha hecho este Gobierno y glosó, sin embargo, lo que hizo el anterior. Algo que por cierto hacen todos los que conozco que saben de verdad de economía.
Criticó la subida de impuestos, las decisiones unilaterales sin consenso, que se cargue de responsabilidades a las empresas, que las comunidades autónomas no sean eficientes, que haya 17 normativas diferentes para casi todo y, sobre todo, se mostró preocupado por Cataluña. Pues entre otras mil cosas, es el 20% del PIB de España.
También quiso poner en valor la figura institucional del Rey, criticó la abultada deuda pública y la morosidad, con lo que se convierte en el primer revolucionario del país. Al pobre, hasta los chistes le quedan raros, pero la intención es lo que cuenta y quiere hacer un bloque con autónomos y otros organismos (Círculo de Empresarios, Instituto de la Empresa Familiar) para reivindicar el papel de la sociedad civil y de los empresarios en el panorama patrio. "Me gusta queme llamen empresario no emprendedor, si se cambia el nombre por algo será", sentenció.
Surfeó las preguntas como buenamente pudo, básicamente no contestando, para concluir afirmando que a los empresarios les gusta la estabilidad y la moderación.
La mesa presidencial estaba muy animada con un presidente del BBVA, Carlos Torres, que está harto de que su banco salga en los medios como parte de una trama que todas las semanas le da un disgusto. José Luis Bonet es al único empresario que conozco al que le gustan las burbujas y que no tiene problema siendo catalán de hablar bien de Don Felipe.
A José Manuel Soria, exministro de Industria, se le veía relajado ahora que parece que todo el mundo tiene sociedades y se le olvida comunicarlo al gran público. Y una atlética Isabel García Tejerina se abría paso entre tanta corbata para colocarse en primera fila.
El presidente del IEE, José Luis Feito, volvía a dar una clase de elegancia en el vestir con un príncipe de gales cruzado en tonos gris y rojo, reivindicando que todavía queda gente que expresa muchas cosas a través de su ropa.
Lorenzo Amor, Francisco Riberas, Isabel Tocino y José María Marín Quemada quisieron con su presencia evidenciar que la patronal también es parte de los agentes sociales, así reza en la Constitución, y por tanto deben ser escuchados y tomados en cuenta sus consejos.
Antonio Huertas, presidente de Mapfre, compensa el tamaño de su coche de empresa sentándose en el puesto del copiloto, ahora que todavía puede acceder a la almendra central incluso para cosas de trabajo.
Fátima Báñez, madre de una auténtica reforma laboral, era besada y visitada en peregrinaje por casi todos los asistentes, en la confianza -decían- de que estos nueve meses hayan sido un pesadilla de la que en breve despertaremos y nos pondremos de nuevo todos a trabajar.