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Sostres, el Echaurren y Francis Paniego: hay columnas que son otra cosa

Hace 40 años que soy asiduo a Ezcaray, la villa riojana donde la familia Paniego trabaja con esmero el producto de la tierra. Por eso no entendí la crítica desaforada del periodista en ABC.

El cocinero Francis Paniego en una imagen de archivo.

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“Existe el mal”, he escuchado decir a Salvador Sostres en el programa de Carlos Herrera en la COPE el jueves por la mañana. Lo comparto. Más todavía: creo que hay personas que son auténticos diablos.

Precisamente ese comentario me ha recordado un artículo del siempre polémico periodista publicado en ABC a principios de este mes sobre el Echaurren y Francis Paniego. Me pareció entonces -y me sigue pareciendo ahora, cuando la releo- una columna muy injusta. Fuera de lugar, también, en un momento en el que tan mal lo está pasando el sector de la restauración y el hospedaje.

Hace muchos años que soy un asiduo de Ezcaray. No es que vaya "de vez en cuando". Nada de eso. Hace casi 40 años que estoy integrado en la villa riojana que alberga los negocios de hostelería de la familia Paniego.

Francis y toda la familia Paniego son gente de la buena

Francis, sus hermanos, sus padres, Félix y Marisa, desgraciadamente fallecida ya, son gente de la buena. De esa a la que se quiere porque ellos te quieren y te cuidan. Una familia que ha construido un negocio con mucho esfuerzo e inteligencia a lo largo del tiempo y se ha ganado un respeto. Y me da igual las estrellas Michelín que tenga su restaurante, aquí estoy hablando de otra cosa.

Por supuesto, nadie, y menos yo, va a negar a Sostres su derecho a criticar aquello que no le gusta. Incluso es su obligación periodística. Pero lo que dice en el artículo raya más cuestiones personales que profesionales.

Y lo siento, porque considero que hay líneas que el periodismo no debe traspasar, por más que entienda que algunos personajes que se dedican a los medios busquen siempre centrar el interés sobre ellos mirando todo desde el punto de vista más escandaloso. El brutalismo vende. Aunque con esa manera de actuar se machaque injustamente a personas que no han hecho mal alguno.

En fin, a mí sí me gusta el Echaurren. Aunque en este tiempo de pandemia sea más habitual de La Arboleda del Sur. Me encanta la familia Paniego. Los clásicos de la saga, y también las nuevas generaciones que van incorporándose al negocio trabajando todos juntos con esmero y educación aportando un sabor muy riojano y especial a Ezcaray.

Las formas de los diputados

“A correr a gorrazos por impresentable” al gobernador del Banco de España: así de contundente fue la llamada de Rafa Mayoral. Al diputado de Unidas Podemos, por lo visto, no le gusta el trabajo que hace el regulador bancario independiente porque se atreve, dentro de sus funciones, a criticar algunas medidas del Gobierno.

Se trataba del análisis que había hecho el gobernador sobre los efectos negativos de la subida del Salario Mínimo Interprofesional. Pero es igual, el partido morado no ha entendido que la tolerancia, es decir, respetar las opiniones que no te gustan, es un valor democrático esencial.

Rafael Mayoral durante el pleno del martes.

En este momento es el SMI, pero sería lo mismo con cualquier otro asunto que difiriese de sus opiniones. Podemos tiene un serio problema de fanatismo. España tiene un grave problema teniendo políticos así.

Desde luego, jamás voy a estar en contra de que los diputados tengan absoluta libertad de expresión. La Constitución les garantiza incluso inmunidad por las opiniones que expresen ejerciendo su mandato. Precisamente por ello, porque es un “privilegio” del que no gozan otros españoles, deben ejercer tal poder con mayor responsabilidad, siendo muy cuidadosos con lo que dicen y cómo lo dicen.

Considero que un diputado, por respeto a la institución que representa, nada menos que a todos los españoles, no puede hablar como si estuviese en la barra de un bar comentando la jugada de un partido de fútbol.

Aunque esto último entraría seguramente más en un capítulo personal llamado educación.

Amancio Ortega torció el brazo a Rajoy

Han sido muchos los presidentes de Gobierno que han suspirado por tener a Pablo Isla como ministro de Economía. Pero el hoy presidente y CEO ejecutivo del grupo Inditex siempre se ha resistido. Quizá haya sido uno de sus grandes aciertos.

Isla está considerado hoy uno de los más importantes directivos de empresa del mundo. Este abogado de Estado, número uno de su promoción, que estudió en el colegio Nuestra Señora del Recuerdo y se hizo abogado en la Universidad Complutense de Madrid, no ha caído nunca en la tentación política. Y eso que en tiempos de Mariano Rajoy se intentó con ganas incorporarlo tras su etapa al frente de Altadis.

Pero fue Amancio Ortega, tan práctico, quien consiguió el “sí quiero” de Isla para llevar adelante el imperio textil que había creado de la nada. No parece que se equivocasen, desde luego. Ni Ortega ni, seguramente, Isla.

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