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Sánchez, la crisis ya existía y era enorme antes de la invasión de Ucrania

El Gobierno no puede escudarse en Putin para tapar su nefasta gestión hasta el estallido del conflicto ni para demorar medidas y reformas en el gasto público ya inaplazables.

Pedro Sánchez, este miércoles

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La invasión de Ucrania ha desatado una crisis energética mundial y ha disparado aún más la inflación, agudizando hasta niveles históricos un problema que ya existía antes de la guerra, por mucho que Pedro Sánchez y su Gobierno intenten ahora, con las falacias que les caracterizan, cargar todas las culpas en Putin.

Estados Unidos y el Reino Unido han vetado la compra de petróleo y gas de Rusia, en una medida sin precedentes que, no obstante, tiene muy difícil emular la Unión Europea: su dependencia de las importaciones es mucho mayor y tiene difícil encontrar suministradores alternativos por la falta de existencias en el mercado internacional, derivada de la paralización de los yacimientos durante la pandemia por la escasa demanda.

La medida de Washington es más simbólica que práctica, pues solo importa a Moscú el 3% de sus necesidades. Europa, en cambio, recibe el 52% del total de las exportaciones rusas, muy por encima incluso de China, con el 34%.

La “crisis del petróleo” no deriva en exclusiva de la guerra y ya era muy evidente antes de ella por el desajuste entre una demanda elevada y una oferta insuficiente: en 2021 la cotización del producto ya había subido un 50%; subió otro 25% antes de la invasión y, desde entonces, ha vuelto a hacerlo otro 34%.

Todo ello sitúa el precio medio de un litro de gasolina en los 2 euros en España, una tarifa insoportable para el bolsillo medio, que se suma a la otra gran escalada del recibo de la luz, a la de la cesta de la compra y, en general, a la de todo.

Sobre la electricidad, que bate récord con una media de 500 euros el megavatio en las últimas horas, las consecuencias son terribles también para el consumidor y se espera una subida media del recibo en los hogares de en torno a 170 euros.

No basta ya con no subir los impuestos, como estaba previsto: es urgente ahorrar gasto público para reducir el esfuerzo fiscal. Y no quejarse, como hizo en el Congreso Sánchez, de que la oposición le recuerde su irresponsable política económica

En este sentido, Europa sí puede actuar con más solvencia que con el petróleo: su dependencia del gas ruso es menor, aun siendo elevada (en torno al 40%), y su capacidad de intervenir en el mercado regulado es mucho mayor: los precios disparados no derivan del coste del gas; sino de la utilización del precio de éste para calcular el de toda la energía, más allá de cuál sea su origen.

Por ello, la Comisión Europea ha aprobado ya un Plan Energético, de 26 páginas, que recoge por primera vez la posibilidad de fijar los precios máximos de la electricidad sin necesidad de que los Gobiernos nacionales renuncien a los impuestos contenidos en los recibos, que superan incluso el 50% del total pagado por los consumidores y le ha hecho perder al Gobierno de España, con sus rebajas fiscales, unos 7.000 millones.

Ese plan no especifica la fórmula exacta ni los topes que impondría a las eléctricas, pero sí asume el concepto de fijar unos máximos al menos en momentos de crisis: eso hacía España hasta julio de 2021, cuando las normas europeas le obligaron a quitar ese tope, que estaba fijado en los 180 euros el megavatio. Ahora podría llegar incluso a 3.000 euros.

Por último, la crisis energética puede cambiar la geopolítica mundial, con alianzas tan inesperadas como la de Estados Unidos con Venezuela para suministrar petróleo, lo que consolidaría a Nicolás Maduro pero le alejaría también de Rusia, con la incógnita de la reacción de China, que cada día se muestra más cercana a Moscú, de manera pública incluso.

Una oportunidad para España

Y para España, es una oportunidad: es uno de los países con más reservas, plantas de almacenaje y tratamiento y mayor capacidad para culminar un gaseoducto ya en marcha que, a falta de un tramo de unos 200 kilómetros en dirección a Francia, permitiría el suministro a la práctica totalidad de Europa.

Un último apunte local: el Gobierno no puede mantener su política económica con la crisis derivada de la guerra que aumenta la crisis ya preexistente y se resumen en una presión contra el ciudadano insoportable, con una inflación rumbo al 10%; un precio de la luz hasta 14 veces mayor que hace dos años y el combustible un 50% más caro.

No basta ya con no subir los impuestos, como estaba previsto: es urgente ahorrar gasto público para reducir el esfuerzo fiscal. Y no quejarse, como hizo en el Congreso Sánchez, de que la oposición le recuerde su irresponsable política económica, desastrosa siempre y ahora agravada por la guerra en Ucrania.

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