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Otegi no se arrepiente del terrorismo, auxilia a Sánchez para cerrar sus pactos

El Gobierno impulsa el blanqueamiento de los herederos de Batasuna por mero interés personal, sin ninguna exigencia más allá de cuatro palabras hipócritas que no le valen a las víctimas.

Arnaldo Otegi

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El líder de Bildu, Arnaldo Otegi, protagonizó ayer una insólita comparecencia para lamentar, con una pose artificial y claramente inducida por el Gobierno para blanquear sus alianzas, el dolor infligido por ETA y reconocer a duras penas que nunca debía haberse producido.

Tanto el PSOE como Podemos han saludado ese mensaje, dándolo así por suficiente para legitimar a Bildu como socio prioritario, algo que lleva siendo ya años: las investiduras de Sánchez, sus primeros Presupuestos o su llegada al Gobierno de Navarra ha contado, por acción u omisión, con el respaldo decisivo de los herederos de Batasuna.

La oposición y las víctimas, por el contrario, han mostrado su indignación con un mensaje que considera insuficiente y ofensivo, destinado más a auxiliar a Sánchez que a atender a los damnificados por el horror y a la democracia española.

Porque, más que atenderlas a ellas y construir el relato correcto de tantas décadas de terror, las palabras de Otegi parecen destinadas a adecentar el indecente cambalache entre Moncloa y el universo abertzale: el traslado masivo de terroristas al País Vasco; los homenajes que reciben al volver a sus pueblos y quizá hasta su salida de prisión, toda vez que la gestión de los presidiarios es desde hace poco tiempo responsabilidad del Gobierno vasco.

Solo le sirve a Sánchez

Bildu, nacida de los restos de Batasuna y dominada por Sortu; no ha condenado el terrorismo, impulsa homenajes a etarras en sus municipios de origen; exige la liberación de los condenados y no ayuda a esclarecer los casi 400 crímenes de ETA que aún no tienen responsables directos ante la Justicia.

Cuatro palabras de supuesta aflicción no pueden enterrar ese currículo ni reescribir una historia cuyo final no debe ser rehabilitar a los asesinos y humillar a sus víctimas. Nada de eso le viene bien a España, que no necesita reducir sus exigencias para integrar en la democracia a quienes más la han pisoteado y menos voluntad de rehabilitación tiene. A Sánchez quizá le valgan un par de frases de compromiso e interesadas, pero al país, a su Estado de Derecho y a sus mártires no le llegan en ningún caso.

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