En el siglo XIX, los monjes del Monasterio de los Jerónimos en Belém, se vieron obligados a buscar medios de subsistencia: elaborar pasteles de Belém fue una de las soluciones.
“Noiva que come pastel, não tira mais o anel ”. Dice el proverbio portugués que “novia que come de este pastel, no tira más el anillo”. Portugal, como España, es un país de tradiciones y, el día de la boda, es una de esas jornadas inolvidables.
Por eso, es común ver parejas recién casadas, vestidas con los trajes de la ceremonia, en las pastelerías de Portugal comiendo pasteles de Belém.
En los siglos XIX y XX, los conventos y monasterios portugueses vivieron una época de transformación culinaria inesperada.
En los conventos su principal ocupación era el planchado de ropa, la abundancia de yemas de huevo, resultado del uso de claras para dar apresto , llevó al surgimiento de nuevas recetas en la repostería. Así nacieron los 'Pasteles de Belém' y los 'Huevos Moles' , entre otras delicias, como un ingenioso aprovechamiento de recursos.
En 1834, una ola de revolución liberal en el barrio de Europa, afectó profundamente a Portugal. Como consecuencia, todos los conventos y monasterios del país cerraron sus puertas, dejando a las monjas y monjes en una situación precaria.
Entre ellos se encontraba el Monasterio de los Jerónimos, ubicado en Belém, cerca de Lisboa. Ante la necesidad de buscar medios de subsistencia, los monjes se vieron obligados a encontrar nuevas formas de mantenerse a flote.
En medio de esta crisis, surgió una idea innovadora desde el Monasterio de Lisboa: la venta de los famosos Pasteles de Belém. Aunque la distancia entre Lisboa y Belém era considerable, la presencia de barcos a vapor facilitaba el transporte de esta delicia.
Además, la atracción de turistas hacia el Monasterio de los Jerónimos garantizaba una demanda constante de estos pasteles. Lo que comenzó como una medida de supervivencia se convirtió en el inicio de una tradición culinaria icónica.
Desde 1837, los Pasteles de Belém se han elaborado en las cercanías de la refinería de caña de azúcar en Belém, siguiendo una receta secreta transmitida exclusivamente a los maestros pasteleros.
Este taller, conocido como el "Taller del Secreto" , se ha mantenido fiel a la esencia de la pastelería conventual portuguesa. A través de una meticulosa selección de ingredientes, la única y verdadera fábrica de los Pasteles de Belém conserva el sabor auténtico de la antigua tradición. .
El Pastel de Belém no es solo un postre ; es un símbolo de la identidad portuguesa. Su elaboración artesanal y la preservación de una receta centenaria sobre testimonios vivos de la rica tradición gastronómica del país.
Cada bocado es un viaje en el tiempo, recordando a las generaciones pasadas y honrando su legado culinario. Además, su popularidad trasciende las fronteras de Portugal, convirtiéndose en un embajador de la cultura lusa en todo el mundo.
Degustar un Pastel de Belém es más que satisfacer un antojo dulce; es sumergirse en una experiencia sensorial única . El crujiente hojaldre, el relleno cremoso y el toque de canela y azúca r en polvo se combinan para crear un festín para los sentidos.
Cada mordisco es una celebración de la maestría artesanal y el amor por la buena comida. Por eso, cada visita a Lisboa es incompleta sin una parada en la famosa Casa Pastéis de Belém , donde se puede disfrutar de este manjar en su forma más auténtica.
A medida que el mundo evoluciona, el Pastel de Belém sigue siendo un faro de tradición en un mar de cambios. Su receta secreta y su proceso de elaboración meticuloso han resistido la prueba del tiempo, manteniendo viva una parte importante del patrimonio cultural portugués .
Con cada generación, se transmite el conocimiento y la pasión necesarios para preservar esta alegría culinaria para las generaciones futuras. Así, el Pastel de Belém continúa siendo un símbolo de orgullo nacional y una delicia que perdurará por generaciones venideras.
Para la base del pastel
Para el relleno
En resumen, la historia de los Pasteles de Belém es un testimonio de la creatividad humana en tiempos de adversidad y la capacidad de las tradiciones culinarias para perdurar a lo largo del tiempo.
Desde su humilde origen y en un pequeño taller cerca del Monasterio de los Jerónimos hasta su estatus actual como un símbolo de la gastronomía portuguesa, estos pasteles han conquistado los corazones de locales y turistas por igual, convirtiéndose en un elemento indispensable de la cultura y las celebraciones. de Portugal.
Si te ha gustado el artículo compártelo en tus redes sociales y déjanos un comentario con tu opinión.