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El PSOE pierde su identidad convertido en una pieza más del mecano Frankenstein

El sanchismo se rinde a una amalgama de siglas políticas radicales consciente de ser la única opción para que Sánchez siga mandando.

Pedro Sánchez : un PSOE a su imagen y semejanza.

Pedro Sánchez : un PSOE a su imagen y semejanza.

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La resistencia de Pedro Sánchez le sale muy cara a España. Vean, si no, el pago que ha hecho para coser los 188 diputados que acaban de sellar los Presupuestos. Frankenstein es un mecano de piezas, y cada una de ellas viene con su lubricante favorito marcado desde fábrica.

Netflix en catalán o mirar para otro lado con el español en las aulas de Cataluña para ERC, presos de ETA para Bildu, la gestión del ingreso mínimo vital y la televisión vasca en Navarra para PNV...

Un suma y sigue que, visto de cerca, muestra un Patio de Monipodio en el que los más desleales siempre salen del mercado con el mejor botín debajo del brazo. ¡Si hasta querían trocear la centenaria y exitosa denominación de origen de Rioja! Irrita. Irrita demasiado.

La sensación, perniciosa, es la de estar sometidos a esta vorágine política por culpa de un presidente débil que busca mantenerse en La Moncloa hasta 2023 como sea. Incluso a costa de hacer dejaciones imposibles para un país que se respete a sí mismo. ¿Qué nación admitiría que en una parte de su territorio los niños no puedan estudiar en su idioma oficial? Pues bien, algunos pierden hasta el sentido común cuando sirve para estirar la cuerda del poder.

Fijémonos en esa reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana, carnaza para los socios de Sánchez, que este pasado fin de semana ha empujado a todas las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (Policías Nacionales, Guardias Civiles, Mossos d'Esquadra, Ertzaintza, Policía Foral de Navarra, Policías Locales, Policía Canaria), insisto, todas, a movilizarse contra el Gobierno.

No parece un asunto menor. Desde luego no debería pasar desapercibido que los ministros, en lugar de ocuparse del tema seriamente, hayan estado toda la semana arremetiendo contra la oposición por apoyar las reivindicaciones de los servidores del orden. Seguramente esa estrategia sea la de una fuerza política radical y antisistema como Podemos, que siempre persigue a quienes representan la seguridad del Estado. Pero es llamativo ver al PSOE siguiendo la estela de la izquierda bukanera en un asunto así.

Es incomprensible un Gobierno que hace seguidismo de las facciones ideológicas más ultras de la izquierda, dedicado a linchar por la puerta de atrás a la policía

La imagen de miles y miles de los que garantizan la seguridad en primera línea protestando en las calles achicharra a cualquier Gobierno. La seguridad es un ámbito de muy especial sensibilidad para el ciudadano. No es una frase manida decir que no hay libertad sin seguridad. Es así.

Y, además, cómo olvidarse de la deuda que este país tiene con nuestros policías y guardias civiles. Una deuda de gratitud y, también, salarial. Por desgracia, se les manda a la calle a jugarse la vida contra quienes desean imponer la barbarie siniestra y luego, cuando el problema desaparece, cuando el incendio del conflicto se apaga, si te he visto no me acuerdo.


Sánchez ha convertido a Gabriel Rufián y su Esquerra en el árbitro de la política española.


Ver a dirigentes del PSOE deslegitimando la protesta tachándola de “ultraderechista” es el colmo del cinismo. Y una nueva prueba de cómo un partido que (por historia y hasta por interés) debería ser un pilar del constitucionalismo pierde pie a base de travestir su identidad con los postulados ideológicos de una amalgama de siglas que permiten a Sánchez seguir legalmente mandando. Así le va al socialismo: cada día que pasa la gente distingue peor lo que es.


Es incomprensible un Gobierno que hace seguidismo de las facciones ideológicas más ultras de la izquierda, dedicado a linchar por la puerta de atrás a la policía. Se mire como se mire, no tiene sentido en este caso seguir la estúpida lección que le marca su aliado morado.

Ya se vio a las claras en el reciente conflicto del metal en Cádiz, donde La Moncloa ordenó, bajo presión de su ala de Podemos, desde Yolanda Díaz a las “hermanas” Ione Belarra e Irene Montero, retirar de la circulación una tanqueta, un vehículo ordinario destinado simplemente a la retirada de barricadas para garantizar la libre circulación de los vecinos por las calles.

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