Sánchez coloca a Feijóo en la diana y centra su estrategia en "dispararle"
El Gobierno mantendrá en los próximos meses una hoja de ruta clara: hacer oposición a la oposición para desgastar a Feijóo con “bombas de humo” que oculten su gestión
Dijo Pedro Sánchez que no pensaba acometer una crisis de Gobierno, pero sus ministros y otros colaboradores no opinan lo mismo. Es una teoría que solo manejan el pensamiento, porque al presidente ya no se le lleva la contraria de otro modo, pero en el equipo de Sánchez tienen claro que, en cuanto lo estime oportuno y le convenga, prescindirá de ellos. Algunos creen que hasta que no se acerquen las elecciones municipales y autonómicas no habrá nuevos movimientos, pero es precisamente ese cálculo el que les empuja a esmerarse más si cabe en cumplir a rajatabla e, incluso, destacar en el apostolado del sanchismo.
Es el tiempo que tienen a su alcance para demostrar que son capaces de satisfacer los deseos de Sánchez y “meter una marcha más”, no solo en defensa de su gestión, sino en el ataque al rival. Buena prueba de ello son los ataques lanzados por varios miembros del Gobierno al líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, a cuenta de la renovación de los órganos del Poder Judicial.
Feijóo solito se metió en el jardín: en una entrevista al diario “El País” aseguró que no hubo ningún acuerdo con el PSOE para renovar esos órganos judiciales, tal como establece la Constitución y, al día siguiente, el mismo periódico publicó la prueba de que sí lo hubo, el documento que firmaron el entonces secretario general del PP, Teodoro García Egea y el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, para acometer la renovación del Tribunal Constitucional.
A partir de ahí, el PP ha hecho todo tipo de contorsiones y ha incurrido en todas las contradicciones posibles para argumentar que existió el documento, pero Feijóo no lo supo, porque sus “enviados especiales” a dialogar con el enemigo se taparon los ojos cuando se puso el papel encima de la mesa…¡Un despropósito! Hasta ese momento, un Feijóo ascendente en las encuestas, que no había provocado mayor controversia que la discusión sobre cuál de las puestas de sol es la más bella del mundo; se mantenía por encima de la melé política, ofreciendo propuestas y hablando de Pactos de Estado necesarios.
El caso es que Sánchez y su equipo han visto en ese primer traspiés la ocasión de oro para zurrarle a Feijóo, bien por mentir o bien por haber nombrado a un equipo que miente. Es por ello que el presidente del Gobierno hizo un “viaje relámpago”, desde la isla de Lanzarote, donde ha decidido pasar sus días de vacaciones estivales, a la isla vecina de La Palma, bajo el pretexto de revisar la implantación de las medidas adoptadas tras la erupción del volcán y la puesta en marcha de otras nuevas.
En realidad, el interés del presidente del Gobierno se centraba en entrar de lleno en esas declaraciones de Feijóo, subrayar el “tropezón” del gallego y señalar el camino a sus ministros, poniendo al líder del PP en la diana. Y ha quedado claro que los ministros han captado el mensaje.
Hemos asistido en la última semana a reproches, descalificaciones y ataques no ya al PP, sino a su líder, Alberto Núñez Feijóo, con cuya llegada empezaron a subir las encuestas hasta superar al PSOE.
Y hemos visto cosas insólitas, como apuntarse al pelotón de fusilamento de Feijóo a la ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant, quien hasta ahora se había mantenido como una de las ministras menos conocidas del Ejecutivo. Aunque no ha sido la única, llama la atención su forma de recrearse en la hipérbole al comparar la figura de Alberto Núñez Feijóo con la del expresidente de EE.UU., Donald Trump. Quizás convendría explicarle que, en política, los excesos también se pagan, y los de este tipo generalmente desembocan en déficit de credibilidad.
Esta circunstancia, incluso, podría suponer una penalización para su legítimo objetivo de permanecer el mayor tiempo posible en el equipo de Sánchez. De hecho, en el PSOE ya hay quien se ha dado cuenta que, por mucho que el PP se haya equivocado, la campaña contra Feijóo tiene que perdurar en el tiempo, pero no convertirse en una escalada por ver quién la dice más gorda.