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Gritos, amenazas y portazos: así saltó por los aires el “casadismo”

La etapa de Pablo Casado y Teodoro García Egea toca a su fin. No era su plan. Pero nueve horas frenéticas acabaron por bajarles a la tierra. Así fueron según los testimonios de ESdiario.

Pablo Casado, en un gesto muy descriptivo de la situación por la que atraviesa.

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En estas fechas frenéticas en las que el Partido Popular acelera los preparativos para los tiempos que llegarán tras Pablo Casado, destaca este lunes de pasión, las nueve horas más convulsas vividas en la historia de Génova 13.

Una larga jornada de tensión extrema que arrancó a las 11 de la mañana con el plan inicial del presidente del partido y de su lugarteniente para apuntalar su “resistencia”, y que terminó al filo de las 8 de la tarde con la voladura total del casadismo. Todo se vino abajo tras un encuentro de alta tirantez, con gritos, desprecios, portazos, miradas retadoras e insultos. Casado, pese a su obcecación, vio derrumbarse el plan.

Porque la hoja de ruta del presidente del PP y de Teodoro García Egea era lograr primero el apoyo de su comité de dirección, posteriormente el de los presidentes provinciales y por último el de los grupos parlamentarios.

Para después, cuadrado ese círculo, lanzar un mensaje de fortaleza interna a los barones regionales que lideraban la revuelta: Alberto Núñez Feijóo, Isabel Díaz Ayuso, Juan Manuel Moreno y Alfonso Fernández Mañueco.

“Las formas de Teodoro fueron más dignas de una taberna que de un comité de dirección del principal partido de la oposición. Gritó a sus compañeros, les insultó e incluso les amenazó diciéndoles que no pueden mirarle a los ojos”, me cuentan algunos asistentes a la convulsa cita.

Pero el jarro de agua fría llegó prácticamente en el primer minuto. Desde el principio, el círculo de confianza de Casado trasladó su descontento, en algunos casos indignación, con la gestión de la crisis y el espionaje a su compañera y la responsabilidad del secretario general en el “desastre” que había hecho saltar por los aires sus siglas. Fue el momento preciso en el que la mayoría del órgano más cercano y en teoría afín a Casado exigió la dimisión de su número dos.

“Las formas de Teodoro fueron más dignas de una taberna que de un comité de dirección del principal partido de la oposición. Gritó a sus compañeros, les insultó e incluso les amenazó diciéndoles que no pueden mirarle a los ojos”, me cuentan algunos asistentes a la convulsa cita.

En un comité de dirección como este saltó este lunes por los aires el "casadismo"

Belén Hoyo, Jaime de Olano y Andrea Levy pidieron entonces con dureza la dimisión y convocatoria de un congreso extraordinario. Incluso alguien tan fiel a Casado -fichado por él del periodismo activo- como Pablo Montesinos, le trasladó un mensaje sin contemplaciones: "Estaré con vosotros porque soy vuestro amigo, pero tened claro que estamos muertos".

La tensión en la reunión subió entonces de tal forma que Casado pidió a García Egea que abandonase la sala “un momento” para poder hablar a solas con los demás. En ese instante, definitivo para la evolución de los acontecimientos, todos trasladaron a Casado sus diferencias “irreconciliables” con el secretario general.

No había vuelta atrás. Con todos se ha propasado en más de una ocasión y así se lo hicieron saber al máximo jefe. En ese momento, el “uno” y el “dos” decidieron suspender la reunión para comer. Casado y Egea lo hicieron juntos en la planta noble del cuartel general de los populares.

Tras el receso, los miembros del Comité de dirección se encontraron con la sorpresa de que iban a ser llamados de uno en uno para verse en el despacho del presidente con los dos máximos dirigentes del partido. Pensaron en la estrategia del divide y vencerás.

La primera en subir fue la portavoz en el Congreso de los Diputados, Cuca Gamarra. El encuentro fue bronco: gritos, amenazas, recordatorios de quién le había dado vida política… En definitiva, le faltaron al respeto. En un momento dado, la portavoz zanjó la reunión y les plantó cara: “No permito que nadie me hable de esa manera”, les replicó.

La tensión en la reunión subió de tal forma que Casado pidió a García Egea que abandonase la sala “un momento” para poder hablar a solas con los demás. En ese instante, definitivo para la evolución de los acontecimientos, todos trasladaron a Casado sus diferencias “irreconciliables” con el secretario general.

Javier Maroto, el siguiente convocado, viendo la abrupta salida de su compañera, se negó a entrar a solas en el “confesionario” de Casado y Egea. "Lo que me tengan que decir, que lo digan delante de todos”, advirtió.

Los tres portavoces de los grupos parlamentarios (Congreso, Senado, y Parlamento Europeo), junto a la inmensa mayoría del sanedrín casadista, decidieron entonces hacer frente común y amenazaron con presentar su dimisión fulminante a no ser que se convocase de manera inminente un Congreso extraordinario. Es decir, aceptaban la doctrina de los barones del partido.

El plan de Casado y Egea había saltado por los aires. Sus más afines les habían dado la espalda. Ya sólo les quedaba ganar tiempo. Fue entonces cuando el presidente del PP y su número dos entendieron que no les quedaba otra opción que aceptar la convocatoria de la Junta Directiva Nacional y un posterior Congreso, al que en todo momento se negaron a llamar extraordinario para no visualizar su derrota. Fue el único acuerdo que salió de la cita del lunes.

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