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"Cuenta atrás" en Cataluña: a qué juegan Sánchez, Puigdemont, Illa y Esquerra

En ERC, el presidente en funciones, saliente y resentido, Pere Aragonés, se ha alineado con la fugada de la Justicia española, Marta Rovira, para tratar de mover la silla a Oriol Junqueras.

El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta María Jesús Montero.

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La cuenta atrás en Cataluña ha empezado, por voluntad de Carles Puigdemont y gracias al brazo ejecutor de su hombre en la presidencia de la Mesa del Parlament, Josep Rull, presto a satisfacer los deseos de su jefe.

La cuestión es que su jefe ha decidido meter cuanta más presión mejor a ERC y achicar los plazos, para intentar descarrilar las negociaciones entre la izquierda independentista y los socialistas y, por ende, la posible investidura de Salvador Illa, como presidente de la Generalitat de Cataluña.

Más allá de mensajes prefabricados y argumentarios al uso, Puigdemont quiere ir a una repetición electoral por varios motivos. En primer lugar, porque, diga lo que diga, sabe que no cuenta con una mayoría suficiente para ser investido y prefiere probar suerte de nuevo.

En segundo lugar, porque cualquier alternativa a ver a Illa en la presidencia de la Generalitat es buena para Puigdemont y, por último, porque al inquilino de Waterloo le interesa seguir mostrando ante su parroquia que tiene capacidad decisoria y de tocar las narices a España y a su Gobierno, sea Pedro Sánchez o quien sea.

Vista desde fuera la melé, parece que hay quienes, desde las propias entrañas de ERC, pretenden despeñar a la formación independentista, hundir a Junqueras al precio que sea, así sea la propia extinción del partido

En todo caso y para desesperación de sus exsocios y rivales de ERC, a las bases independentistas parece que le llega más esa capacidad de “dar caña a España” que exhibe Junts, que el intento de conseguir financiación singular y otros privilegios para los ciudadanos de Cataluña.

Queda claro que el pujolismo, que defendía su aportación a la gobernabilidad de España a golpe de quid pro quo, si no ha muerto está en franco declive, o que buena parte del independentismo catalán, visto que la hoja de ruta que les vendieron ha resultado ser un timo o, en el mejor de los casos, un fiasco, ya no aspira a nada más que a hacer un corte de mangas tras otro. No les aporta gran cosa, más allá de la diversión. Y a ella entregan sus votos.

El presidente del Parlament, Rull, con Illa en su ronda de contactos para la investidura catalana.

Mientras, en ERC, el presidente en funciones, saliente y resentido, Pere Aragonés, se ha alineado con la fugada de la Justicia española, Marta Rovira, para tratar de mover la silla a Oriol Junqueras, quien dio un paso al lado, para tomar impulso y retomar las riendas del partido (con la venia de los militantes) en unos meses.

Los votos de PSC y PP hubieran bastado para evitar que Rull sea hoy el presidente y maneje los tiempos en el Parlament. Pero ni a uno ni a otro les interesa que les pillen “haciendo manitas” con su archienemigo

El objetivo de los conspiradores está claro: hacerle la pascua a Junqueras y, por extensión, a sus planes de alcanzar algún tipo de acuerdo con el PSC, que permita a ERC manejar a Illa o, al menos, convertirse en decisivos en la gobernabilidad de Cataluña. Pero los cabecillas de la conspiración anti Junqueras, empeñados en descabalgarlo, han olvidado buscar jinete alternativo.

A las bases independentistas parece que le llega más esa capacidad de “dar caña a España” que exhibe Junts, que el intento de conseguir financiación singular y otros privilegios para los ciudadanos de Cataluña de ERC

Ambos descartados para tomar el relevo de Junqueras, no hay ningún nombre sobre la mesa (hay quien saca tímidamente el de Gabriel Rufián) que enfrentar a Junqueras, como tampoco hay un cabeza de cartel en caso de repetición electoral. Vista desde fuera la melé, parece que hay quienes, desde las propias entrañas de ERC, pretenden despeñar a la formación independentista, hundir a Junqueras al precio que sea, así sea la propia extinción del partido.

El caso es que a Illa, convencido de que o es él o habrá repetición electoral en octubre, le ha empezado a cambiar el semblante, porque cada vez ve más difícil poder llegar a cerrar su acuerdo de investidura.

Y, aunque piensa que una repetición electoral le puede mejorar incluso los resultados obtenidos en mayo, también teme que el independentismo que, por primera vez había perdido o, dicho de otro modo, había obtenido menos representantes que los partidos no independentistas, pueda volver a hacerse con la mayoría, porque la victoria de los no nacionalistas en las últimas elecciones catalanas ha sido tan inapelable como ajustada, circunstancia de la que nadie parece haberse dado por enterado a la hora de ponerla en práctica; por ejemplo, para impedir que Junts se hiciera con la presidencia del Parlament.

Los votos de PSC y PP hubieran bastado para evitar que Rull sea hoy el presidente y maneje los tiempos en el Parlament. Pero ni al PSC, ni al PP les interesa que les pillen “haciendo manitas” con su archienemigo. La pregunta que quizás debieran hacerse es si eso interesa a España y a Cataluña.

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