La herencia oculta de los atentados del 11-S: mil muertos más, 15 años después
Se cumple otro aniversario, quince, de los fatídicos atentados de aquel martes de septiembre. A las secuelas mentales hay que sumarles otras enfermedades que siguen cobrándose víctimas.
La cifra de víctimas mortales de los atentados del 11 de septiembre de 2001 hace tiempo que se cerró en 2.996 -265 en los cuatro aviones secuestrados, 2.606 en las Torres Gemelas y 125 en el Pentágono-, pero según el último balance de las autoridades desde los atentados han muerto 1.064 trabajadores de los servicios de emergencia por enfermedades derivadas. La cifra, obtenida por el semanario Newsweek, recoge las muertes registradas hasta el mes de julio de 2016 y procede de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos y del Instituto Nacional de Seguridad y Salud Ocupacional. Además, se estima que hay unas 400.000 personas afectadas por enfermedades provocadas por los atentados
"Mucha gente ni siquiera relaciona los síntomas que tienen a día de hoy con el 11 de Septiembre", subraya el director del Registro Sanitario del World Trade Center, Mark Farfel. El Registro hace un seguimiento del estado de salud de más de 71.000 rescatistas y supervivientes que estuvieron en Manhattan el día de los atentados y los posteriores. Ahora, 15 años después de los atentados, los médicos están empezando a comprender por qué sigue muriendo gente.
Con el hundimiento de las torres se generó una gran nube de productos cancerígenos que envolvió Manhattan. "Nunca sabremos qué había en esa nube porque el viento se la llevó, pero la gente la respiraba, la comía", explica el director del Programa de Salud del World Trade Center del Hospital Monte Sinaí, Michael Crane, que tiene unos 22.000 inscritos. Sí se puede especular que en la nube había restos del combustible de los aviones quemado, plástico, metal, fibra de vidrio y amianto. En este último caso se ha demostrado que el material provoca cáncer y solo en la Torre Norte se estima que había 400 toneladas de amianto.
Las fibras del amianto son delgadas y ligeras, por lo que quedaron en suspensión en el aire durante mucho tiempo tras el hundimiento de las Torres Gemelas. Esas fibras son lo suficientemente delgadas como para ser respiradas y se alojan en la parte más recóndita de los pulmones. Una vez dentro del organismo, está confirmado que el amianto o asbestos en inglés provoca asbestosis (fibrosis pulmonar), cáncer de pulmón y el mesotelioma (pleural o peritoneal); está asociado con otras neoplasias (carcinomas gastrointestinales o de laringe) y se sospecha que puede producir otros cánceres en riñón, ovario o mama. Hay que esperar entre 15 y 20 años a que pase el periodo de incubación del cáncer para saber su verdadero alcance.
La "tos" de las Torres Gemelas
Días después de los atentados, empezaron a llegar trabajadores de los servicios de emergencia al Hospital Monte Sinaí de Nueva York por heridas menores y problemas respiratorios por haber inhalado el polvo levantado tras el hundimiento de las Torres Gemelas. Pronto se acuñó el término "tos del World Trade Center".
"Los síntomas eran terribles. De repente se despertaban porque no podían respirar", relata el doctor Michael Crane, director del Programa de Salud del World Trade Center del Hospital Monte Sinaí. Uno de los afectados fue John Soltes, policía de la Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey. Trabajó durante nueve meses en la zona cero limpiando escombros y recuperando restos de las víctimas. "La tos me duró un año, pero hay quienes todavía la tienen", asegura. "Ya he tenido cáncer de piel en la cara y en la espalda", relata.
En otros casos, como el de la agente de seguridad escolar de la Policía de Nueva York Daisy Bonilla, las vías respiratorias están permanentemente inflamadas, así que ni siquiera puede ingerir alimentos sólidos y tiene que comer a base de purés y líquidos. "La comida se me quedaría en el esófago y sentiría como si me ahogara (...) Es un asco, pero me estoy acostumbrando. Intento verlo de una manera positiva. Al menos estoy viva", destaca. Bonilla trabajó en la zona cero haciéndose cargo de los hijos de las víctimas de los atentados.
Entre los afectados también hay historias como la de Plácido Pérez, un técnico de emergencias sanitarias que estaba a pie de las Torres Gemelas cuando ocurrieron los atentados. Pérez se quedó para ayudar a la gente que escapaba de las torres y al día siguiente volvió para presentarse voluntario, como miles de policías, bomberos, obreros de la construcción y otros ciudadanos. Pérez estuvo una semana entera seguida trabajando entre los escombros en turnos de 12 a 14 horas y durmiendo en la propia zona cero.
Años después comenzaron los síntomas. "Entre 2005 y 2009 fui a urgencias seis o siete veces creyendo que tenía un ataque al corazón y que iba a morir", relata. En realidad eran ataques de pánico, con subidas de tensión de hasta 157 pulsaciones por minuto. Después llegaron los problemas respiratorios. Se despertaba en medio de la noche sin poder respirar. El diagnóstico es estrés postraumático, rinitis, asma e inflamación del hígado que afectaba al sistema digestivo. El hígado está ya tan deteriorado que solo un trasplante puede resolver el problema antes de que derive en un cáncer o en un fallo del órgano.
Respuesta institucional
Apenas una semana después de la caída de las torres, la directora de la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos, Christine Todd Whitman, afirmó tajantemente que el aire en Manhattan "no supone un riesgo para la salud". Sin embargo, un informe oficial gubernamental de 2003 reconocía que la Agencia "no tenía suficientes datos ni análisis para realizar una afirmación tan general". Un tribunal federal dictaminó posteriormente que Whitman no debía asumir responsabilidades civiles ni penales por esta afirmación porque no tenía intención de causar daño.
Además, el Gobierno creó el Programa Sanitario del World Trade Center con una financiación adecuada para dar tratamiento gratuito a las víctimas y personas que vivieron o trabajaron en la zona cero, pero muchas veces los supervivientes -cuando relacionan síntomas con el 11-S- ni siquiera se inscriben en el programa. "Mucha gente que debería hacerlo no se inscribe porque creen que hay personas que lo necesitan más que ellos", señala Crane.