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Los "claroscuros" de Helmut Kohl, el padre de la reunificación alemana

Con su muerte desaparece uno de los grandes mitos vivientes de la historia: el ex canciller alemán, fallecido este viernes a los 87 años, contribuyó como pocos a modelar la Alemania y Europa

Los "claroscuros" de Helmut Kohl, el padre de la reunificación alemana

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Con la muerte de Helmut Kohl desaparece uno de los grandes mitos vivientes de la historia contemporánea: el ex canciller alemán, fallecido este viernes a los 87 años, contribuyó como pocos a modelar la Alemania y la Europa actuales.

Padre de la reunificación alemana, impulsor de la Unión Europea (UE) y mentor de la canciller Angela Merkel, el cristianodemócrata (CDU) cosechó tantos admiradores como detractores en más de medio siglo de carrera política, con un estilo sin medias tintas y una complexión corpulenta que imponía respeto con su mera presencia.

"Kohl convirtió los sueños en realidad", resumió el ex presidente de la Comisión Europea y ex primer ministro italiano Romano Prodi en septiembre de 2012 durante las celebraciones por los 30 años de la llegada de Kohl a la cancillería.

El hombre que más tiempo comandó el Gobierno alemán (1982-1998) agradeció entonces durante el aniversario a sus antiguos rivales por forzarlo a superarse a sí mismo y formuló un escueto y sugestivo balance de legado: "Fue un tiempo fantástico". Muchos entendieron la frase como una reconciliación final.

Nacido en la ciudad occidental de Ludwigshafen el 3 de abril de 1930 en una familia católica y conservadora, Kohl entró en la CDU con sólo 18 años. Iniciaba así una carrera fulgurante que incluyó 40 años como diputado, siete como primer ministro del 'land' de Renania-Palatinado, 16 como canciller y 25 como presidente de la CDU.

Siempre confiado en la posibilidad de la reunificación alemana, la impulsó como nadie: lideró las arduas negociaciones con los líderes soviético Mijail Gorbachov y estadounidense George Bush, disipó los reparos de las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial y reaccionó rápidamente a la caída del Muro de Berlín en 1989 con un plan de diez puntos para "superar la división de Alemania y de Europa".

El gran legado de su vida se vio culminado el 3 de octubre de 1990. Una foto de ese día muestra a Kohl entre su mujer, Hannelore, y el entonces presidente Richard von Weizsäcker. El canciller levanta la cabeza hacia el cielo con los ojos cerrados y una sutil sonrisa de alivio.

Kohl auguró esplendor y "paisajes florecientes" en una Alemania reunificada, pero pronto quedó claro que sus promesas tardarían en cumplirse. La brecha entre este y oeste era demasiado profunda, la verdadera unificación resultó una empresa más lenta y más cara de lo esperado.

Incansable impulsor de la integración europea, apoyó medidas decisivas como el Acta Única de 1986 (para la creación del mercado interior y la profundización de la cooperación), el Tratado de Maastricht de 1992 (para la creación de la Unión Europea) o la introducción del euro.

En reconocimiento a ese papel, en 1998 fue nombrado ciudadano de honor de Europa por el Consejo Europeo. También fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional y el Premio Carlomagno.

La gran mancha en la herencia de Kohl

La gran mancha en su herencia fue el escándalo que estalló en 1999 al descubrirse millonarias donaciones irregulares a la CDU mientras él era presidente del partido.

Fue su "niña mimada" Angela Merkel, que había ascendido hasta la secretaría general de la CDU llevada de la mano del propio Kohl, quien pidió entonces su cabeza y terminó recogiendo su herencia, primero como jefa del partido en 2000 y luego como canciller en 2005.

La vida reservaba a Kohl otro golpe: su mujer Hannelore, que llevaba 15 meses recluida en su casa de la localidad Oggersheim por culpa de una alergia a la luz, apareció muerta el 5 de julio de 2001 tras quitarse la vida con una sobredosis de somníferos.

Los dos hijos de la pareja, Walter y Peter, tomaron clara distancia de su padre. Años después publicaron libros relatando la frialdad de un hombre cuya verdadera familia no eran su mujer y sus hijos, sino la CDU. También acusaron a Helmut de estar "secuestrado" por su segunda esposa, Maike Kohl-Richter, 34 años menor que él, y especularon que su romance se remontaba ya a los años 90.

Los claroscuros de una figura que no dejó indiferente a ningún alemán, sin embargo, fueron quedando eclipsados con el tiempo ante el peso de su legado. La mayoría piensa hoy en Kohl con el título que le asignan los sellos puestos en circulación hace años en su honor: "Canciller de la unidad. Ciudadano de honor de Europa".

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