Italia da la campanada y gana Eurovisión con una insólita propuesta
Blas Cantó queda en un vigesimo cuarto lugar a pesar de ofrecer una intachable interpretación de 'Voy a quedarme' que no le sirvió a España para salir del sótano del festival.
Visto uno, vistos todos. El Festival de Eurovisión del siglo XXI es un déjá vu soporífero. Nada que ver con aquella infancia de televisión en blanco y negro, de noches de sábado, época en la que una vez al año desaparecían los dos rombos y nos dejaban trasnochar para ver Eurovisión. Nos sentábamos en familia frente a las 625 líneas atendiendo al inolvidable Uribarri que poseía la habilidad de acertar las votaciones de todos los países. Ya nada es lo que era.
Hoy al festival no lo reconoce ni la madre que lo parió. Ya no es una reunión familiar, hoy es una asamblea de eurofans conectados por Twitter, una comunión rosa sin fronteras, infinita. En el siglo XXI da la sensación de que las delegaciones se ponen de acuerdo y cada año surge una tendencia que se repite hasta el infinito y más allá.
En unas ediciones abundan las baladas, en otras los temas discotequeros. Unos años surgen más solistas, otros rezuman los grupos. El Festival de Eurovisión postpandémico, el del 2021, pasará a la historia por ser la edición de las mujeres, las melenas interminables, el glitter, mucho glitter, los brillos, los flecos, la pirotecnia y el ventilador.
La mayoría de las delegaciones compitieron con intérpretes femeninas. Exuberantes unas, reivindicativas otras, discotequeras todas. Anoche, por el escenario del Rotterdam Ahoy pulularon muchas composiciones discotequeras y facilonas, pero, como siempre, el ganador se salió de los cánones, que no de las apuestas, el micrófono de cristal fue para Italia. Måneskin dio la campanada al imponerse por sorpresa a otros favoritos como Francia y Suiza que quedaron en segundo y tercer lugar.
Su interpretación de "Voy a quedarme" dedicada a su abuela fallecida por covid fue impecable. Si algo derrocha este joven es voz
La banda rockera se lleva para Italia el tercer micrófono de cristal (Gigliola Cinquetti, 1964 y Toto Cutugno, 1990). Llevaban los eurofans dos años de los nervios, la pandemia les dejó sin la edición de 2020, la espera se les ha hecho muy larga, pero por fin llegó su gran noche, la gran final del Festival de Eurovisión 2021.
Quiso la fortuna que la chipriota Elena Tsagrinou fuera la encargada de levantar el telón con El Diablo, un tema facilón y popero rodeado de polémica. Primero la iglesia ortodoxa chipriota lo colocó en el punto de mira por “glorificar a satán” y, más tarde, las redes la acusaron de plagio porque, a más de uno, los acordes endiablados le dejaron cierto regusto a Lady Gaga y Rita Ora. Claro que la recompensaron con un 16º puesto.
Más participantes curiosos
Cuestión de karma fue la actuación de Anxhela Perister representando a Albania, su pop de reminiscencias étnicas la colocaron en 21º puesto. La tercera en pisar el escenario fue Eden Alene, una joven de ascendencia etíope nacida en el barrio Katamon de Jerusalén que interpretó Set me free, un tema de saborcillo funky que la dejó en 17º lugar.
La primera banda de la noche aterrizó en Holanda directamente desde su vecina Bélgica. Los indies Hooverphonic, a los que los eruditos festivaleros han calificado como herederos de Lee Hazelwood, entonaron The wrong place.
Geike Arnaert, la vocalista del grupo, no le llegó ni a la suela del zapato al autor de la inmortal These boots are made for walkin y no digamos a Nancy Sinatra. Su escaso 23º puesto se me antoja muy merecido.
Manizha, la poliédrica intérprete que ha plantado cara a Putin, lanzó su mensaje feminista que la colocó en novena posición. La joven de 29 años entrelazó sus sonidos hiphoperos con un look que rememoraba a las matrioshkas para cantar a la libertad de las mujeres. Manizha entonó los acordes de su himno secundada en escenario por proyecciones de imágenes de diferentes mujeres rusas.
“Toda mujer rusa necesita saber que es lo suficientemente fuerte como para rebotar contra la pared. Tienes ya treinta años. ¿Hola? ¿Dónde están tus hijos? Eres mona en general, pero deberías perder algo de peso”.
Para feminista de verdad la representante de Malta. Destiny, con un chorro de voz imponente, se marcó un arrollador himno, Je Me Casse, cuya letra rompe con el estereotipo de la mujer florero. “No me voy a rendir ni cambiar mis planes. Ni de coña, no soy tu cariño. Ni de coña, no quiero tu dinero. Me equivoqué, no me gustan los títeres”. Un petardazo llenapistas de una joven que sólo tiene 18 años y que ya se alzó con el Festival Junior de Eurovisión. Si se hubiera hecho con el micrófono de cristal podría presumir de haber ganado las dos ediciones.
Portugal cantó en inglés por primera vez en su historia. Nada más que reseñar de la actuación de The black mamba. Mucho tiene que llover para que Portugal nos vuelva a enamorar como lo hizo Salvador Sobral en 2017. Inolvidable su interpretación de Amar pelos dois, aquella delicada balada heredera de la bossa nova del maestro Caetano Veloso y los mejores versos de Ivan Lins.
El ganador se salió de los cánones, que no de las apuestas. Måneskin dio la campanada al imponerse por sorpresa a otros favoritos como Francia y Suiza
Serbia envió a tres mujeronas que hicieron justicia a su nombre Hurricane; Reino Unido, a James Newman, el primer representante masculino de la noche que terminó con cero puntos, y Grecia hizo lo propio con Stefania, la benjamina de la edición. Los nueve minutos de este bloque resumen lo que hoy en día significa Eurovisión, con el debido respeto, la fiesta más gay de la televisión europea.
Más purpurina, más baile, más cuerpazos, juegos de luces, pirotecnia y coreografías dieron paso a Tout l'Univers el tema suizo del joven Gjon's Tears, o lo que es lo mismo la banda sonora de la entrevista interminable 'Rocío, contar la verdad para seguir viviendo'. El suizo, que partía como uno de los favoritos, lució glitter hasta en los amplificadores.
Islandia, también resonaba en la banda de las favoritas en las casas de apuestas, ofreció una colorista y divertida propuesta de Daði & Gagnamagnið (léanlo como puedan) en diferido por culpa de un positivo en covid-19.
Blas Cantó cerró el primer bloque de noche, lo cierto es que nadie dio un duro por él (tan sólo obtuvo 6 puntos), pero su interpretación de Voy a quedarme dedicada a su abuela fallecida por Covid fue impecable. Si algo derrocha este joven, que por fin pudo subirse al escenario de Eurovisión en su cuarto intento, es voz. El segundo bloque, como siempre, se antoja más ameno que el primero. Las grandes favoritas andaban entretejidas en él. Finlandia, Ucrania, Francia e Italia.
Arrancó Moldavia y el azúcar de Natalia Gordienko, seguida del alemán Jendrik, acompañado por una gigantesca mano bailarina y un ukelele con 300 piedras brillantes (en ese escenario faltaban Bob Esponja y Dora la exploradora).
Las apuestas se cumplieron
La cuota rockera de este año, además de Italia, fue para Finlandia con Blind Channel y su Dark side. ¡Qué les gusta a los finlandeses una banda de monstruos! Lordi, una banda del mismo pelaje se alzó con el micrófono de cristal en 2006. Lo cierto es que, a estas alturas deseaba que acabaran su interpretación los de la peineta prohibida para llegar a la calma de la balada búlgara. Victoria defendió sin pena ni gloria su Growingup is getting old. Lituania regresó a la Discoteque de los ochenta con The roop, dando paso a dos de las favoritas.
Ucrania, representada por GoA y su irascible y enervante Shum y la maravillosa balada francesa Voilá interpretada por Barbara Pravi, cuyo tema bebe de la chanson française y de clásicos como Édith Piaf o Charles Aznavour. Las Mata Hari de Azebaiyán, el ángel caído de Noruega y la new age holandesa recibieron a la insólita y singular propuesta rockera italiana de Måneskin, la ganadora del Festival de San Remo y flamante triunfadora de Eurovisión 2021 que ha incendiado Europa con Zitti e Buoni.
Suecia peleó por la que hubiera sido su séptima victoria en el festival con el congolés Tusse y San Marino cerró las actuaciones con su tema Adrenalina. Al final, las casas de apuestas dieron en el clavo y la ganadora estaba entre su big five, que no en el del jurado profesional.