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Termina una semana horribilis en televisión

Nos hemos quedado huérfanos de Mila, en shock con el casting de Mask Singer, cabreados con el tongazo de Honduras y sin saber cómo iba a evolucionar la segunda temporada de Reyes de la noche

"Reyes de la noche"

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Menuda semana televisiva más insólita llevamos. El martes por la noche nos topamos con el tongazo de Supervivientes. Lo siento, pero desde mi chaise longe no lo veo de otra forma. ¿Quién se cree que Omar Sánchez, el debilitado novio de Anabel Pantoja, haya sido capaz de quebrar la relación Palito-Lola, el vínculo más sano, más divertido, más fresco y duradero de esta temporada? Ambas merecían llegar a la final. El fraude estaba cantado, con la sobrinísima en Honduras de cuarentena, bailando en las redes y alimentando el morbo, por lo menos tenían que dejarla en la playa 24 horas. Encima se va de la lengua y la lía parda. En lo que a mi respecta, esta edición de Robinsones ya está finiquitada. No para el resto de los espectadores.El prime time del miércoles más triste de la televisión, protagonizado por el adiós de Mila Ximénez, fue para Supervivientes que alcanzó un 26,1% de cuota de pantalla frente a Mask Singer que pegó un bajón de 2,3 puntos para quedarse en un 15,2% a pesar de la rana Pedrerol y, sobre todo, a pesar de la medusa picante Mel C. Con semejante casting no sé qué va a ser de la tercera edición. Sólo espero que lo programen con más inteligencia.

Para rematar esta semana horribilis, nos enteramos de que la serie Reyes de la noche no tendrá una segunda temporada en Movistar Plus, a pesar de que Javier Gutiérrez, uno de sus protagonistas, garantizó en la presentación de la temporada que la secuela se encontraba en un avanzado proceso de producción, preproducción más bien. Esto rezuma cierto tufillo a llamada de teléfono con el cuerno revirado.Por más que la serie creada y escrita por Adolfo Valor y Cristóbal Garrido haya sido publicitada como una ficción, todo el mundo reconoce en sus seis capítulos el primer asalto de la guerra radiofónica que mantuvieron José María García y José Ramón de la Morena. Una guerra personal que en el fondo no fue más que una lucha de poder entre medios de comunicación y, me atrevería a añadir, políticos de la época.Aclamada por la crítica, denostada por los supuestos popes radiofónicos que, aunque lo nieguen, se ven reflejados porque lo están, la serie narra el primer combate entre Paco el Cóndor y Jota Montes. La historia se ambienta a finales de los 80 y principios de los 90. El Cóndor es el periodista deportivo más importante de la radio española en los 80, admirado por los oyentes, temido por los jugadores y odiado por los presidentes de clubes. El día que Jota ocupa el puesto del rey de las ondas porque su equipo es contratado en bloque por la competencia, ese día se lía parda. El aprendiz desaprueba los métodos que elevaron al olimpo a su mentor, pero pronto se da cuenta de que no le quedará más remedio que competir usando las mismas armas que él.Hasta aquí la ficción que se ha quedado en boceto, no ha llegado ni al lienzo de lo que fue aquella batalla en las ondas que arrancó el verano del 89 con el nacimiento de El larguero en la Cadena Ser y se agudizó la noche del sorpasso, el 18 de abril de 1995. Reyes de la noche ha dejado al espectadores con ganas de más, conscientes de que de la chicha estaba por llegar en la segunda y, por qué no, en una tercera temporada.

Los que peinamos canas y, sobre todo, los que trabajábamos en el pleistoceno en las secciones de comunicación de los periódicos de aquella época, vivimos en nuestras teclas la confrontación visceral en las ondas entre José María García y José Ramón de la Morena, pugna que fue el germen de la primera guerra del fútbol por los derechos de retransmisión de la liga. Podría intentar resumirlo, pero lo recuerdo como una pesadilla informativa, ahí queda en la hemeroteca.Supergarcía, alias Butanito, fue el gran comunicador de la radio deportiva hasta que el aprendiz, José Ramón de la Morena lo superó en audiencia tirando del germen de la juventud, la novedad en la radio y emisiones en directo con público desde todas las delegaciones de la cadena entre otras cosas.García, polémico donde lo hubiera, excesivo y de verbo pérfido, convirtió la descalificación en su mejor arma y su léxico inventado, supuestamente ingenioso, el gatillo con el que disparar. "Chupópteros, lameculos, abrazafarolas, cantamañanas, correveidiles, chiquilicuatres", su lista de calificativos fue interminable, tanto como la de motes que utilizaba impunemente. Hagamos memoria, pero por favor intenten leerlo con aquel tonillo cantarín que inmortalizó butanito. Se acuerdan de Don Pedrusco, Pablo, Pablito, Pablete, el rapsoda del fútbol, mancebo, el tonto de Brunete o minilehendakari. Inmortalizó frases como: "En rigurosa primicia informativa, por activa y por pasiva, ojo al dato". Expresiones parecidas ha incorporado a sus noches electorales el Supergarcía del siglo XXI, Ferreras. No en vano sus programas son una copia de aquellos trasladados a la tele y a la política.Lo cierto es que la serie no ha caído bien entre las figuras de la radio de la época, de ahí se me antoja que el suspenso llega fomentado por una llamada de teléfono desde las alturas.Para empezar, Javier Gutiérrez se supone que interpreta al Cóndor; pero si cierras los ojos su tono de voz está absolutamente decorado con el de José María García. "Una traición abyecta", según confiesa el círculo cercano a García. "Una caricaturización de los periodistas", se ha quejado en El transistor, un futuro jubilado De la Morena. Él tampoco se quedó corto a la hora de insultar a su maestro a través de las ondas al que calificaba como superratón. "García es un delincuente acostumbrado a extorsionar, manipular y chantajear", "la radio de García ha sido siempre radio hostias". Por ejemplo.El caso es que en esta semana horribilis nos hemos quedado huérfanos de Mila, en shock con el casting de Mask Singer, cabreados con el tongazo de Honduras y sin saber cómo hubiera evolucionado esta comedia dramática que prometía entretenimiento y cierto grado de nostalgia.

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