La leyenda del tapado de Aguirre aturde al PP de Madrid
La actual presidenta madrileña se consolida como futura líder del PP en Madrid aunque Génova vuelve a enredar en con los tiempos. Lo que tenga que ser, será. Pero en su momento.
Técnicamente, Mariano Rajoy tenía que haber convocado Congreso nacional del PP antes de las elecciones generales, tal y como indican los estatutos del partido, pero nadie en público le ha recordado esa obligación, del mismo rango interno que esa otra, más relevante, que tampoco nadie le reprocha al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, en un asunto de mayor enjundia: la renovación del sistema de financiación autonómica, que por ley tenía que haberse cambiado a principios de año.
Esa indiferencia hacia los plazos reglamentarios es un sello de autoridad que Rajoy y su guardia pretoriana manejan con mano de hierro en guante de seda: es lo que hay. Y punto. Pero desata nervios, conspiraciones, rumores y todo tipo de conjeturas que en el caso del PPmadrileño siempre son de primer orden por la categoría de los nombres en liza.
Digamos que, como no hay ni fecha para el Congreso nacional, plantearse a corto plazo cualquier cambio en la dirección regional –ostentada aún por Esperanza Aguirre e Ignacio González- es una quimera: sólo cuando se celebre el cónclave mayor se convocará el menor y, a continuación, los domésticos en tantas ciudades que aún no han digerido orgánicamente el resultado de las municipales y tienen al frente a alcaldes que ya no lo son o dirigentes que pertenecen al pasado.
En el caso de Madrid, la combinación de factores eleva al cuadrado las preguntas. ¿Se irá pronto Esperanza Aguirre? ¿Intentará dejar a alguien de su confianza? ¿Dará el paso Cristina Cifuentes como indica la lógica? ¿PreferiráRajoy, siempre y cuando siga en La Moncloa, una bicefalia entre el partido y las instituciones? ¿Es Pablo Casado un nombre a tener en cuenta de verdad? ¿Quién es el tapado si lo hay?
Lo único cierto y seguro es que Aguirre se mantiene en su disposición a abandonar la Presidencia y Cifuentes en la suya a alcanzarla: la primera sin prisas y sin planes B para apadrinar a nadie por mucho que se dé por hecho lo contrario; la segunda con ganas pero sin deseo alguno de librar una batalla. Ambas coinciden en algo aunque con objetivos distintos y sin hablarlo: que lo que tenga ser, sea de una forma natural.
Esto es, que Cifuentes logre el control del partido, como esperan y dan por hecho casi todos, incluidos un buen número de alcaldes aguirristas que entienden o acatan un nuevo liderazgo en ciernes al que sonríen, por cierto, encuestas que no han visto aún la luz pública.
El problema es que en Génova no lo tienen nunca claro y que, con un calendario tan difuso, esa actitud dispara las zancadillas y excita al Caín que habita en las distintas familias de todos los partidos, renovando ficticiamente un pulso entre Aguirre yCifuentes que no existe o no tiene la dimensión que tuvo en el pasado: si ambas mantuvieron el tipo en momentos más complicados, ahora que una está de salida (aunque con Aguirre nunca se sabe, especialmente si el PP cae en las generales) y la otra acaba de empezar, es absurdo enemistarlas. No hace falta que se quieran mucho para que coyunturalmente se entiendan en algo sustantivo: ya no son rivales en nada.
¿Quién mueve el nombre de Pablo Casado?
Quizá el problema está más en quienes mueven la figura de una estrella emergente,Pablo Casado, para intentar que Cifuentes no llegue a aunar la Presidencia de la región con la del partido, como parece lógico. Y Pablo es un buen nombre en un mal momento: sobreexponerlo para defender a menudo lo indefendible se resiste si, como él, se carece de pasado y sólo tiene futuro; pero mantenerse así demasiado tiempo achicharra a cualquiera. Se recuerda bien el caso de María Dolores de Cospedal, incinerada en defensas numantinas del PP y del Gobierno que no desgastaron a quienes, tal vez, debieran hacer dado la cara más que ella.
Pero presentar a Casado –o a cualquiera- como alternativa a la propia Cifuentes, parece enlazar con esa especie muy extendida de que la nueva presidenta autonómica tiene mucho predicamento en todo el PP, incluyendo a vicepresidenta y a la secretaria general a la vez… menos con Rajoy.
Bulo interesado o verdad a medias, lo cierto es que especular con bicefalias o alternativas no parece la mejor ayuda para alguien que las necesita todas viendo el difícil panorama al que se enfrenta cada día en la Puerta del Sol y que volverá a sentirse con el inminente debate presupuestario, en el que se esperan tensiones y discusiones agudas.
González Terol y David Pérez, falsos tapados
Y tampoco parece una gran estrategia identificar a soldados del PP "pata negra" aguirrista como ahijados de la presidenta popular vigente en una hipotética batalla por la sucesión del partido en la que, en realidad, nadie está pensando: no es verdad, simplemente, que nadie esté preparando como heredero al segundo alcalde del PP más votado de España tras la de Marbella.
Antonio González Terol, primer edil de Boadilla del Monte, no está en esa guerra y tampoco es cierto que nadie lo esté por él para abrirle el camino: es hombre de partido y lo que espera, probablemente, es llevarse bien con todos y que le dejen gobernar con calma hasta que, de manera casi rutinaria, le ofrezcan responsabilidades en todo caso compatibles con su Ayuntamiento.
Y mucho menos que David Pérez, alcalde de Alcorcón y aguirrista reconvertido en cifuentista que tal vez aspiró a una consejería a la que nunca llegó, sea el hombre elegido para disputar la Presidencia del PP cuando Aguirre lo deje.
El peculiar manejo de los tiempos de Rajoy, que siempre ha producido estragos innecesarios en el PP de Madrid, vuelve a tener impacto pues y excita controversias que en realidad no existen. De una manera algo gratuita, pero quizá inevitable cuando la falta de concreciones se termina llenando con conspiraciones y conjeturas tan poco sólidas como fáciles de extender.
La realidad es que Aguirre no está en escaramuzas de ningún tipo (otra cosa es queRajoy se estrelle en las generales) y que el futuro liderazgo de Cifuentes está aceptado por casi todos, hasta el punto de que la presidenta autonómica está en realidad a otra cosa: consolidar su Gobierno, prepararse como un guerrero para una hipotética moción de censura que nunca llegará si sigue cumpliendo sus compromisos con Ciudadanos(menos remota parece en el Ayuntamiento capitalino, por cierto) y disfrutar de un día a día que parece consolidar su estrategia política.
Que no es otra que matar a besos a los enemigos, lucir guante de seda, crecer en popularidad y manejar sondeos discretos que indican una evolución del respaldo desde las elecciones autonómicas.