Albert Rivera y Pablo Iglesias, unidos a la hora de la "espantada"
El líder de Ciudadanos y el de Podemos ya tienen algo más común: su habilidad para quitarse de enmedio cuando algo puede fastidiarles su imagen.
La semana que se cierra ha conseguido que Albert Rivera y Pablo Iglesias ya tengan otra cosa más en común. No sólo lideran sendos partidos clasificados como emergentes, sino que también han hecho las delicias de María Teresa Campos en Qué tiempo tan feliz y, sobre todo, han empleado la misma excusa para quitarse de enmedio en dos actos públicos muy delicados para su propia imagen.
La ausencia de Iglesias en la concentración para resucitar un "No a la guerra" en unas circunstancias que no tienen nada que ver con las de 2003 llamó la atención de quienes observan los movimientos del líder de Podemos. Apenas unos días antes, cuando los alcaldes "del cambio" y el gremio de abajofirmantes habituales puso en marcha otro manifiesto, se esperó con ansia la reacción del número uno podemita, que, revestido con la aureola de hombre de Estado, había rechazado el ingreso en el pacto antiyihadista pero no la ausencia en sus reuniones.
Una tarea que adjudicó a Rafa Mayoral, al que Juan Carlos Monedero, el verso suelto de Podemos que anda de capa caída, le hizo el impagable favor de montarle un lío con sus patochadas sobre Rivera que robaron protagonismo a la presencia del responsable podemita en el encuentro.
Pero volvamos a la plaza del madrileño Museo Reina Sofía. Ni rastro de los nombres más famosos de la petición ni de los dirigentes de confianza de Iglesias. Todo un síntoma que la voz cantante del acto, más cercano a la fiesta del PCE que a la supuesta transversalidad, la llevaran tres adscritos al sector más crítico de Podemos, el de Anticapitalistas: Teresa González, Kichi y Alberto San Juan.
Que el Ayuntamiento de Madrid delegase en Mauricio Valiente o en el inenarrable concejal de Economía Carlos Sánchez Mato -su presentación en el Hotel Ritz del coordinador general de IU Alberto Garzón, artífice de Unidad Popular, competencia directa a Podemos, ha sido anotada en algunos cuadernos morados podemitas- con su receta de solucionar los conflictos "con amor" tampoco pasó desapercibido.
Ni Manuela Carmena ni la influyente Rita Maestre, enlace directo de la cúpula podemita con el Consistorio madrileño. Tan sólo, por cuota Podemos, la concejala de distrito Rommy Arce, también vinculada a Anticapitalistas.
Con ese panorama la dirección nacional de Podemos envió a Carolina Bescansa a hacer acto de presencia acompañada por Luis Alegre, que en calidad de jefe del partido en Madrid no tenía otro remedio. Y nada más.
Iglesias se quitó de enmedio alegando que debía preparar su visita a Qué tiempo tan feliz, que cantarle una nana guitarra en mano a María Teresa Campos no es poca cosa.
Iglesias se quitó de enmedio alegando que debía preparar su visita a Qué tiempo tan feliz, que cantarle una nana guitarra en mano a María Teresa Campos no es poca cosa.
Rivera, el pionero
La excusa recordó a la que dispensó el martes el líder de Ciudadanos que, a la fuerza ahorcan, cada vez dedica más tiempo a la capital. Escoltado por Fernando de Páramo y Daniel Bardavío, el ciudadano Rivera aprovecha su tirón como hombre de moda. Pero el martes dejó plantados a quienes le esperaban en la Asamblea de Madrid. Y a más de uno se le arrugó la nariz por las extrañas coincidencias.
Al fin y al cabo, el día antes, en la vetusta sede madrileña de Ciudadanos -portalón y escaleras crujientes de madera en la calle Carranza- Rivera había tenido que salir al paso de la polémica por el curriculum del número dos en Madrid, César Zafra. No faltan quienes apuestan a que el estallido del asunto tiene que ver con el papel de killer del diputado madrileño como coordinador de C's en Madrid.
Por eso algunos ligaron el caso de Zafra y su presunta falsificación laboral con la repentina ausencia de un Rivera que hubiera debido enfrentarse a preguntas de esa cuestión precisamente en la propia Asamblea de Madrid.
La excusa, al menos una de ellas, es que el jefe naranja tenía que preparar sus intervenciones televisivas. Esa misma noche acudía a El Hormiguero. El problema es que miembros del equipo ciudadano en la Asamblea de Madrid reconocieron saber que la cancelación se había llevado a cabo la noche antes.
En todo caso,
Palmo de narices para Ignacio Aguado, que fue a quien le tocó comerse el marrón. Para deleite, por cierto, de algunos populares madrileños, muy divertidos con el hecho de que Ciudadanos trague un poco de agua ante el férreo marcaje a Cristina Cifuentes.
palmo de narices para Ignacio Aguado, que fue a quien le tocó comerse el marrón. Para deleite, por cierto, de algunos populares madrileños, muy divertidos con el hecho de que Ciudadanos trague un poco de agua ante el férreo marcaje a Cristina Cifuentes. Pero esa es otra historia.
Lo único claro es que Iglesias y Rivera saben cómo quitarse de enmedio cuando las cosas no les interesan.