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Soraya se crece frente a Iglesias y Rivera ante un Sánchez grogui

La entrada en escena de la corrupción alteró el ritmo del debate, en el que hasta ese momento la vicepresidenta había permanecido casi como observadora, dejando que sus rivales se pelearan.

Los cuatro

Los cuatro "púgiles" antes del debate.

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Tiene Soraya Sáenz de Santamaría un tic desde sus tiempos de colegiala en Valladolid. Cuando va a entrar a matar -dialécticamente hablando- se remanga con fuerza hasta por encima de los codos. Lo suele hacer en el Congreso, para divertimento de sus señorías de la oposición. Pero en el debate a cuatro de Atresmedia no se le vio hacerlo ni una sola vez. Señal de que las cosas le fueron rodadas, aunque durante muchos minutos del comienzo se echó en falta ese nervio que tanto la caracteriza.

La vicepresidenta solventó sin despeinarse una prueba para la que, de entrada, ella tenía las de ganar por la posición de inferioridad de sus rivales y porque estos sabían que una estrategia de tres contra una habría equivalido a un suicidio colectivo. Distinto habría sido si en el plató hubiera estado Mariano Rajoy y no ella.

Así que a la número dos del Ejecutivo le bastó con dejar que Albert Rivera, Pablo Iglesias y sobre todo Pedro Sánchez -menudo papelón el del secretario general del PSOE- se cocinaran en su salsa, tirándose los trastos a la cabeza unos a otros.

Como cuando el líder de Podemos le espetó al socialista con sorna que en su partido manda "poco" y que mandan otros. O cuando le recriminó al presidente de Ciudadanos que sus "ansias de poder" le estén haciendo alinearse con lo viejo, el PSOE de los ERES en Andalucía y el PP de la Púnica en Madrid. O cuando Rivera le echó en cara a Iglesias que si el PSOE pacta con Podemos "es maravilloso" y si lo hace con C's "es perverso".

El larguísimo y denso debate -más de dos horas- tuvo dos partes bien diferenciadas. La primera, ese tres contra tres en el que Sánchez nunca se sintió a gusto. De hecho recordaba al niño al que en el patio del colegio nadie elige. Hasta miraba con cara de pena a Vicente Vallés y Ana Pastor en busca de un poco de piedad.

En esa mitad, mientras Rivera se aceleraba, Iglesias soltaba sus diatribas contra el sistema y Sánchez luchaba por hacerse hueco, Sáenz de Santamaría permaneció como mera observadora. Lo más que tuvo que hacer fue recordar de vez en cuando el desaguisado que se encontró el Gobierno en 2011.

Para satisfacción de la audiencia, el ritmo cambió con el bloque de la corrupción, el que hizo a la número dos de Rajoy despertar y dejar destellos de esa Soraya Sáenz de Santamaría que tantos debates parlamentarios ha puesto al rojo vivo. Primero como portavoz del PP en la oposición; en esta legislatura como vicepresidenta.

Aunque el PP sigue sangrando y sangrará por mucho tiempo de la herida, la vicepresidenta se defendió bien de las acometidas de sus rivales, sobre todo de las de Iglesias, que le recordó cómo en el pasado la Policía registró durante 20 horas la sede de Génova 13.

Tras enumerar la lista de medidas que ha adoptado el Gobierno contra la corrupción se calentó Sáenz de Santamaría con el líder de Podemos y acabó tirándole a la cara a Juan Carlos Monedero y su evasión de impuestos. "Sé fuerte Luis", le dijo Iglesias. "Paga señor Monedero", contestó ella en uno de los momentos estelares del y tú más del que todos reniegan pero en el que al final todos acaban cayendo.

Dicho sea que el candidato de Podemos fue quien más y mejor atacó a la número dos de la lista del PP por Madrid al Congreso, que sin embargo supo plantarle cara. "Ojo no sea su sustituto del bipartidismo un tripartito de perdedores", llegó a decirle a él y, por extensión, a Rivera.

El candidato de Ciudadanos estuvo sólido en sus planteamientos y propuestas, mucho más que Sánchez. Muy mal se tuvo que ver para que los temas estrella del socialista fueran el traslado del Senado a Barcelona, el compromiso de un Consejo de Ministros paritario como en tiempos de Zapatero, equiparar a Ciudadanos con la derecha y Venezuela: no tardó en sacarle a Iglesias esto último justo el día del varapalo electoral de Nicolás Maduro.

Ni la despedida y cierre de un minuto le benefició, porque le tocó el primero. Soraya fue después, con un mensaje cortito y al pie: "Tenemos proyecto, equipo y experiencia". Le siguió Rivera, que como frase redonda dejó ésta: "La ilusión vencerá al miedo".

Y cerró Iglesias con un mensaje mucho más poético, carne de Twitter (estaba todo estudiado): pidió a los electores que se acuerden de las tarjetas black, los desahucios y demás tropelías de esta legislatura y que a su vez sonrían al 15-M, a las plazas, a los abuelos que se parten la espalda para estirar la pensión, a los que se levantan a las seis de la mañana para ir a trabajar... "Sonrían, que sí se puede", señaló. A la altura del "buenas noches y buena suerte" de Zapatero y de la famosa niña de Rajoy.

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