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El PSOE de Madrid se venga de Leguina con una jugarreta infantil

El episodio, que ha pasado casi desapercibido, refleja cómo está el percal en el socialismo madrileño, donde la mitad vela armas contra la otra mitad de cara al 21 de diciembre.

Leguina junto a Gallardón y González.

Publicado por
Antonio R. Naranjo

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Que la mitad del PSOE madrileño vela armas y se pone pinturas de guerra para el día después del 20-D es un secreto a voces, y que mientras las escaramuzas son discretas y de baja intensidad, también. Pero no todas. Una ha llamado poderosamente la atención en círculos políticos y, aunque no ha trascendido hasta ahora a la opinión pública, lo dice todo de cómo está el percal y cómo afecta incluso a dirigentes que pasan, con razón, por una especie de caballeros británicos en un envilecido tablero de juego.

Joaquín Leguina acaba de recibir una puñalada por la espalda y sin aviso de, nada menos, el pulcro Ángel Gabilondo, a cuento de un nombramiento aparentemente menor pero de gran enjundia. Al grupo parlamentario socialista en la Asamblea regional le correspondía elegir a uno de los suyos para ocupar un sillón en el Consejo Social de la Universidad de Alcalá, históricamente volcada en echar una mano al PSOE con rectores como, especialmente, el hoy caído en desgracia Virgilio Zapatero a cuento de las ínclitas black cards.

Pues bien, cuando todo el mundo esperaba que Gabilondo se limitara a renovar a Leguina, que además preside el órgano, el líder del PSOE ajustició sin aviso a su compañero para poner a otro más del agrado de la dirección regional de su partido: el exdelegado del Gobierno y ex alcalde complutense, Arsenio Lope Huerta.

A Leguina le ha sentado a cuerno quemado, no tanto porque el puesto sea una bicoca –carece de remuneración formal- cuanto por la falta de aviso y de explicaciones: el PP sí preguntó a su representante, el histórico Juan Van Halen, y éste renunció a seguir en el Consejo.

La cosa no acaba ahí: Leguina finalmente seguirá, por decisión del Gobierno regional, y además lo hará como presidente del Consejo (una decisión que corresponde en exclusiva a Cristina Cifuentes), un órgano que nunca ha hecho gran cosa en las universidades madrileñas pese a que, si quisiera, podría controlarlas: de él depende el presupuesto y, si decidieran apretar a los rectores, tendrían mucho más difícil gobernar los templos del saber con un agujero en una mano para gastar y un pañuelo en la otra para llorar y pedir más.

El pulso Gabilondo-Leguina, dos tipos elegantes donde los haya y con una formación ya poco habitual en la política española, representa el deterioro de las relaciones entre las dos facciones del PSOE madrileño enfrentadas ya a vida a o muerte. Si hasta ellos se apuñalan por la espalda, ¿quién no va a estar dispuesto a derramar sangre cuando las urnas dicten sentencia y retumben los tambores de guerra?

Renovación en los consejos

Y hablando de los consejos sociales, esa herramienta que ni la mismísima Esperanza Aguirre supo utilizar como contrapeso en unas universidades madrileñas habitualmente convertidas en avanzadilla de las tropas de asedio al PP, ahí no acaban las noticias: sea por cambiar el ritmo o por simpe renovación, Cifuentes cambiará a al menos tres de los seis presidentes de los consejos de la media docena de universidades públicas madrileñas.

Y a una de ellas puede llegar –no está claro a cuál, se cita a la Carlos III y a la Juan Carlos I pero se habla incluso de la Complutense- un nombre de campanillas, con poca relación histórica con Madrid pero a la vez con un gran predicamento en toda España desde un puesto clave: se trata, nada menos, de José Creuheras, presidente del grupo Atresmedia y de Planeta tras el fallecimiento del gran patriarca José Manuel Lara.

En pocos días, la incógnita se despejará pero ahora mismo es un nombre al que se corteja, con los parabienes de Soraya Sáenz de Santamaría y, sin duda, de Mauricio Casals.

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