Rajoy sueña con una carambola para aprovechar el desinfle de Rivera
Termina una campaña atípica y sobre todo histórica con el PP viéndose ganador, Podemos peleando por la segunda plaza, el PSOE deprimido e irreconocible y Ciudadanos pasando apuros al final.
Ahora sí, toca que hable España. Toca que hablen las urnas. Se cierra el telón de una campaña atípica, entre villancicos, compras navideñas y décimos de lotería. Una campaña marcada sobre todo por la irrupción en escena de los dos nuevos partidos, Ciudadanos y Podemos, que han hecho bailar a populares y socialistas a un son distinto, uno de cuatro y no de dos.
Histórico ha sido el debate en Atresmedia de Soraya Sáenz de Santamaría, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias; como histórico ha sido también que por primera vez los mítines más multitudinarios no los hayan protagonizado los candidatos del PP y el PSOE, sino los de Ciudadanos y Podemos. Y el desproporcionado peso que ha tenido la televisión en la campaña.
A las habituales brechas entre la izquierda y la derecha, entre el voto urbano y el rural, se ha sumado esta vez más que nunca la generacional, que sin duda marcará los resultados del domingo. En las urnas se dirimirá la pelea del cambio frente a la costumbre, de lo nuevo frente a lo viejo. Un viejo del que irónicamente forman parte candidatos jóvenes, como el propio Sánchez y, sobre todo, Alberto Garzón.
Se sabe, o al menos eso han dicho todas las encuestas, que el Partido Popular va a ganar las elecciones, pero a partir de ahí todo son incógnitas que, a su vez, determinarán los pactos posteriores.
El PP llega al 20-D algo defraudado porque en esta campaña apenas ha conseguido recuperar voto, ni siquiera a costa del desfonde de Ciudadanos. Los populares saben que necesitan un margen lo suficientemente amplio respecto al segundo como para que éste, sea cual sea, no se vea legitimado para intentar formar gobierno. O al menos no con el apoyo de C's.
Los más optimistas, que también son los menos, creen que el domingo obtendrán 2 y hasta 3 puntos por encima de lo que les han venido dando los sondeos gracias a una carambola entre el voto útil, el indeciso y el oculto. Ello haría que rebasaran la importante barrera del 30% de porcentaje.
El PSOE llega sumido en una profunda depresión. No es que no hayan ido a más, sino que en estas últimas semanas Pedro Sánchez ha ido a menos. Ni siquiera ha sabido hacer los favores de Rajoy, como sentarse a debatir únicamente con él, confiriéndole así el título de único candidato con opciones de ser presidente además de él mismo.
Precisamente ese debate ha sido uno de los puntos de inflexión de una campaña que hasta entonces transcurría en un ambiente más parecido al fair play que en otras ocasiones. Su agresividad con el presidente, unida a sus bandazos y a la desmotivación del electorado socialista, que no termina de reconocerse en su candidato, han complicado mucho las cosas al PSOE.
Tanto como para temerse la seria posibilidad de ser tercera fuerza por detrás de Podemos, o incluso cuarta en caso de hecatombe. Los socialistas lo fían todo a Andalucía, al voto de los mayores de 55 años -en disputa con el PP- y a su trayectoria. Pero ni de la historia ni de tener muchas sedes por España va a comer nadie el 20-D.
Podemos ha sido la gran sorpresa de las últimas semanas. Llegó a la precampaña grogui, desactivado, hasta que sus estrategas se inventaron el grito de guerra de Remontada y empezaron una progresión ascendente que les ha llevado a estar en la pelea por la segunda plaza. Si no en escaños, al menos sí en voto.
Lo dicen hasta las encuestas internas del PP -como adelantó ESdiario- y este viernes se lo dijo Rajoy a Angela Merkel, para estupefacción de ésta. Con un electorado muy movilizado y tras un viaje a la moderación que les ha permitido conectar con un espectro ideológico mucho más amplio, Podemos aspira a convertirse en estas elecciones en el referente de la izquierda.
A mayores, el empujón definitivo se lo ha dado Ciudadanos: todo o casi todo el voto que los de Rivera han perdido en las últimas fechas ha ido a parar a los brazos del partido morado. Es la magia de la volatilidad de la que tanto se ha hablado en los dos últimos años.
Ciudadanos, por último, de verse con posibilidades de ser segundo ha pasado a hacerse a la idea de que podría quedar cuarto, no obstante con un honroso número de escaños. La ventaja que tienen los de Rivera sobre Podemos es que están mucho mejor situados en circunscripciones más pequeñas, de 4, 5 o 6 escaños, mientras que la formación morada se nutre más de las circunscripciones más grandes. En la mayor, Madrid, sueña incluso con ser primero...
Sabe el líder de C's que tendrá un papel determinante en la confección del futuro gobierno. En el que ya ha dejado claro que no estará si no es presidiéndolo. El partido naranja se ha sabido mover bien en las aguas de la indefinición postelectoral durante mucho tiempo, de ahí que resultara cuanto menos sorprendende que este viernes, sobre la bocina, anunciara abstenciones ante las que caben varias interpretaciones.
Con todo, las elecciones del domingo van a ser de todo menos previsibles. Quedan horas para el veredicto.