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La CUP alarga la ópera bufa catalana y el ridículo de Artur Mas

Ni al humorista barcelonés Eugenio se le habría ocurrido un escenario tan surrealista para uno de sus chistes. Si a Mas le quedara algo de decoro debería dar un paso atrás y marcharse.

La CUP ha quedado partida en dos.

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El Día de los Santos Inocentes se adelantó este año unas horas en la pista cubierta de atletismo de Sabadell. Allí, después de doce horas mareando la perdiz, 3.577 militantes de la CUP decidieron prolongar la agónica situación de la política catalana y de Artur Mas con un insólito empate a 1.515 votos en la que se suponía debía ser la votación definitiva sobre la investidura de un hombre al que los cuperos juraron y perjuraron que jamás harían presidente por "corrupto".

El bloqueo continuará hasta el 2 de enero, cuando el Consejo Político de la CUP se reunirá para decidir qué hacer. Allí ya no estarán los militantes de base sino 60 jerarcas de la formación anticapitalista y antieuropeísta, lo que a priori presenta un escenario más favorable para Mas. Que, no obstante, este domingo vivió la mayor de las humillaciones, como si no hubiera tenido bastante con verse obligado a suplicar durante tres meses a Antonio Baños y compañía.

No sólo Cataluña vive pendiente de los deseos de una formación a la que el 27 de septiembre votaron sólo 336.375 catalanes, el 8,2% de los que participaron en unos comicios que Mas vendió como plebiscitarios. También también España, porque la continuidad o no del proceso soberanista influirá en la formación del Gobierno central.

Son castillos en el aire, pero se especulaba con que si en la votación de esta noche Mas se aseguraba la investidura la presión se convertiría en insoportable para Pedro Sánchez, para que no contribuyera a la inestabilidad y cediera a un Gobierno de Mariano Rajoy en minoría. Y si por el contrario la militancia de la CUP abocaba a Cataluña a unas nuevas elecciones, tal vez ello animaría también a otras generales.

A la espera de que el día 2 la CUP decida -si es que lo hace-, lo que han constatado Artur Mas y Junts pel Sí es que la candidatura de éste genera un enorme rechazo entre quienes tienen su futuro en sus manos. Tal vez ahora sus propios compañeros de viaje en la candidatura que encabezó Raul Romeva aumenten la presión sobre él para que de una vez por todas dé un paso atrás y sea otro el candidato a la investidura. Quién sabe.

Si a Mas le quedara algo de decoro, o si le importara Cataluña el ridículo para él es tan grande y el daño a su tierra tanto que debería plantearse seriamente marcharse por su propio pie. Pero nada en él es normal.