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Carmena ríe la última tras la Cabalgata con una broma más cara

Nada indica que los Reyes Magos, y menos los que se han dejado ver por Madrid disfrazados de Carnaval, hayan traído al Ayuntamiento un poco de sensatez económica.

Carmena y su concejal de Hacienda, Sánchez Mato.

Publicado por
Antonio R. Naranjo

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Aunque la Cabalgata de Reyes de Madrid ha copado todos los titulares, con permiso del juicio a Rita Maestre por invadir semidesnuda hace años una capilla universitaria para (sic) defender el laicismo; la decisión del Gobierno de Manuela Carmena que de verdad va a tener un impacto profundo sobre los madrileños es otra.

Y, pese a su trascendencia, ha pasado desapercibida en ese viaje a la "diversidad" que el Ayuntamiento de la capital ha emprendido para hacer el ridículo o llamar la atención de diversas maneras, con una que tal vez las simbolice a todas ellas: en la misma ciudad donde la queja por la suciedad es unánime, a alguien se le ha ocurrido poner como prioridad la selección de barrenderos expertos en la lengua bengalí. No es broma, aunque lo parezca.

Pero volviendo al asunto central, esa decisión es la de renunciar por razones propagandísticas a los contratos con dos agencias de calificación, Fitch y Standar and Poor´s, que la semana pasada hicieron su último informe –generoso- de valoración de la deuda.

El ahorro será de apenas 100.000 euros, pero el coste real de esa campaña de autobombo encarnada por el concejal Sánchez Mato pero impulsada por Carmena en persona será mucho mayor. Y es que, al perder el rating Madrid, los fondos de inversión que poseen nada menos que unos 1.100 millones de la deuda madrileña, se desprenderán de ellos con urgencia: simplemente, no pueden operar con ellos como, y valga el símil, uno no puede conducir un coche sin el permiso correspondiente.

Es la primera consecuencia, pero no la única y ni siquiera la más grave: por mucho que el concejal de Hacienda haga la cuenta de la vieja y confunda la ideología con la economía para lanzar soflamas insostenibles contra "los mercados", agradables sólo a los oídos más sectarios o menos formados; Madrid deberá seguir recurriendo a nuevas operaciones crediticias para financiarse (el superávit heredado no sobrevivirá a 2016) o, en el mejor de los casos, tendrá que mantener o renovar los préstamos ya en marcha.

Y es aquí donde el postureo de echar a las agencias de calificación va a tener un impacto económico tremendo: hasta 140 millones de euros puede ser el coste extra para las finanzas madrileñas de esta decisión, pues hasta en el caso de que el Ayuntamiento no emita deuda nueva (más cara al carecer de rating), el impacto en el encarecimiento de los créditos vivos y de cualquier operación bancaria puede ser ése.

El concejal de Hacienda de Carmena quiere ser una especie de Varoufakis de Carabanchel

Y hay quien cree que, precisamente por ese temor, en el Ayuntamiento se ha emprendido una cruzada para sacarle a la Comunidad de Madrid unos 170 millones de euros en concepto de supuestos atrasos e impagos por tasas que el propio Tribunal Supremo consideró improcedentes: hasta ahí llega la desesperación del "mago" de las finanzas madrileñas, firme defensor del impago de la deuda, de la tasa Tobin y de cuantos despropósitos le permitan a él, sin embargo, ejercer de Varoufakis de Carabanchel.

El equivalente a esta operación hay que buscarlo en la emisión de los ínclitos "bonos patrióticos" de la Generalitat de Cataluña: una rimbombante campaña de exaltación de los "valores" propios que, a la hora de la verdad, no pasaban de la calificación de basura en términos económicos.

Dos últimos efectos potenciales tiene la irresponsable decisión de Carmena: cualquier nuevo crédito tendrá un coste mucho mayor y, para cuadrar las cuentas, por mucho que presuman de haber reducido la deuda (en realidad esto es consecuencia del último presupuesto de Ana Botella), el único recurso en el horizonte es la subida de tasas municipales e impuestos.

Nunca un ahorro de 100.000 euros en dos contratos menores va a salirle tan caro a Madrid, que sólo a lo largo de 2016 tiene que atender casi 640 millones de deuda. Y o la amortiza con una caja en tendencia menguante, o la renueva asumiendo más intereses que nunca. Nada indica que los Reyes Magos, y menos los que se han dejado ver por Madrid disfrazados de Carnaval, hayan traído al Ayuntamiento un poco de sensatez económica.