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Desmentidos y acusaciones entre los inspectores del caso Carrasco

Los testimonios enfrentan a unos y otros mientras las pruebas se desvirtúan y la guerra abierta entre los agentes de León y Burgos continúa. Se estudia un posible soplo a Raquel Gago.

Las acusadas: Triana Martínez, Montserrat González y Raquel Gago.

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Se reanuda el juicio por el asesinato de Isabel Carrasco con el testimonio de los dos policías de Burgos que llegaron para ser imparciales y levantaron sospechas por su presunta relación con el marido y padre de las acusadas, el comisario jefe de la Policía de Astorga. El papel de los agentes enviados expresamente por el jefe superior de Policía de Castilla y León fue cuestionado por los compañeros de la brigada de León desde un primer momento al descubrir que mintieron a la juez instructora del caso asegurando que no estaban presentes en la casa de Raquel Gago cuando esta entregó el arma homicida.

En su declaración, explicaron ante el jurado popular que omitieron comentar su presencia porque no figuraba en la comparecencia oficial y alegaron "que se les pasó por alto y no lo dijimos por no desprestigiar la investigación de León". Una afirmación que ha caído como un jarro de agua fría entre los policías leoneses que ya advirtieron que los tratos de favor hacia las acusadas comenzaron con su llegada.

Los dos policías desmintieron la versión oficial recogida por los informes y aseguraron salieron de Burgos a las 9.45 horas y que se reunieron con los inspectores del caso a mediodía, no a primer hora de la mañana. Además, reconocieron haber sido ellos los que facilitaron el encuentro entre madre e hija en la misma sala de interrogatorios y los que le dieron un bocadillo a Montserrat ante las quejas por el "catering malísimo" de la comisaría.

Los supuestos "amigos" de su padre llegaron para ayudar a Triana

Ambos alegaron que es "manifiestamente falso" que fueran amigos del marido comisario de Montserrat -y padre de Triana- y que en ningún momento coaccionaron a la madre para que reconociera el crimen. "¡Qué sicario!, eso lo hago yo", fueron las palabras de la asesina confesa al enterarse de que la prensa la acusaba de haber contratado a alguien para cometer el asesinato según el relato de los policías. El inspector de la Policía Nacional destinado en Burgos, Alfonso Santocildes, interrogó Montserrat y afirmó en su declaración que la madre, y no la hija, fue la primera en asegurar que la pistola la tenía otra persona implicada. Un enfrentamiento entre ambas sacó a la luz que la tercera en discordia era una policía.

Un último apunte sobre la situación en la que se encontraba el bolso que contenía el arma puso en el disparadero a los agentes. Los de Burgos negaron los datos aportados por la Udef de León y aseguraron que el bolso "estaba encima de la alfombrilla" dentro del coche de Raquel Gago. Un detalle que se suma al testimonio aportado por otros agentes que aseguraron que el registro del vehículo se hizo sin estar ella presente y que se incurrió en un error al desplazar el coche y permitir que la pistola se moviera ligeramente al subir la rampa del garaje desvirtuando las pruebas.

Estos hechos se sumaron a los apartados por los agentes que registraron la casa de Triana en la que encontraron bolsas de Carolina Herrera llenas de marihuana procedente de la plantación que madre e hija tenían en la casa de pueblo de la abuela.

Más de una veintena de periodistas siguen el juicio desde el interior de la sala.