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Pedro Sánchez utiliza al Rey para dar un mitin sustentado en un gran engaño

Metido en el papel de presidente sin Presidencia que se ha adjudicado, el líder socialista recordó a Zapatero en sus mejores tiempos. Fue pretencioso en las formas e ilusorio en el contenido

A Sánchez le apoyaron los suyos y, salvo Ciudadanos, nadie más.

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Una de dos. O lo que realmente intentaría Pedro Sánchez es gobernar a golpe de decreto ley saltándose a la torera durante toda la legislatura el trámite parlamentario en un Congreso hostil o es un vendedor de humo de la escuela de José Luis Rodríguez Zapatero, como le recriminó el portavoz del PP, Rafael Hernando, al final de la tarde.

Más bien parece lo segundo. Con su discurso de investidura el líder del PSOE evidenció que es carne de eslogan, y este martes el Pleno del Congreso asistió al alumbramiento de uno nuevo: "Todo esto lo podemos hacer, señorías, a partir de la próxima semana".

Un mantra fraudulento y engañoso -¿con qué mayoría parlamentaria?- que Sánchez repitió hasta la saciedad al hablar de su Plan de Emergencia Social, de la derogación de facto -a pesar de lo que diga Ciudadanos- de la reforma laboral, de la elección de cargos de altas instancias (Tribunal Constitucional, CGPJ, RTVE...) por concurso público, de la modificación del sistema electoral y hasta de la supresión de la prisión permanente revisable introducida en el Código Penal por el PP.

El candidato del PSOE aún no se ha enterado de lo que va tener 90 escaños, por más que desde la tribuna afirmara ser consciente de que son esos los que tiene, "ni más ni menos". Va de que, aunque consiguiera ser investido con calzador (y no lo parece), gobernar es otro cantar. Y su lista de promesas, la "arcadia feliz" como la denominó Celia Villalobos a la salida, es mero papel de regalo. Sin nada dentro.

La bancada socialista aplaudió a rabiar, eso sí, a Sánchez, metido como nunca en ese papel de presidente sin Presidencia que pasea desde que Felipe VI le encargó intentar formar gobierno. "Lo entendí no como una invitación sino como un deber ineludible", afirmó sacando pecho mientras su mujer asentía con la cabeza desde la tribuna de invitados (aplaudir allí no está permitido). Allí también estaban Ximo Puig, Emiliano García Page y Guillermo Fernández Vara, pero no Susana Díaz.

Necesitaban los socialistas viejos y nuevos -qué pasión puso Zaida Cantera en batir las palmas, como si llevara toda la vida en el PSOE- sentirse protagonistas de algo grande después de pagar la penitencia del zapaterismo. Y qué mejor que un discurso de investidura, aunque fuera uno muerto al nacer. Uno pretencioso en las formas, porque lo que Sánchez pidió fueron adhesiones y no apoyos, una especie de o yo o el apocalipsis; e ilusorio en el contenido.

Uno de los momentos cumbre fue cuando dijo: "Tenemos que hacer mestizaje ideológico. Los sabores auténticos son los que mejor se entremezclan". Pablo Iglesias e Íñigo Errejón arqueaban las cejas en sus escaños. Albert Rivera y Juan Carlos Girauta se cuidaban muy mucho de no hacer ninguna demostración de aprecio a Sánchez. Mariano Rajoy comía caramelos para pasar el trago.

A él y al Partido Popular despreció el socialista en varias ocasiones, acusándolos de gobernar desde el "absolutismo", la "soberbia" y el "insulto". Pero en paralelo dijo respetar a los siete millones y medio de españoles que votaron al PP el 20 de diciembre (se le olvidó decir que de hecho fue el partido que ganó). Ése es Pedro Sánchez, el que te tiende la mano, pero para que se la beses.

El cambio -palabra que repitió hasta el aburrimiento- es él; el futuro es él; el color tras cuatro años en blanco y negro es él; la España de "las oportunidades, los derechos y las libertades"... también la encarna él. Siempre según el, claro.

Sólo al final del discurso fue honesto al reconocer que, pase lo que pase en la doble votación del miércoles y el viernes, ha cumplido el objetivo de "trabajar por un cambio de la política española", que no es lo mismo que conseguirlo. "Gracias, hemos cumplido", destacó dirigiéndose a la bancada socialista. Y reiteró que su "fracaso" habría sido "rechazar el ofrecimiento del jefe del Estado".

Lo de este martes fue un mitin, y como de un mitin salió del hemiciclo, sonriendo al pelotón de periodistas y escoltado por Antonio Hernando y su asesora de imagen, Verónica Fumanal, creadora de la marca Pedro Sánchez. Es este miércoles cuando se producirá el auténtico debate. La fiesta ha terminado.

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