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La Infanta Cristina pone en un brete a tres fieles del Rey emérito para librarse

La Infanta se parapetó en el guión trazado de su defensa: cargar la responsabilidad a su marido y en lo posible echarle una mano. Pese a eso, hubo momentos en que lo pasó mal.

La Infanta se desvinculó de la gestión de Aizoon.

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Nada nuevo bajo el Sol. La Infanta Cristina siguió el guión previsto: negar algunos extremos y aludir a desconocimiento en la gestión de Aizoon. "Tengo plena confianza en mi marido", aseguró. "No participé en la administración ni en la gestión de la sociedad Aizoon", volvió a remachar a preguntas de su defensa. Las únicas, por cierto, que quiso contestar en una declaración que llegó a adquirir tintes surrealistas en las respuestas.

"Nuestros hijos eran bien pequeños y no nos interesaban esas cosas", fue la contestación ofrecida al ser preguntada por su letrado, Pau Molins, acerca de la ausencia de conversaciones con Iñaki Urdangarin. Así seguía la línea de defensa trazada por el bufete de Miquel Roca: achacar la responsabilidad de las gestiones de Aizoon a su marido y, en la medida de lo posible, echarle un capote.

Ese fue el caso de la posibilidad de haber mantenido cuentas en paraísos fiscales: la Infanta lo negó y también negó que su marido las hubiera mantenido. Por lo demás, Doña Cristina mantuvo la alegación de desconocimiento en muchos casos. Por ejemplo, al ser preguntada acerca de si su domicilio, donde también estaba radicada la sede de Aizoon, permitía un acceso directo sin necesidad de pasar por las dependencias familiares. Así lo confirmó y reconfirmó alegando que ella se iba de casa "muy temprano" y no conocía quién acudía.

La Infanta apuntó también que la sociedad se creó para gestionar "los ingresos profesionales de mi marido", que estuvo asesorada por personal de la Casa Real y que nunca hubiera aceptado si el objetivo hubiera sido emplearla como "escudo fiscal" porque además no tenía firma ni capacidad de gestión en el día a día.

El primer punto tal vez fue el más interesante, ya que apuntó a que la gestión de Aizoon estuvo controlada por el asesoramiento del secretario de las infantas Carlos García Revenga, el conde de Fontao como abogado del Rey Juan Carlos y Federico Rubio en calidad de asesor fiscal de Zarzuela.

Igualmente, apuntó que si firmaba las actas de las reuniones sin acudir a ellas era "por confianza" hacia su marido y sus asesores.

Silencio absoluto con Manos Limpias

Las palabras de la acusada contrastaron con el mutismo mantenido hacia las preguntas planteadas por la acusación popular. La letrada de Manos Limpias, Virginia López Negrete, generó momentos de incomodidad a la hija de Don Juan Carlos. El rostro de funeral de la Infanta lo decía todo.

Y es que las preguntas de López Negrete se estrellaron contra el muro de silencio pero atacaron los cimientos. De poco sirvió que la Infanta se negase a responder a las cuestiones. "¿Sabía que se daba de alta a gente que no ejercía?" o "¿Por qué se sentó con su marido a hacer números para su casa de Elisenda de Pinós y no para las cuentas de su sociedad?" fueron dos de ellas.

La letrada de la acusación particular no soltó presa pese al silencio existente en la sala. Volvió a incidir en la contratación de personal de limpieza o de la niñera de sus hijos y apuntó la coincidencia en algunos casos, como las carpas y estufas del 17 de enero de 2008, cuando dos días antes Urdangarin había cumplido años.

Pero si hubo una pregunta que apuntilló el mutismo de la Infanta fue la del remate: "¿Por qué no usó su cincuenta por ciento para solucionar lo que no era correcto?" Luego llegó el turno de la defensa e intentó cubrir las brechas abiertas en el caso de Doña Cristina.

Claro que para entonces ya se había producido una imagen inédita: una Infanta de España declarando como acusada por dos delitos contra la Hacienda pública.

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