Pérez-Reverte no deja títere con cabeza a vueltas con el diputado de ERC Rufián
El escritor, que ya se las tuvo tiesas con el parlamentario independentista después de su discurso en el Congreso, ha enfilado a quienes han hecho posible que haya gente como él.
La polémica que vivió el escritor Arturo Pérez-Reverte con el diputado de ERC Gabriel Rufián, que se tildó de "charnego", tras su discurso en el Congreso de los Diputados ha dado un paso más con un artículo del académico publicado en el XL Semanal en el que lo considera "a medio camino entre la retórica de Paulo Coelho y el humor de Tip y Coll; con el detalle terrible de que allí, en el Parlamento, el joven diputado catalán estaba hablando en serio".
El escritor pone el acento en un dato del discurso, el que Rufián considerase que su despertar al independentismo tuvo lugar al matricularse en un instituto de Badalona:
"Cuando se vio inmerso en un sistema educativo que, desde hace mucho, tiene por objeto cercenar cualquier vínculo, cualquier memoria, cualquier relación afectiva o cultural con el resto de España. Un sistema perverso, posible gracias al disparatado desconcierto que la educación pública es en España, con diecisiete maneras de ser educado y/o adoctrinado, según donde uno caiga. Donde las autoridades locales se pasan por la bisectriz leyes y razones, y donde su egoísmo cateto, provinciano e insolidario, aplasta cualquier posibilidad de empresa común, de memoria colectiva y de espíritu solidario".
Según Pérez-Reverte, se trata de algo comprensible:
"La reacción natural es lógica: mimetizarse con el paisaje, evitar que a sus hijos los señalen con el dedo. Tú más catalán, más vasco, más gallego, más valenciano, más andaluz que nadie, hijo mío. No te compliques la vida y hazte de ellos. Así, gracias al pasteleo de Aznar, la estupidez de Zapatero, la arrogancia de Rajoy, generaciones de Rufiancitos han ido creciendo, primero en el miedo al entorno y luego como parte de él. Y van a más, acicateados por la injusticia, la corrupción y la infamia que ven alrededor".
La conclusión del escritor es que "en un par de generaciones, o antes, esos jóvenes votarán independencia con más entusiasmo, incluso, que los catalanes o vascos de vieja pata negra".
"A estas alturas del disparate nacional no queda sino negociar y salvar los muebles, como mucho. Porque yo también me iría, si fuera ellos. Por eso digo que la imbécil y cobarde España que hizo posibles a jóvenes como Gabriel Rufián, merece de sobra irse al carajo. Y ahí nos vamos, todos, oigan. Al carajo", concluye.