Tres motivos hicieron recapacitar a Feijóo cuando más tentado estuvo de irse
Será candidato en Galicia por tercera vez. ¿Significa ello que renuncia a dar cualquier batalla en Madrid cuando acabe el marianismo? No. Pero antes quiere examinarse ante sus paisanos.
En medio de la pesadumbre que vive el Partido Popular, este sábado trajo una buena noticia desde Santiago de Compostela. Alberto Núñez Feijóo no se va a probar suerte en la empresa privada, sino que concurrirá por tercera vez a las elecciones gallegas. Y antes se presentará a la reelección como líder del PPdeG en un Congreso regional que se celebrará los días 7 y 8 de mayo en Orense.
Así lo anunció el presidente de la Xunta ante una Junta Directiva Regional que había despertado sumo interés. No sólo en Galicia sino en toda España, habida cuenta de que Núñez Feijóo siempre ha sido un fijo en la quiniela de sucesores de Mariano Rajoy, que de momento duerme el sueño de los justos.
En las últimas semanas el barón gallego había dejado caer que su dilema personal no era entre Galicia y Madrid, sino entre el PP y la vida fuera. Ello había provocado cierta angustia en las filas populares, especialmente en las del PPdeG, puesto que Núñez Feijóo es el único -así lo reconocen abiertamente- capaz de lograr la mayoría absoluta en las elecciones de otoño. Y ni él lo tendrá nada fácil.
¿Qué ha pesado en la decisión de Núñez Feijóo? Antes que nada su responsabilidad para con su partido y con su tierra, tan honda que su madre ha dicho en alguna ocasión: "Dice que se ha casado con Galicia, pero a mí Galicia no me da nietos". Él señaló este sábado ante sus compañeros: "Si alguien pensaba que tenía la cabeza en otro lugar, yo le respondo que no solo tengo la cabeza en Galicia, sino también el corazón".
En un momento de turbulencias, haber abandonado el barco no habría hecho justicia a la trayectoria de un hombre que en todo momento ha sabido cuál era su sitio. De hecho cuando hace unos meses Rajoy le ofreció ser ministro, él se lo agradeció pero lo rechazó.
Leal a Rajoy por encima de todo
En segundo lugar, su lealtad a su jefe de filas. Incluso ahora que las relaciones entre ambos no atraviesan por su mejor momento, puesto que Núñez Feijóo no siempre se ha sentido valorado. Él que puede presumir, por ejemplo, de presidir una de las tres únicas comunidades -junto con el País Vasco y Canarias- que ha cumplido rigurosamente con el déficit en 2015 (Cristóbal Montoro le llamó para felicitarle).
No hay que negarle a Rajoy su poder de persuasión. Que se lo pregunten al castellano y leonés Juan Vicente Herrera. O a Ramón Luis Valcárcel. Cuando en 2014 este último dejó la Presidencia de Murcia rumbo al Parlamento Europeo, desveló que habían pasado cinco años desde que por primera vez le sugirió a Rajoy que quería cambiar de aires, en 2009. Pero éste supo convencerle para que se presentara a las elecciones autonómicas de 2011.
Los tiempos no han acompañado al barón gallego, como en su día le pasó a Carme Chacón en el PSOE, o como le está ocurriendo a Susana Díaz
No obstante la lealtad de Núñez Feijóo no está reñida con sus aspiraciones en política nacional, que las ha tenido y las sigue teniendo. Pero los tiempos no le han acompañado, qué duda cabe, como en su día le pasó a Carme Chacón en el PSOE cuando José Luis Rodríguez Zapatero anunció su marcha, o como le está ocurriendo ahora a Susana Díaz. Si el presidente gallego ha pospuesto tanto su decisión ha sido precisamente a expensas de que Rajoy formara gobierno o, en caso de no poder hacerlo, de que hubiera convocado ya a estas alturas un Congreso sucesorio.
Pero ni lo uno ni lo otro: España aguarda unas nuevas elecciones para el 26 de junio que sólo una abstención de Podemos, nada fácil, evitarían. No obstante Pablo Iglesias anunció este sábado que consultará a las bases esa decisión.
¿Significa el paso al frente de Núñez Feijóo en Galicia que renuncia a dar cualquier batalla en Madrid cuando acabe el marianismo? Ni mucho menos. Pero antes el delfín de Manuel Fraga quiere examinarse ante sus paisanos. Lo fácil habría sido no hacerlo, y nadie podría haberle recriminado nada porque él siempre sostuvo que su meta eran dos mandatos. Pero las únicas batallas que se pierden son las que no se dan, he ahí el tercer motivo.