Pedro Sánchez se harta de Rodríguez Zapatero por su "feroz campaña" contra él
Los socialistas están convencidos de que remontarán en la última semana de campaña y evitarán el "sorpasso". Tanto es así que apodan a su jefe "el trucha" por su capacidad de resistencia.
De pronto el PSOE ha descubierto al “político trucha”. Se llama Pedro Sánchez. Dicen de él: “Le han metido al menos diez veces el anzuelo en la boca y nunca se ha muerto; resistirá: pase lo que pase, no va a dimitir”. De pronto, también, le han visto “cansado, cansadísimo” y, sobre todo, harto, harto de los suyos. Sobre todo de Rodríguez Zapatero del que dicen: “Nadie está haciendo una campaña más feroz contra Sánchez que él”. A continuación, se ufanan lo justo, y aventuran: … “y, fíjense por dónde, a lo mejor Pedro no se va a pegar el tortazo que le desean”.
Manejan –dicen, pero, vaya usted a saber-“estudios cualitativos” que predicen que hoy, a siete días de las elecciones, “nos estamos sobreponiendo y que la diferencia con Podemos cada vez se hace más corta”. Se están poniendo tan estupendos que incluso afirman que “todo lo que ocurra a las once y media de la noche del próximo domingo pasará por nosotros”, lo que es tanto como supone que o se cuenta con el PSOE para el próximo Gobierno o, sencillamente, no hay Gobierno”.
Y encima, con un tono profesoral que parece de maestro ciruela por lo obvio, por lo elemental, declaman que el resultado del 26 arrojará dos constancias; una, que el Partido Popular y Ciudadanos no suman; otra que el PSOE y Podemos tampoco, Es decir, el lío, otra vez, del montepío porque, además, resulta que Rivera le tiene más asco, más inquina, a Rajoy que a su ex-suegra si es que, perdón por no conocer los pormenores, la tuvo alguna vez, y que el PSOE con el PP es, literalmente: “culo, caca, pis”.
Todo lo que ocurra a las once y media de la noche del próximo domingo pasará por nosotros”, lo que es tanto como supone que o se cuenta con el PSOE para el próximo Gobierno o, sencillamente, no hay Gobierno
Por tanto, no hay nada que hacer; el odio impregna hasta límites demoníacos el infierno político español. Nunca lo ha habido de tales proporciones, ni siquiera cuando Guerra tildaba de “tahúr del Mississipi a Suárez”, o Calvo Sotelo decía de Arzalluz que era el “jefe de ETA en la Gran Vía de Bilbao”, que de todo ha habido y se ha escuchado.
Así que entonces, ¿qué va a pasar? En solo siete días. Pues ya, desaparecido Rappel, no hay engatusador que se atreva a pronunciarse. El “trucha” (“Soy guapo”, dice el hombre como suprema definición de su entraña de de líder insuperable) ha repartido entre sus tres o cuatro leales (los mismos que probablemente el 26 de junio se pasen, digo, al Atlético de Madrid) la especie de un visionario más miope que Manolito el gafotas: “Esa noche, bien avanzada la noche, eso hay que reconocerlo, se empezará a pergeñar un gobierno PSOE y Ciudadanos con la abstención activa del Partido Popular”. Escuchada tal especie en el feudo de Rajoy, la risa hace aún crepitar de hilaridad el duodeno de todos los colaboradores del jefe.
Pedro Sánchez, "político trucha". Dicen de él: “le han metido al menos diez veces el anzuelo en la boca y nunca se ha muerto; resistirá: pase lo que pase, no va a dimitir”
La risa va por barrios. La risa o la rabia porque, ¡hay que ver la que le tienen en el PSOE al coletudo insustancial de Podemos o a Garzón, al que denominan, como más gratificante adjetivo: el “traidor”? Iglesias, según confiesan los socialistas que, según parece, acaban de nacer el 13 de mayo, les engañó como a chinos, o mejor dicho como a venezolanos o iraníes que con esos se manejan mejor. Los socialistas y Garzón tenían un documento fabricado a tres (PSOE, IU y Compromis), cuando se dieron cuenta que este individuo sacado del Soviet Supremo de Logroño (lugar de su nacimiento) les estaba corneando con Iglesias, Errejón y demás ralea.
Realmente Garzón con quien se encuentra a gusto es con los círculos de Podemos que pululaban de local en local porreándose más que en Berkeley y repartiéndose el poder como si fuera chocolate del más barato. A este país le ha dado un aire de demencia del que no se va a recuperar en siglos. Estamos a punto de que todo lo que aquí se cuece, se concrete a su vez en la crónica de una ficción que podría ser tan ingeniosa como fantasmagórica.
Cinco o seis millones de españoles han decidido que lo que les va es el Soviet de los asesinos Lenin y Stalin; otros, ha apostado por suicidarse con Sánchez apretando el nudo de la soga; los de más allá, escuchan a Rivera, el ayudante de Espartaco, como si estuvieran ante el chico aplicado del colegio que recita facundo a Espronceda como un vate de pega. Y los más (por ahora) contemplan como un tipo normal, preparado y tal puede volverse a Santa Pola para pasarse de la playa al Registro en menos minutos de lo que usa un hortera despojarse las sandalias con calcetines grises.
Madariaga aseguraba que este país se suele volverse loco un par de veces por siglo. Estamos en 2016 y ya van dos veces pero, a lo que se ve, no hemos agotado el cupo. Miquelarena se lanzó al Metro de País con un papel que rezaba: “¡Qué país, Miquelarena!”, hoy, seguiría en el andén y pegaría un letrero que sentenciara poco más o menos así: “¡Me quedo aquí, que os vayan dando, idiotas!”.