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El PP prepara las nuevas elecciones temiendo una encerrona televisiva por Gürtel

Una campaña con paseíllos televisados, y un banquillo ocupado por estos mercenarios de la pasta, sería desastroso para un Rajoy que durará en la política más que Curro Romero en los ruedos.

El PP ya piensa en las terceras elecciones.

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Carlos Dávila

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En las cuatro últimas elecciones gallegas, 2001, 2005, 2009 y 2012, el Centro de Investigaciones Sociológicas se equivocó a la baja con el PP. Por lo menos en dos escaños. En el sondeo publicado el jueves pasado quizá corrigió a posta el tiro y, vistos los antecedentes, ofreció los mejores resultados actuales para el PP que se hayan constatado en muestra alguna hasta la fecha.

El CIS ha sido siempre un organismo previsor menos sospechoso de lo que se ha denunciado, salvo en los tiempos miserables de Zapatero en los que realizaba trabajos torticeros dirigidos a un solo fin: que el país no creyera que la crisis económica se había instalado en España y que, como decía la animosa y falaz Elena Salgado “ya apreciamos brotes verdes”. El CIS cuenta con un equipo profesional ponderado por todos los jefes que han dirigido el Centro y con un “trabajo de campo”, o sea, con unos encuestados, que normalmente suelen decir la verdad sobre sus intenciones, lo cual en España es para nota.

Lo dicho acredita que su profecía para el próximo día 25 en lo que se refiere a Galicia puede considerarse “bastante creíble”. Por lo menos eso es lo que aseguran los demóscopos de guardia que se están literalmente forrando con la pléyade de elecciones aquí, acá y acullá (quiero decir Cataluña) que se están celebrando sin descanso en España. Al sondeo reciente siquiera le ponen una “pega”: la influencia que puede tener el llamado “caso Soria” en las urnas del 25.

Previenen a este respecto que para ese día todos calvos, qué le van a decir a este cronista, y que por mucho que se afanen los voceros de Sánchez, entre los cuales solo Antonio Hernando tiene dos dedos de frente, el “caso” ni va a derribar la muralla romana de Lugo, ni secará la Ría de Arosa. Estos entusiastas y su jefe, más deberían acopiar fuerzas en popularizar el apellido vasco de su candidato independentista (procede del Bloque Nacionalista Galego) que en intentar hacer de Soria, Guindos y hasta de Rajoy, unos nuevos Bárcenas, Correa o Granados.

Lo cierto es sin embargo que a Núñez Feijóo este episodio le ha sentado como una coz en el bajo vientre y son muchos los que estos días se han acercado a él para sobar su templanza galaica y, en consecuencia alentar sus ínfulas de victoria a las que, en muy buena parte, fía el PP un buen triunfo en las venideras elecciones generales del 28 de diciembre y, quédense con esta fecha porque pensar que Sánchez rectificará tras el zurriagazo que le van a asestar la votantes vascos y gallegos dentro de 15 días, es tan estúpidamente utópico como creer que un día Iglesias se adecentará y comparecerá en el Congreso de los Diputados vestido como corresponde a un diputado y no como si llegara de merendarse un bocata de caballa en el Parque de Stalin, que es la denominación que él querría por ejemplo para la Pradera de San Isidro.

El PP ya se prepara para nuevas elecciones, para a la tercera va a la vencida, con la determinación de no meterse en más charcos como el reciente de Soria

La única esperanza de Sánchez es llegar a ese fatídico 25 con la novia del brazo; es decir, con ese atroz “gobierno del cambio” en el que quiere incrustar al pobre Homs (un portavoz de la fenecida Convergencia al que sus colegas de coalición le ponen los cuernos a diario), a algún Tardá que se pase por allí, a Errejón como ministro de Universidades, a Monedero como titular de Exteriores, Iberoamérica incluida, a Rufián como jefe de la Emigración y a cinco o seis de los suyos para sentarles en poltronas de diversa cuantía. Si no logra este propósito tras su insólita “ronda de contactos” que más se asemeja a la recluta de una meretriz, el 26 por la mañana sus compañeros de partido le segarán la carótida con la misma eficacia que lo hacían los ganster de Capone en Chicago años 30.

Claro está que en el Partido Popular aún hay gentes que creen en el milagro de que “Pedro siente la cabeza”, pero esto no tiene trazas de producirse, entre otras cosas por dos razones muy importantes: porque Sánchez no cree ni siquiera en los prodigios propios y porque de decretar una abstención que le permitiera gobernar en solitario al PP, sus bases, a las que tanto apela, le cortarían la vena yugular, lo que suele dar como resultado la expedición un pasaporte cierto para el otro barrio.

Es decir, que lo más procedente para el PP es que se vaya preparando, lo que ya está haciendo, para a la tercera va a la vencida, con la determinación de no meterse en más charcos como el reciente de Soria, al que han fusilado al anochecer después de haberle animado a presentar su candidatura al Banco Mundial. Veremos, por lo demás, si el Gürtel no se apresura antes del 25 y no empieza a chorrear toda la basura que Correa, un concejal de Majadahonda al que el PP le negó la tajada que le correspondía, y Bárcenas, han dejado esparcida durante todos estos años.

Una campaña con los paseíllos televisados por La Sexta y la Cuatro, y un banquillo ocupado, uno tras otro, por estos mercenarios de la pasta, sería desastroso para un Rajoy que, nadie espere lo contrario, va durar en la política, más que Curro Romero duró en los ruedos.

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