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Fernández Díaz se va convencido de que CNI y Policía le colocaron los micrófonos

Dicen que Fernández, que tiene fama de docilidad y sometimiento, ha sido el único ministro que le ha plantado cara al omnipotente poder monclovita. Quizá por eso ponga rumbo al Vaticano.

Fernández Díaz y Rajoy durante un pleno en la anterior Legislatura.

Publicado por
Carlos Dávila

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Entre los que opinan que el premio de las Administraciones Públicas que Rajoy ha regalado a Soraya Sáenz de Santamaría es poco más que una dirección general, y los que creen, por el contrario, que es el bastión sobre el que se va a construir la legislatura y el futuro de España como Nación unida, media una distancia sideral, quizá irreconciliable; es la distancia que separa a dos grupos que en el Gobierno van a tener que convivir, aunque sea a palos educados y fingidos.

Sencillamente, el jefe lo ha querido así. El jefe que no hace equilibrios sino que juega a que los desequilibrios se soporten, y al jefe, ya se sabe, esta martingala que parece extraída de “El Príncipe”, le suele salir bien. Si hay dudas, estúdiese el caso de Montoro y De Guindos. El primero llegó al Gobierno, va para cinco años, diciendo: “Al final, el que pone los impuestos soy yo”. El segundo, oblicuamente, le contestó: “Pero a mí me toca defenderlos en Bruselas porque el ministro de Hacienda no sabe idiomas”. Pues bien; los dos se han tolerado casi con ejemplaridad.

Ahora, tras el Gobierno del jueves, los sesudos analistas que tanto abundan en este país donde la especie sustituye aprovechonamente a los intelectuales, se preguntan: ¿Ocurrirá lo mismo con los dos grandes poderes del Ejecutivo protagonizados por dos mujeres? Pues la condena al entendimiento reza para las dos, para ambas a dos. Una de ellas, la vicepresidenta que no vivió el franquismo, podría recordar en todo caso una sentencia con la que el general despachaba a los inquietos que aspiraban a una cartera ministerial: “Desengáñese, Fulano, lo importante es el partido”. Santamaría, esta es la verdad, no ha logrado éxito alguno, que se sepa, en su aproximación al Partido, otra cosa es que lo haya intentado que sí lo ha hecho según parece.

Y el partido del Partido se jugará probablemente en enero, en el Congreso que lleva tanto retraso. Cospedal es ministra de Defensa porque Exteriores le hubiera exigido muchas horas de vuelo fuera de España, y si quiere continuar en Génova las horas deberá echarlas, al precio se mucho reparto y mucho cansancio, en la Secretaría General del PP. Rajoy ha solucionado el Gobierno pero ha aplazado sus funciones, de manera que ante sí tiene dos papeletas que rifar: a quién le toca el Centro Nacional de Inteligencia y a quién el entendimiento y la lidia con los medios de Comunicación.

Lo más seguro es que el director del CNI (¿no se jubilará nunca Félix Sanz Roldán?) despachará a tres: con Rajoy, con Santamaría y con Cospedal. ¿Al mismo tiempo?: esa sería la mejor posibilidad para que no saltaran chispas entre Presidencia y Defensa teniendo en cuenta, a mayor abundamiento, que los dos departamentos, querrán saber también que sucede en los Servicios de Inteligencia de Interior, estos, siempre oscuros, cuando no turbios, que Santamaría quiso unificar con el CNI y bajo su mando.

La Policía es en este momento un panal de rica miel en el que la abeja reina, Cosidó, goza ya de escaso crédito, una vez que su jefe anterior, Jorge Fernández, ha dejado dicho que Cosidó trabajaba más para la Vicepresidencia que para su Ministerio. ¿Fue la conjunción entre el CNI y la Policía quien instaló micrófonos en el despacho del ministro? Fernández se ha ido con esa certeza que le acompañará incluso al Vaticano donde quiere recalar próximamente.

Y si esta papeleta es de órdago, ¿qué me dicen de las relaciones con los medios? Méndez de Vigo no podrá seguir mucho tiempo dando largas cambiadas cada vez que se le pregunte si él es el responsable de tal negociado o sigue Santamaría repartiendo ora diezmos y primicias, ora collejas y negativas, a próximos y ajenos, más a los segundos quizá que a los primeros porque el PP siempre tenido la teoría, y la ha puesto en práctica (en esto no hay disputas) de que los primeros no van a molestar y que, en consecuencia, hay que sobar el lomo a los segundos por ver si, por interés, se convierten a la verdadera fe. Generalmente, la teoría ha fracasado; particularmente, no.

Más nebuloso está el futuro de Margallo, que envió en su momento a su amigo el presidente una propuesta de reorganización gubernamental en la que cabían tres vicepresidencias. La propuesta ha sido su RIP

Margallo y Fernández, que siempre han estado a disposición del mando pero que se marchan bastante amargados por los últimos tiempos que han vivido, se creen víctimas de las SS monclovitas; uno por excesiva locuacidad y porque se le entiende todo, y otro porque una vez se personó en el despacho de Rajoy, colocó su carta de dimisión encima de la mesa presidencial y dijo solemnemente: “Si me quitan los Servicios de Información, aquí está mi renuncia”.

Dicen que Fernández, que tiene fama de docilidad y sometimiento, ha sido el único ministro en la anterior etapa que le ha plantado cara al omnipotente poder monclovita. Quizá por eso ponga rumbo a Vaticano. Más nebuloso está el futuro de Margallo, que envió en su momento a su amigo el presidente una propuesta de reorganización gubernamental en la que cabían tres vicepresidencias. La propuesta ha sido su RIP.

Total que esto empieza divertido; más aún si suma el entusiasmo descriptible con que el presunto socio, Rivera, ha acogido la formación del nuevo Gabinete. A lo mejor quería que Rajoy le hubiera consultado sus negociaciones. Rivera es ya un camarada más molesto y enojoso que un furúnculo en el tafanario, pero se va a tener que retratar en los Presupuestos en cuya negociación deberá prescindir de su imperativo insoportable.

“Yo exijo” porque Bruselas está esperando las cuentas españolas y si no las hay habrá elecciones a partir de mayo. Con treinta y dos diputados en la buchaca se es muy importante, pero no tanto como para imponer los números del socialdemócrata Garicano que se parece tanto Hayek que un día va a reescribir los “Caminos de servidumbre” del economista, nacido austriaco, introduciendo los consejos de lord Keynes, el maestro indiscutible del renombrado, literalmente, Cristóbal Montoro.