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Soraya envió a un emisario para avisar a Puigdemont que de España no se ríen más

La alianza separatista entre la antigua Convergencia, Esquerra y la CUP, se ha desayunado con la más contundente advertencia hasta la fecha: también el Gobierno de Rajoy va en serio.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, conversa con el de la Generalitat, Carles Puigdemont.

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Antonio Martín Beaumont

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En las últimas horas los impulsores del proceso independentista catalán han recibido el mensaje más nítido e inequívoco de los pronunciados hasta la fecha desde La Moncloa.

El Gobierno se ha hartado de jugar al gato y al ratón con la Generalitat y ha decidido enviar a Carles Puidemont un telegrama en forma de ultimátum: Mariano Rajoy mantiene su mano tendida a Cataluña, pero no está dispuesto a tolerar una broma más de la alianza que integran la antigua Convergencia, Esquerra y los antistema anarquistas de la CUP.

Y para escenificar que al Ejecutivo se le comienza a agotar la paciencia, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, ha recurrido en las última horas a la vieja estrategia del poli malo, poli bueno.

Después de dar el golpe sobre la mesa, el Gobierno vuelve a su oferta: "democracia, sentido común y respeto a la ley"

Primero, este miércoles, un emisario suyo convocó por sorpresa a un escogido grupo de periodistas en el Congreso -sin representantes de los medios catalanes acreditados en Madrid- para trasladar el discurso más firme que se ha escuchado en los últimos meses: el Gobierno maneja ya "medidas coercitivas" si no cesa de inmediato el plan para adelantar el referéndum ilegal.

Es ésta la respuesta a las consecuencias inmediatas del voto afirmativo de la CUP a los Presupuestos de Puigdemont esta semana: apoyo a las cuentas catalanas a cambio de acelerar la consulta independentista a este mismo verano.

Con el mensaje del emisario de la vicepresidenta, las portadas de todos los diarios, en especial los catalanes, y los informativos de televisión, dejaban este jueves impreso y retransmitido el ultimátum al presidente catalán.

Con esta cuidada puesta en escena, la vicepresidenta quiso deslizar hacia la opinión pública y publicada un par de iniciativas que el Gobierno maneja ya para frenar cualquier expectativa de los independentistas sobre la consulta. De momento se planea precintar los colegios para evitar la colocación de las urnas del referéndum ilegal -que se pretende para el verano- y de una posible toma de control del mando de los Mossos.

Pero en esta vieja estrategia de los dos policías y siguiendo la clásica máxima de que las estrategias no se hacen públicas hasta que se ponen en marcha, la propia vicepresidenta ha querido devolver este jueves las aguas a su cauce con un mensaje de nuevo conciliador.

Después de que Puigdemont y Junqueras se desayunaran con el severo golpe sobre la mesa del Gobierno, Sáenz de Santamaría ha querido comparecer ante los medios -esta vez sí, con luz y taquígrafos- para reiterar a los dirigentes catalanes su llamamiento a la cordura. "Democracia, sentido común, diálogo y respeto a la legalidad", es lo que ofrece y sigue reclamando el Gobierno al inquilino de la Generalitat.

Y eso que fuentes gubernamentales conocedoras de la llamada "carpeta catalana" reconocen que el pasado 10 de enero la vicepresidenta tomó clara conciencia de que el "choque de trenes" entre el Gobierno y la Generalitat es irreversible.

Recibía aquel día la vicepresidenta -recién estrenado su despacho en la Delegación del Gobierno en Barcelona- al número dos del ejecutivo catalán, Oriol Junqueras, cuando la también flamante ministra para las Administraciones Territoriales pudo comprobar que era imposible desactivar "por las buenas" el proceso.

El último mensaje de firmeza conecta a Rajoy con un sector de sus votantes que reclaman contundencia contra Puigdemont

No habrá, qué más quisiera el frente independentista, aplicación del artículo 155 de la Constitución para intervenir la autonomía catalana. "Ese artefacto sabemos cómo se activa pero no cómo se neutraliza", reconocen fuentes populares.

En vísperas del Congreso Nacional del PP, el Gobierno ha lanzado un mensaje también que le permite satisfacer a un sector de sus votantes, que lleva tiempo reclamando algo más de mano dura contra la amenaza soberanista, en línea con las últimas manifestaciones del expresidente José María Aznar y los informes de su FAES.

Y, además, para reforzar esta especie de estrategia del poli bueno, poli malo, Rajoy cuenta con un aliado colateral: la sucesión interminable de escándalos de corrupción que han sacado a la luz la aluminosis del viejo edificio de nacionalismo catalán. No es precisamente España la que ha robado a los catalanes.

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