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El 18 Congreso del PP para recuperar a tres millones y medio de españoles

El cónclave que arranca este viernes es una oportunidad perfecta para realizar un serio y profundo diagnóstico del estado de salud de un gran partido que busca reunir a una mayoría natural.

Mariano Rajoy, obligado a mirar hacia el futuro en el 18 Congreso del PP de este fin de semana.

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Antonio Martín Beaumont

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Nadie puede negar a Mariano Rajoy que desde aquel lejano 19 de febrero de 2012, en el que fue reelegido presidente del PP en el 17 Congreso celebrado en Sevilla, ha sabido conducir al centroderecha español con notable unidad y habilidad por una de las etapas más convulsas de la historia reciente de nuestro país y en medio de una crisis económica y financiera internacional con escasos precedentes. Era muy complicado, con ese panorama y con un desempleo que asolaba a las familias españolas, que sus mensajes políticos pudiesen empapar a los ciudadanos, desde luego.

Cuatro años después, ese mismo Rajoy curtido entre tempestades en el Palacio de la Moncloa, vuelve a aterrizar al PP en un Congreso Nacional, el 18, llamado a poner nuevas pilas ideológicas y orgánicas para los próximos años.

Pese al clima de sosiego interno, el PP no debería olvidar que el 20-D dilapidó más de tres millones de votos

La actual dirección llega a la cita sin grandes problemas internos -más todavía si se compara con las cruentas guerras a su izquierda, en el PSOE y Podemos- pero con un debe que los populares no pueden olvidar: los casi tres millones y medio de votos que perdieron en las elecciones del 20-D, mayoritariamente fugados a Ciudadanos. El centro derecha español, por primera vez desde finales de los años 80 del pasado siglo, se ha presentado a las elecciones fragmentado.

Por eso, este 18 Congreso que se celebra este fin de semana bajo el lema España, adelante!, es una oportunidad excepcional para realizar un serio y profundo diagnóstico del estado de salud de un gran partido que busca reunir a una “mayoría natural” de españoles que ideológicamente abarca el amplio espectro que va desde los confines de la izquierda hasta la derecha democrática. Y de alumbrar un rearme ideológico y estratégico, en un escenario nacional e internacional amenazado por el populismo de izquierdas y el extremismo de ultraderecha, que ya campan a sus anchas por Europa y que también amenazan a España.

Sin embargo, por lo que hemos conocido en estas fechas previas y a pesar del récord de enmiendas, más de 4.000, parece que el PP se dispone a no aprovechar del todo ese reto que tiene por delante para rearmarse contra las nuevas amenazas y desafíos, muchos inéditos, que vive una sociedad tan cambiante como la actual.

Por ejemplo, el de recuperar una estrategia nacional de partido, una voz única de arriba hacia abajo, de abajo a arriba, que no deje al albur electoralista de las comunidades autónomas y a sus barones regionales enarbolar debates tan sensibles, por mencionar sólo algunos, como el del derecho a la vida desde la concepción, los vientres de alquiler, las subidas de impuestos, o la jornada laboral de las 35 horas para los funcionarios, propuestas asumidas por algunos líderes regionales del PP pero que son banderas precisamente de sus adversarios ideológicos. Y que son adoptadas sin que hayan sido debatidas en profundidad en el PP y asumidas o no en su ideario.

El auge del populismo, en el caso de nuestro país de ultraizquierda obliga a un sólido rearme  del centroderecha

Para este debate congresual, la dirección del PP ofrece como novedad el "voto en conciencia" para aquellos asuntos en los que el programa electoral del partido no fija una posición expresa. Pero, cabe preguntarse si ese voto en conciencia no sería extensible a algunos incumplimientos programáticos notorios que ya se han dado y que han cercenado, sin demasiadas explicaciones, lo que ha sido el ADN histórico sobre el que se ha cimentado siempre el partido.

También va a experimentar el PP con la doble vuelta para la elección de sus principales cargos, un primer voto de la militancia y otro posterior de los compromisarios en un Congreso. Es un paso adelante importante, sin duda. Ahora bien, muchos dirigentes renovadores defienden que si se da la voz a los afiliados, es decir, al cuerpo electoral en su conjunto, lo que ha venido a llamarse “un militante un voto”, su decisión no puede ser corregida por un cuerpo de notables que enmiende a posteriori la voz soberana de los auténticos dueños del partido. Porque, es construir la casa al revés.

Como dice el viejo refrán español en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Viendo cómo están sus adversarios, el Partido Popular hoy es el único referente que aporta certidumbre política. Lógico: el PP llega a su cónclave nacional en un clima de relativa calma, sin agobios sucesorios y sin zozobras internas de relevancia. Con la justa autosatisfacción de haber salvado hace cuatro años a España de un rescate casi seguro y que hubiera comprometido el futuro y el bienestar de varias generaciones de españoles. Y con un desempleo, el gran enemigo por años, la enorme pesadilla, que empieza a decrecer. Ciertamente, se ha dado la vuelta a la crisis económica, lo que ha sido una misión titánica que merece el aplauso y sentirse orgulloso.

Pero, como el gran referente que es del centro y la derecha española, el PP, el gran partido de España, haría bien en fomentar que sus 3.128 compromisarios convocados a la Caja Mágica de Madrid, junto a su cúpula directiva, aprovechasen esta ocasión para reafirmarse en aquellos planteamientos que el tiempo mismo ha desbordado y que necesitan ser revisados. Mejor antes y en calma que después y con zozobra. Millones de votantes, maduros y jóvenes, están pendientes.

El debate sobre si el logo del PP es una gaviota o un charrán puede ser resultón, simpático incluso, aunque, al final, es pura cosmética. Los españoles, más aún los cientos de miles de afiliados del PP, esperan que la mayor casa política que tienen se “aggiorne” para afrontar seguros los tiempos nuevos complejos que transitamos.

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