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El plan oculto de Errejón: volar Podemos y fundar un partido con Pedro Sánchez

El 'errejonismo' ha dicho basta. No soporta a Pablo Iglesias y asiste atónito como el personalísimo del líder se carga operaciones como una moción de censura que ultimaban contra Cifuentes.

Iñigo Errejon, con la mirada puesta en Pedro Sánchez.

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Carlos Dávila

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“Ha sido una decisión precipitada, improvisada y a destiempo”. La facción que sigue tras la derrota de Vistalegre, a Iñigo Errejón en Podemos no ahorra calificativos para descalificar la gran y última “ocurrencia pueril” de Pablo Iglesias: la moción de censura contra Mariano Rajoy. Sólo un par de afectos, fanáticos podríamos llamarles, de Iglesias, conocían de antemano lo que esta vez, después del invento del autobús mil veces averiado, tenía en sus espasmódicos magines el líder de los morados.

Unicamente su novia, Irene Montero, conocida ya para siempre como patrocinadora de los escraches a medios informativos, y Mayoral, un soldado de poca monta, sabían que el genial Pablo Manuel (aunque este segundo nombre lo ha borrado del Registro Civil) iba a presentar una iniciativa parlamentaria destinada, según los propios, a horadar aún más la débil arquitectura del Partido Socialista y, de paso, a propinarle un varapalo a Mariano Rajoy con que, según suele confesar Iglesias, se lleva extraordinariamente bien.

Manolo Monereo que a veces suministra a Iglesias material ideológico, también estaba a la luna de Valencia, vaya in albis; tampoco sabía nada. Y claro está que el sector que aún mantiene Errejón en Podemos, no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba perpetrando su todavía jefe de filas. El máximo pensador de este grupo de resistentes es, incluso por encima de Errejón, un veterano comunista, Eugenio del Río que, primero, perteneció a ETA, luego se escindió de la banda terrorista con ETA Berri, que más tarde se asoció al Movimiento Comunista de España, que posteriormente se desengañó del maoísmo del que había sido un predicador y que ha terminado en la prórroga de su vida activista en Podemos como sujeto creador de este equipo que ya está imaginando seriamente su marcha con la música a otra parte.

Solo falta que acontezca un suceso notable: que el desgarrado Pedro Sánchez obtenga en las primarias del PSOE un porcentaje cercano al treinta por ciento de votos, porcentaje que hoy mismo ya nadie le niega. Si ello ocurre el tándem formado por el mismo Sánchez y Errejón será más que una posibilidad; será una certeza. En Podemos la indignación por el cesarismo de Iglesias es un clamor entre los seguidores del que fue secretario de Organización.

La no moción contra Cifuentes

La última fechoría del secretario general es para contarla; resulta que cuando el partido en comandita estaba preparando cuidadosamente una moción de censura para intentar el derribo de Cristina Cifuentes en Madrid, Iglesias, más corto que perezoso, se entromete, borra del mapa de las estrategias dicha moción, eleva el tiro, y presenta inopinadamente, la moción contra el Gobierno de Rajoy. Para expulsar a Cifuentes, el “aparato” de la capital de España había perpetrado incluso algún documento programático y, claro está, una batería de argumentos destinados a explotar la vergonzosa, pero antigua, corrupción del PP madrileño.

Incluso existía ya un debate abierto en torno a la figura del militante que iba a ser el líder de la moción. La disyuntiva estribaba entre elegir al inconmensurable Ramón Espinar, más desgastado que la barandilla del Metropolitano, o la joven Lorena Ruiz, abogada, diputada en la Asamblea de Madrid, y ocupante pertinaz, según ella proclama, de la Puerta del Sol en la asonada revolucionaria del 15 de mayo de 2011. “Había hechos más papeles de lo que aquí se acostumbra” en confesión de un viejo militante de la izquierda de toda vida, pero añadía: “Todo se lo ha cargado Iglesias”.

Da la impresión sin embargo de que éste, Iglesias, vuelve mientras sus oponentes van; es decir que improvisa menos de lo que se cree. ¿Por qué?, pues porque la moción contra Rajoy está y estaba destinada más a consumo interno que a la desestabilización de sus rivales exteriores que también, porque Iglesias no tiene otro fin que destrozar para siempre a los socialistas y a corto plazo, impedir que Rajoy consiga regenerar su partido.

Golpe de fuerza

Pero, a la vera misma de las elecciones partidarias donde Podemos debe asentar a los nuevos patronos de Valencia, de Navarra o de Castilla-La Mancha pongamos como ejemplos de territorios conflictivos para la dirección nacional de los morados, Iglesias pensó en que necesitaba un golpe de fuerza para proclamar su liderazgo, para imponer sus candidatos, y para realizar a continuación la política que le venga en gana sin que los moscones testiculares de Errejón y compañía le están molestando día tras día.

La ruptura en Podemos es de tal enjundia que ya nadie dentro se ocupa de restañar las discrepancia, una de las cuales, la más importante es la apuesta por “movilización social sobre todo” y “barrenos contra el sistema”, estrategias de Iglesias, contra “vamos a consolidarnos en las instituciones” y “construir una política de alianzas en tono persuasivo y atractivo” que es la obsesión de los errejonistas.

Errejón mirando a Sánchez

El patrón de este sector ya sabe que ha perdido la batalla interna y que, aunque percibe, porque no es un botarate, que fuera hace mucho frío, lo mejor que puede pasarle es que Pedro Sánchez resista en el PSOE la embestida de la faraona del Sur, de Susana Díaz, y con un treinta por ciento de sufragios en la buchaca se sienta con fuerza para volar el PSOE fundar una formación política atenta a lo que ahora se denomina “populismo de izquierdas” porque, según pregona: “el artefacto chirría”. El “artefacto es por encima de la Constitución de 1978, el propio sistema.

A Iglesias la legalidad vigente le trae por una higa, de aquí que todas las mañas se levante urdiendo un nuevo ingenio para salir en las televisiones y protagonizar la sedición. Y es que, como dice, uno de los veteranos de Izquierda Unida, que aún sigue en Podemos: “el actor (Iglesias empezó haciendo teatro) está por encima del político”. El desprecia a los “limitaditos”, caso Garzón, y a otros que, como Rivera, cree que le disputan el mayorazgo de la “nueva política”, por eso cada vez que se refiere a Albert Rivera, le llama “político de Wikipedia”. No le estima como referente intelectual precisamente.

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