La música como terapia escolar

El escenario de la pobreza infantil en España es más preocupante de lo que parece. Como se ha revelado en distintos estudios, ocupamos el tercer puesto europeo en este índice, sólo por detrás de Rumanía y Grecia. Por primera vez, no gusta estar entre las primeras posiciones de un ranking. Porque la situación es alarmante y las cifras dicen que uno de cada tres niños en España está en riesgo de exclusión social.

Para evitarlo, o para poner su granito de arena e intentar cambiar un poco la situación, trabaja la ONG Música por la Paz, que cuenta con una red de más de 15 centros en barrios de distintas ciudades españolas. Quizá muchas personas aún no la conozcan, o no hayan entendido bien su labor, o su origen o, más bien, qué es lo que causó que esta organización naciese. Y es que Música por la Paz es una ONG todavía muy joven.

Sus voluntarios hacen una espléndida labor llena de esfuerzo y sacrificio, venden papeletas para sorteos de viajes, cestas y otros productos con el objetivo de poder sacar algo de dinero para mantener la estructura y la gran red que han conseguido crear, también, gracias a las donaciones periódicas de particulares y empresas.

Se pueden identificar diversos orígenes de Música por la Paz. El primero trata de la experiencia personal vivida por su fundador. El colegio al que iba su hija estaba caracterizado por una gran multiculturalidad que, no obstante, en lugar de enriquecer, alejaba, no existiendo vínculos fuertes entre los distintos niños y niñas. Por eso, este padre, decidió crearlos a través de la música y que las notas fuesen vehículo de comunicación y entendimiento entre los menores.

Por otro lado, y el segundo que se puede determinar, es el contexto, el escenario en el que vivían (y viven) muchos niños y niñas y que hizo que Música por la Paz se desarrollase y creciese hasta como se conoce ahora. Sin embargo, no es una estructura rígida, al revés, se trata de una organización muy dinámica que varía y se adapta en función de las necesidades que van surgiendo en los diferentes barrios donde actúan sus voluntarios y trabajadores.

Sus centros reciben cada tarde a niños de entre 7 y 12 años de diferentes barrios de la ciudad. Allí, profesores titulados les dan apoyo en la realización de los deberes – no se puede obviar que muchos de ellos pueden necesitar clases de refuerzo y la economía familiar no lo permite. Pero no sólo estudian, también juegan y participan en talleres y dinámicas de grupo con el objetivo de fomentar habilidades de comunicación y relaciones interpersonales, fomentando valores tan importantes como la tolerancia, el respeto y la costumbre sana de querer conocer más, dejarse sorprender y, así, aprender cosas nuevas y enriquecerse. Algunos niños acuden porque no tienen con quién quedarse por las tardes, otros porque necesitan ayuda académica y muchos, simplemente, porque se divierten y lo pasan bien jugando con los demás niños y niñas.