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Caen en manos del PP de Cifuentes los cobros en negro que tuvo César Zafra (C's)

Visto su interrogatorio a la presidenta madrileña el viernes, los populares están convencidos de que C's trabaja ahora mismo la técnica del gota a gota malayo, un estudiado plan de desgaste.

Cristina Cifuentes no esperaba la actitud que encontró en César Zafra.

Publicado por
Carlos Dávila

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La pregunta es: ¿cuánto tiempo aguantará Cristina Cifuentes la durísima acometida de Ciudadanos? Por lo que se sabe, el áspero, casi policial, interrogatorio al que el diputado Cesar Zafra sometió en la Asamblea de Madrid a la presidenta regional se ha tomado en el Partido Popular como una “perfecta agresión” pero, sobre todo, como un aviso de todo lo que se le viene encima con sus eventuales -y desleales, dicen- socios de legislatura.

Ciudadanos trabaja ahora mismo la técnica del gota a gota malayo, un plan de desgaste que según proclaman las encuestas, le está dando óptimos resultados, y que está destinado directamente a horadar con la mayor rapidez posible y sin pausa, ni tregua la arquitectura política de Cifuentes y su partido.

El objetivo, y no a largo plazo precisamente, es obligar a la presidenta a dimitir de su cargo una vez, claro está, que le hayan presentado ante la opinión pública y con el auxilio eficaz y presto de algunos medios de comunicación, como cómplice de todas las corrupciones que históricamente hayan afectado al Partido Popular de Madrid e incluso de España entera.

No hay que desdeñar a este respecto que Cifuentes aparezca en algunos mentideros como candidata de peso para una hipotética sustitución de Mariano Rajoy.

C's se felicita por el cumplimiento de su acuerdo con Cifuentes mientras interrumpe cada dos por tres la llegada del apoyo que la presidenta necesita inexorablemente para seguir gobernando

“Muerto el perro se acabó la rabia” este es el proverbio que debe aplicarse a la estrategia destinada a minar la trayectoria institucional y política de Cifuentes. Por primera vez, parece, en el Partido Popular son conscientes de las pretensiones de los morados que, en su información, estriba en articular toda una campaña de filtraciones o de aprovechar las ajenas que tienen que conducir a la derrota, a la salida de Cifuentes.

El ejemplo es el fiscal Manuel Moix que a estas horas ya está en casa. En Madrid, actuando como un Jano bifronte, Ignacio Aguado, el ácido e implacable portavoz de Ciudadanos y discípulo aplicado de Albert Rivera, va a mantener artificialmente a Cifuentes enganchada al gotero de un acuerdo de investidura que, curiosamente, él asegura que se está cumpliendo a rajatabla, pero eso sí, interrumpiendo cada dos por tres la llegada de apoyo que la presidenta necesita inexorablemente para seguir gobernando en la Puerta del Sol.

Es absolutamente seguro que Cifuentes ha recaído con justeza en el plan de Ciudadanos que no sólo está aprobado sino bendecido por el líder general del partido naranja, por eso Cifuentes está muy, pero que muy enojada por el linchamiento (el término no pertenece al cronista) que le está propinado su presunto aliado y tiene que estar estudiando con celeridad las posibles respuestas a una estrategia como ésta.

Las respuestas van desde la resistencia pasiva, poco aconsejable según la opinión del entorno popular, a la ruptura del acuerdo de legislatura pasando, claro está, por una convivencia (“hay que hacer de la necesidad virtud”, dicen) que ahora mismo se antoja tan precisa como penosa.

Aguado, el eficaz peón de Rivera en Madrid, denomina a esta situación como un simple “matrimonio de conveniencia”. En esta tesitura, insistimos, ¿se excluye la quiebra del pacto firmado a duras penas con Aguado y su partido? Pues no; pero eso, dicen, representaría el último escalón de la saga de irritaciones que está provocando en el PP la conducta “brutal” (tampoco este vocablo es de cosecha del cronista) de Ciudadanos.

Hay que recordar sin embargo que a la presidenta le ampara lo escrito en la Ley de mayo de 1990 que le permite disolver por voluntad propia y sin contar con nadie más el parlamento de la Comunidad. La cuestión radica en adivinar si una decisión de esta guisa favorecería los intereses electorales de Cifuentes y del Partido Popular o, en otro caso y por el contrario, gratificaría el posible buen resultado en las urnas de Ciudadanos.

En teoría quedan dos años para la nueva convocatoria electoral y en el Partido Popular no existe, por el momento, interés alguno por acortar este plazo a no ser que el comportamiento político de sus episódicos aliados, convierta en imposible no ya la convivencia sino simplemente el puro saludo político. Dicho sea de paso, y vistas como transcurren las cosas, no hay que descartar ni mucho menos, que se llegue a esta situación.

La agria intervención del portavoz naranja Cesar Zafra no ha contribuido a asentar la imagen de un partido centrista y de recambio que es la que pretende asentar su líder nacional Albert Rivera

En realidad, todo depende de las prisas que tenga Ciudadanos en quebrar el susodicho matrimonio, aunque el peligro para este partido no es que se pase de frenada, sino que se pase de velocidad y parezca, como así ha sucedido, como verdugo de una presidenta que goza de un altísimo grado de popularidad y aceptación en toda la Comunidad de Madrid y a la que no se percibe, ni muchos menos, como colaboradora de la red de corrupción que ha asolado a su partido en Madrid.

Por lo demás, el hecho constatado de que Ciudadanos y más específicamente su diputado Zafra haya aparecido en la Comisión de Investigación de la Asamblea como el gran azote de Cifuentes muy por encima del Ramón Espinar de Podemos, no ha contribuido a asentar la imagen de un partido centrista y de recambio que es la que pretende asentar su líder nacional Albert Rivera.

Disputar a Podemos la primogenitura de la brutalidad parlamentaria a lo peor o es la mejor receta para el futuro político de este partido.

Zafra cuenta por ahora con la pusilanimidad con que el PP ha recibido, sin apenas réplica general, sus diatribas, pero, dado como se encuentra de embarrado el patio político de Madrid, no es de extrañar que este diputado recoja tempestades y se le ponga enfrente de sus propias contradicciones, una de las cuales, confesada gallardamente por el interesado, consistió en recibir emolumentos por su trabajo en un dinero singularmente ennegrecido.

Zafra lo dijo en su momento: “dinero negro o como se le quiera llamar”. Donde las dan, las toman, este es el país que tenemos en este momento. Fue a finales de 2015, cuando se destapó que entre 2010 y 2013 trabajó en el bufete de Martínez-Aybar sin contrato y que además ejercía de abogado sin estar habilitado para ello, puesto que en el Colegio de Abogados de Madrid figura como colegiado "no ejerciente".

Para que no trascendiera, al entrar en política pidió por escrito al Colegio de Abogados que si alguien pedía sus datos no se los dieran, amparándose en su derecho a la protección de datos.